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El debate previo al TLCAN en Canadá. Una retrospectiva

Jesús Martínez Soriano

Toronto, Canadá. Era la primavera de 1991, los fríos aquí empezaban aminorar después de haber sufrido un crudo invierno en el que se había registrado una de las peores nevadas en varios años que dejó paralizada buena parte de la ciudad. Yo me encontraba residiendo en Toronto junto con un grupo de amigos, tres de los cuales recién habíamos concluido nuestros estudios universitarios. Nos enteramos por la televisión y la prensa que el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, visitaría Canadá para promover la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, NAFTA en inglés) entre Canadá, Estados Unidos y México, hoy T-MEC. A mis dos amigos y a mí nos había tocado presenciar el inicio de los debates sobre el tratado siendo aún estudiantes, por lo cual al estar residiendo aquí seguíamos con gran interés toda la efervescencia que se vivía en torno a este asunto. El 9 de abril de aquel 1991 los noticieros de televisión concedían amplios espacios a la visita de Salinas y al día siguiente en los diarios más importantes la misma noticia acaparaba las ocho columnas. Pero, además, en el lugar donde trabajábamos, en la escuela a la que asistíamos y en nuestro círculo de amigos y conocidos dicho tema salía a relucir de manera recurrente. México estaba de moda aquí y eso a mis compañeros y a mí nos generaba un sentimiento de orgullo. A poco más de tres décadas de aquel suceso histórico que quizá quienes lo atestiguamos en su momento no dimensionamos su verdadera importancia y a propósito de la cumbre de the Three Amigos 2023 que se celebra este 10 de enero en nuestro país, quiero compartir con los lectores algunas experiencias y anécdotas de cómo los mexicanos que nos encontrábamos por acá a principios de los 90 vivimos el debate previo a la firma del TLCAN.

Temores y oposiciones al TLCAN en Canadá

El amigo que me invitó a venir a este país y yo trabajábamos en la hidroeléctrica Toronto Hydro, localizada al este de la ciudad, a las orillas del Lago Ontario, un lugar que ahora recuerdo con mucha nostalgia. En los días previos a la visita de Salinas, en esa hidroeléctrica los representantes del sindicato de trabajadores distribuyeron volantes con la imagen de un mapa de Norteamérica en el que al territorio canadiense se le definía como zona de desempleo, al estadounidense como área financiera y al mexicano como zona de empleo. Y es que, como lo documentaron los medios en su oportunidad, aquí existía una gran oposición al TLCAN, principalmente entre varias organizaciones sindicales, muchos de cuyos líderes pensaban que con el ingreso de México al acuerdo comercial que Canadá y Estados Unidos ya habían iniciado desde 1989, muchas empresas asentadas en este país se moverían al nuestro debido a la disponibilidad de mano de obra barata, en detrimento del empleo en Canadá.

Recuerdo que al siguiente día de la visita del ex presidente mexicano al Parlamento en Ottawa el 9 de abril de 1991, al salir de trabajar mis compañeros y yo leíamos los encabezados de los diarios impresos, que en esos años eran algunos de los principales medios informativos, pues no existía el Internet ni los dispositivos móviles. Tengo muy presente que el Toronto Star titulaba: “No temer al libre comercio: Salinas”, en tanto que en The Globe and Mail se leía algo así como Infundados los temores del TLCAN: Salinas. Ambos rotativos publicaban la fotografía del mandatario mexicano y hacían alusión a sus declaraciones emitidas un día antes en la capital del país, ante su homólogo canadiense Brian Mulroney. De Gortari señalaba que los temores acerca de que con el TLCAN las industrias canadienses se moverían a México debido a la mano de obra barata eran infundados. Desafortunadamente ni mis compañeros ni yo conservamos esos periódicos que hoy serían una gran reliquia, pero la información de referencia aún puede recogerse en otras fuentes. (https://www.iri.edu.ar/publicaciones_iri/anuario/A94/A1ANDOC2.html y https://www.washingtonpost.com/archive/business/1991/04/09/salinas-finds-foes-in-canada/c6fa7447-72a4-4ef5-b214-96b1eb63d12f/).

México saltaba a la palestra internacional y generaba grandes expectativas

En lo que parecía una gran estrategia con fuerte apoyo del exterior, principalmente de parte de sus dos futuros socios comerciales, México saltaba a la palestra internacional.  Acaso algunas personas recordarán que en ese 1991 nuestra compatriota Guadalupe Jones obtuvo el primer lugar del certamen Miss Universo, lo que permitió al país atraer reflectores y ser cada vez más objeto de interés. Por esas mismas fechas aquí, en Toronto, Eaton Centre, el centro comercial más grande y concurrido de la Ciudad, realizó una gran muestra de artículos mexicanos, contribuyendo a que los canadienses se aproximaran a una nación que les resultaba prácticamente desconocida. Y la estrategia funcionaba; en esa época yo asistía a clases de inglés en una escuela pública en la que uno de los maestros hacía énfasis en la importancia del NAFTA y en las oportunidades que se abrirían para México, al tiempo que elogiaba la “gran iniciativa” del ex presidente Carlos Salinas, de quien, según decía, era visto como un estadista. Evidentemente esos comentarios y todo el entorno que acompañaba la discusión generaba grandes expectativas y alimentaban el entusiasmo de los mexicanos que aquí nos encontrábamos.

Contrario a lo que hoy en día muchos pensarían, aquel optimismo no era infundado ni compartido solo por quienes entonces éramos jóvenes, que solíamos ser más románticos y soñadores, y vaya que en aquel tiempo lo éramos. Como ya lo he referido en otras oportunidades, el propio premio Nobel de Economía 2008, el estadounidense Paul Krugman, ha señalado que “Cuando el TLCAN se negoció e implementó había una creencia generalizada de que, al abrirse al comercio, aunado a unas reformas básicas, detonaría (en México) un crecimiento más rápido.” (https://www.elfinanciero.com.mx/bloomberg-businessweek/paul-krugman-y-el-misterio-de-por-que-mexico-no-ha-despegado/). En nuestro país, en los círculos académicos quizá no se percibía ese optimismo, aunque sí la idea de que, al igual de lo que sucedió en la Comunidad Europea, el tratado contribuiría a reducir las asimetrías existentes en materia económica entre las tres naciones de Norteamérica.

Los sueños, las frustraciones, la realidad

Han transcurrido un poco más de tres décadas desde que aquellos acontecimientos tuvieron lugar y hoy el recuerdo de varios pasajes vividos en aquel entonces en este lugar genera un inevitable sentimiento de nostalgia, no solo por lo emocionante que resultó ser testigo directo de un un gran suceso, sino también por no haber visto cristalizadas las enormes expectativas que nuestro país generó. Es decir, por un sueño que no se cumplió. Hay que aclarar que varios de nosotros no esperábamos que México diera el gran salto hacia el desarrollo, pero sí que lograra avances sustanciales en esa dirección, al estilo de algunas naciones del sur de Asia, como Corea del Sur o Hong Kong, lo cual en cierta medida dejó en muchos de los jóvenes de aquella generación, una cierta frustración. Pero ese sentimiento tiende ahondarse todavía más hoy en día, al observar que esa pretensión parece alejarse cada vez más, con un régimen que ha buscado distanciarse del norte desarrollado y, consecuentemente, frenar el proceso de transición de nuestro país, de la civilización latinoamericana a la civilización occidental, el cual inició desde que la México decidió abrirse al exterior y se profundizó a partir precisamente de la entrada en vigor del TLCAN en 1994, en palabras del desaparecido sociólogo Samuel Huntington.

Pero como el propio pensador estadounidense lo advertía, ese proceso de transición que México estaba empezando a experimentar, en el marco de un esfuerzo de redefinición cultural, sería largo, complicado e incierto, con avances y retrocesos, y con la existencia de algunas fuerzas que tratarían de impulsarlo y con otras que buscarían frenarlo. Tratando de interpretar a Huntington, podríamos afirmar que en la actualidad estaríamos inmersos en el segundo escenario, es decir, en el que predominan las fuerzas que se oponen a una mayor vinculación e integración con Occidente, impulsadas desde las altas esferas gubernamentales, pero con argumentos más ideológicos que reales. En tanto, las fuerzas contrarias, que parecen tener mayor poder e influencia, continúan propugnando por la tendencia contraria, de manera un tanto subrepticia, aunque con un sustento aparentemente más sólido e irreversible. Hoy, en la coyuntura de la cumbre del T-MEC, antes TLCAN, que tiene lugar en la Ciudad de México, vale la pena recordar cómo se fraguó ese acuerdo comercial y reflexionar sobre el significado de nuestro proceso de redefinición cultural como civilización y de nuestra posible integración con Occidente, hacía donde parecemos dirigirnos.

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3 Comentarios

  • Carlos Fidel 10 de enero de 2023

    Cómo seremos los países de cerrados y transnacionales, que debemos generar este tipo de convenios exteriores. Pero reaparece marcada esa característica nacional, mano de obra, tecnologia, y capital. Pareciera que quien gobierna es el capital, aunque si cambiamos la ideología, la mano de obra podría ser lo mejor.

  • R. Pérez 10 de enero de 2023

    Aunque muchos éramos muy jóvenes y no comprendiamos la magnitud del suceso, aún podemos recordar el alboroto que originó la noticia sobre el TLCAN. El origen del por qué no se ha aprovechado debidamente compete a multiples situaciones desde lo cultural, político, ideológico, etc. Sin duda un tema que sigue causando controversia.

  • Arturo Domínguez de la Piedra 11 de enero de 2023

    Considero que éste tipo de comentarios, nos ubican en el tiempo, en las estrategias del Gobierno en su momento, con visión hacia el futuro, ahora vemos un Gobierno que prefiere el retroceso, la sumisión, incluso me atrevería a decir que le conviene la pobreza y mediocridad. Los tiempos marcan lo que en su momento pudo ser bueno, en otros, no serlo.

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