Marco Alvarado/ Diario de Chiapas
Juan Silva/Foto
Luis Méndez / Diseño
La preservación de un cuerpo como parte del rito funerario tiene sus raíces, de acuerdo con los historiadores, en la cultura egipcia, que hacia el año 3200 antes de la Era Común preparaba a los difuntos para el inicio de un viaje, al que era necesario presentarse de la mejor manera posible.
Sacerdotes especializados en este procedimiento eran los encargados de limpiar y envolver el cuerpo, algo que era sumamente importante para esta cultura, que consideraba importante conservar la identidad del individuo; en función de su rango social, este viaje lo iniciaba incluso con sus animales y objetos preferidos.
Más de cinco mil años después este método juega un papel crucial en los actuales ritos funerarios, ya no con envoltorios de tejidos vegetales, ni amuletos u objetos, sino como una forma de entregar el mejor recuerdo posible en la memoria de los dolientes.
A diferencia de los egipcios, que empleaban aceites, vino de palma, hierbas aromáticas y una sal conocida como natrón para conservar los órganos, la tanatopraxia actual utiliza sustancias químicas como formaldehídos, que preservan.
Especialistas del “arreglo estético”
Hoy no son sacerdotes, sino especialistas en medicina humana, criminología y formados en embalsamamiento, arreglo estético y tanatopraxia, los que reciben el cuerpo, ejerciendo un tratamiento basado en el descubrimiento del científico alemán William Hoffman, quien en 1868 comenzó el uso del formaldehído para la conservación de cuerpos, que luego se perfeccionó al mezclarlo con sales y alcoholes, así como con la introducción de la inyección intra-arterial.
Cuando el cuerpo llega a la funeraria comienza el proceso con un baño general, previo al uso del químico que habrá de sustituir a la sangre, y que tiene la función de mantener la coloración lo más similar al tono en vida, explicó en entrevista Adriana Evangelina Rodríguez Mazariegos, de la funeraria Calas.
También se aplica un tratamiento específico que detiene el proceso de descomposición en los órganos, al que se le acompaña con un tratamiento estético “se lava el cabello, se hace un corte si es necesario, se le rasura, maquilla, incluso se aplica perfume, todo de acuerdo con las especificaciones de la familia, explicó Rodríguez Mazariegos.
La práctica se originó debido a la creencia en la inmortalidad del espíritu humano, hoy es una oportunidad para que los dolientes puedan transitar en el proceso del adiós, encontrar el consuelo y conservar el mejor recuerdo posible.
«Pedir permiso»
Como lo explica Adriana Evangelina, embalsamar un cuerpo es parte del tránsito entre la vida y la muerte, hasta cierto punto un arte para el que se requiere de un trato especial.
“Tengo un compañero que cuando recibe el cuerpo se presenta, pide permiso, les explica lo que hará y les dice que los dejará presentables para su viaje al más allá”.
Testimonios similares coinciden en que durante el procedimiento hablan con el cuerpo, les comentan que estén tranquilos porque quedarán presentables para que su familia pueda despedirse de ellos. Cada embalsamador aplica en este sentido una técnica única para ejercer su trabajo.
No obstante, más allá de las técnicas de tanatopraxia, cada embalsamador sabe que tiene frente a sí a un cuerpo que albergó vida, experiencias e historias, al que sus familiares esperan en la mejor forma posible para poder llorar su partida.
Y contrario a lo que se piensa no es una labor ajena a las emociones; cuando se trabaja tan cerca de la muerte hay casos que marcan a quienes ejercen esta profesión.
“Sin duda que los casos que más nos impactan son de niños y niñas, algunos compañeros salen llorando cuando terminan, quedan afectados porque son vidas que tenían mucho futuro y es triste tener que decirles adiós, en estos casos hay un esmero especial”, comentó Mazariegos.
En el caso de la funeraria Calas, una de las más tradicionales y reconocidas en esta ciudad, se practican al mes más de 30 embalsamamientos, cada uno con complejidades distintas, pero con el único objetivo de entregar el mejor recuerdo posible para los dolientes, en el adiós que será parte de sus recuerdos mientras ellos también sigan con vida.