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Letras Desnudas

Mario Caballero

En estos tiempos de mucha conmoción política, hay algo que todos deberíamos entender: que las encuestas son de los que las pagan, es decir, los resultados siempre favorecerán al que las ha solicitado.

Sin embargo, no dejan de sorprendernos. Nos presentan en las primeras planas de los diarios cómo van las intenciones de votos entre los candidatos presidenciales.

Lo digo por esto: las encuestadoras se han empeñado tanto en medir algo que no tiene forma ni sustancia. Esto es, candidatos del oficialismo contra candidatos de la oposición que no son candidatos reales, ni competencia específica entre ellos.

Lo que reflejan estos sondeos son comparaciones absurdas, sin sentido, mediciones de humo. Porque ¿qué caso tiene medir la fortaleza de un político que ya ha manifestado la intención de participar por la presidencia de la República, y que además es respaldado por sectores de su partido, contra otros que ni siquiera han levantado la mano ni anunciado su propósito por competir en la contienda?

POLARIZAR Y ALGO MÁS

¿Tiene algún sentido práctico medir hombres reales contra fantasmas? Obviamente no. Lo que sí tiene es un sentido político.

Nadie podrá negar que las encuestas están polarizando el ambiente en torno a la carrera presidencial. Están revolviendo las aguas, creando una sensación que no existe en los hechos, y ¿para qué? Por supuesto, para favorecer al partido gobernante y a sus posibles candidatos. Incluso, si esa no fuera su motivación y objetivo, es lo que están consiguiendo: sembrar en el pensamiento de los mexicanos que la llamada Cuarta Transformación tendrá continuidad después de 2024, sea quien sea la candidata o candidato.

En pocas palabras, si existe ese sentimiento de que el partido en el poder lleva la delantera en la carrera y que la oposición va rezagada, es por las encuestas.

Si bien es cierto que los partidos opositores, léase PRI, PAN y PRD, no tienen un programa específico, ni candidatos visibles y mucho menos un proyecto político, tampoco es totalmente cierto y menos una seguridad de que no tengan ninguna oportunidad para ganar la presidencia.

Todo lo contrario, han demostrado que tienen la suficiente capacidad para enfrentarse a Morena y sus aliados para ganarles gobiernos, quitarles la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y bloquearles sus iniciativas de reforma, como pasó con la eliminación de la reforma a la Ley Eléctrica y al arrebatarles la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México, que desde hacía varias décadas era el bastión más importante de la izquierda y, desde luego, del lópezobradorismo.

El asunto es que la polarización, generada a propósito o no por las encuestas, entraña graves problemas.

Principalmente, perjudica la democracia y la sociedad. ¿Y cómo no? Si por un lado presenta cifras que no tienen ningún sustento con lo que pasa en la realidad y que a su paso confunden y confrontan a la gente; por el otro, sirven de constancia al discurso de odio que se propaga todas las mañanas desde Palacio Nacional.

Pues al mostrar que los candidatos del gobierno van a la delantera, producen la falsa sensación de que si es así es porque son los más honorables, honrados y capaces para llevar las riendas del país, tal como se dice en el discurso oficialista.

Y que si los candidatos de los partidos opositores (que no son candidatos realmente, sino fantasmas) van muy abajo en las intenciones de voto, es porque son corruptos, ladrones, conservadores, vende patrias, mafiosos y neoliberales, tal como los describe diariamente el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Esto afecta la democracia. Crea conflictos entre ambos bandos. Permite que se generen campañas de odio y, por consiguiente, desvía la atención de los problemas que deberían ser discutidos, observados, atendidos.

Mientras falta todavía más de un año para que arranque el proceso electoral, se pierde el tiempo en debatir quién va a ganar la presidencia o quién es el mejor postor para ocuparla, en lugar de buscar soluciones a la inseguridad, la violencia, el crimen organizado, la baja calidad en los hospitales públicos, la insuficiencia de medicamentos y los diversos problemas que presenta la educación, por mencionar algo.

CUADRO DESFIGURADO

Por lo mismo, el cuadro que presentan las encuestas es el de una escena política dominada por los precandidatos más o menos reales del oficialismo, como Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, frente a los absolutamente hipotéticos candidatos de la oposición, que no tienen caras, nombres y apellidos. Un cuadro desfigurado, igual como los que pintaba Francis Bacon.

El efecto, repito, es el de un escenario que en lo fundamental está resuelto a favor de Morena en cualquiera de sus opciones, y en el que la oposición aparece siempre desunida en las mediciones, sin ninguna oportunidad de enfrentarse al poderoso partido gobernante, aunque en este preciso momento la discusión es si el PAN, PRD y PRI van a unirse, ir en coalición en las elecciones del próximo año y en el 2024.

No pongo en duda el rigor y la metodología de los encuestadores, tampoco infiero que estén complotados para inclinar la balanza a favor del partido gobernante. Lo que creo e insisto es en que están midiendo puro humo, algo que no es real todavía, candidatos inexistentes de partidos o coaliciones que no existen todavía. Y lo que terminan presentándonos es una medición de fantasmas.

Aplaudo que las empresas encuestadoras hayan salido a aclarar que ellas no realizan pronósticos, sino solamente muestran cómo están las cosas en el momento.

El caso es, y ellas lo saben perfectamente, que la gente no toma sus cifras como si fuera una imagen tomada del momento, sino como pronósticos, y que las consecuencias de sus mediciones tienen importantes efectos políticos, como los que acabamos de ver.

Es esto precisamente lo que motiva mi desacuerdo: si saben que sus sondeos tienen efectos políticos relevantes, ¿por qué mostrarle al electorado un cuadro fantasmal, compuesto por candidatos reales e irreales, por candidatos que tienen nombre y rostro que se comparan con otros que no los tienen?

VOLVER A EQUIVOCARSE

Por cometer ese error podrían volver a equivocarse como lo hicieron en las elecciones del año pasado.

Todas las encuestas, o la mayoría de ellas, dijeron entonces, y durante varias semanas, inclusive antes de que hubiera candidatos reales y claramente registrados en la competencia electoral, que Morena y sus aliados ganarían irremediablemente la mayoría calificada en la Cámara de Diputados. La perdió.

También dijeron que la oposición iba a ser aplastada, pero el 6 de junio de 2021 tuvo más votos que el oficialismo que iba a ganar irremediablemente.

Así, queda la sospecha de que en 2024 podrían volver a equivocarse.

Lo peor es que si los resultados de la elección, tanto de 2023 como las presidenciales, son contrarios a los que las encuestas dicen, afectaría su ya bastante desgastada credibilidad y fomentará aún más la idea de que las encuestas son de los que las pagan. Al tiempo.

@_MarioCaballero

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