Eduardo Campos Martínez
Las herramientas digitales han significado un avance sustancial en la adquisición de saberes y conocimientos, la posibilidad de tener la información necesaria y veraz en tiempo real ha permitido que los esquemas de autoaprendizaje estén más vigentes que nunca. Estamos en la era de la información y de las comunicaciones globales, como cualquier otra revolución, los cambios que significan estos avances representan un reto social respecto al mayor aprovechamiento de las nuevas oportunidades.
En cuanto a la tarea educativa, hasta antes de 2019, el uso de las herramientas digitales y el internet tenían un avance paulatino de donde se identificaban con mucho potencial los alcances y oportunidades que el desarrollo tecnológico en cuanto a información podía denotar; un progreso histórico en la tarea de formación académica y aprendizaje. El acceso a la tecnología y la conectividad que compromete su uso, tiene variantes polarizadas dependientes del desarrollo socioeconómico de cada comunidad, es por ello que se ha elevado al rango de derecho humano el libre acceso a ellas y se cataloga como una necesidad y un ingrediente de prosperidad humana.
Ante la urgencia de imponer el aislamiento social como medida preventiva y de contención a la pandemia, fueron las herramientas digitales que tomaron, de un momento a otro, una importancia neurálgica; era la única vía para hacer llegar información a los estudiantes y alumnos. Las curvas de aprendizaje al respecto se vivieron sobre la marcha, la inequidad tecnológica fue expuesta crudamente, la necesidad de involucramiento de padres y tutores se hizo obvia junto a las limitantes académicas de los mismos.
Es importante hacer un análisis comparativo con las edades de los educandos. Para el nivel medio superior y superior, los mecanismos autodidactas han sido de mucha ayuda en la formación profesional y técnica, en esta etapa el estudiante ya tiene los conocimientos básicos y formativos necesarios para el inicio de un tipo de especialización, es por ello que la educación a distancia, en línea y semipresencial aperturan un panorama prometedor que posibilita mayor cobertura, formación integral, exploración de capacidades múltiples y dualidad laboral. La transición optativa en los sistemas educativos de este nivel resulta necesaria ya que aquí es donde se registra el dilapidario fenómeno del abandono y la deserción escolar en América Latina, al tener necesidades económicas que obligan a iniciar actividades laborales que obviamente significan una prioridad y deja a la escuela en segundo término y en un porcentaje abrumador: la trayectoria educativa se trunca definitivamente.
Para el nivel básico, que va de preescolar a secundaria, la educación a distancia tiene complejidades pedagógicas de muchos tipos pero la más clara y evidente es que en la primer etapa formativa resulta crucial la interacción personal con otros compañeros y con el educador, el trabajo colaborativo, la competencia en aula y el aprendizaje kinestésico, a través de sensaciones y emociones corporales, representan gran parte de las posibilidades de adquisición de aprendizajes, saberes y conocimientos. Es por ello que se concluye que las herramientas digitales deben ser eso: una herramienta y no el medio único. Esta condición es aplicable para cualquier entorno, sea rural o urbano; para el medio rural deberá, con mucha seriedad, iniciar una inversión en América Latina sin precedentes, que garantice la equidad digital que permitirá dar pasos agigantados al acceso al conocimiento amplio y útil. Para el medio urbano no deberá soslayarse la necesidad de interacción personal y que sea ésta la base del aprendizaje, que las herramientas digitales sean acompañadas y orientadas para que no signifiquen una distracción en el desarrollo del acceso al conocimiento y, mucho menos, una razón para que el aislamiento social se convierta en permanente y debilite la naturaleza de vivir en una comunidad de apoyo mutuo, trabajo en conjunto y de respeto al medio ambiente.
