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Mejor se hubieran quedado callados

Letras Desnudas

Mario Caballero

¿Cómo debería tomarse la elección de la ministra Norma Lucía Piña como nueva presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Como una derrota del presidente en su intento de querer poblar el Poder Judicial o como una victoria por el bien de México y su justicia?

Sin lugar a dudas, son las dos cosas.

Nadie fue ajeno que la Cuarta Transformación buscó, a través de las fuertes declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador desde el púlpito de las mañaneras, meter con calzador en la presidencia de la Corte a la ministra Yasmín Esquivel, acusada de plagiar su tesis profesional.

Esquivel es una de las aliadas incondicionales de la 4T, quien votó a favor de casi todas las propuestas del presidente. Además, es esposa de uno de los asesores políticos y empresarios consentidos del Gobierno Federal, José María Riobóo. Por tanto, no fue extraño que desde Palacio Nacional se diera línea para apoyar su postulación.

No obstante, se sabe que ésta no le pidió permiso al presidente para presentar su candidatura a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia. Pero al ser duramente criticada por el presunto plagio de su tesis, AMLO la defendió a capa y espada, metió las manos al fuego por ella, considerando que, siendo una persona ligada a su gobierno, los ataques contra la ministra eran también para él. Desquiciado, no le parece.

En fin, en vano fueron los arrebatos presidenciales, las acusaciones de un supuesto complot por parte de los “conservadores”, las catilinarias a la Corte y a los ministros que fueron cuestionados en las conferencias mañaneras de estar arrodillados al poder económico del país, pues la polémica en torno a Yasmín Esquivel fue más fuerte y ésta terminó humillada en la votación. Sólo obtuvo un voto, que probablemente fue el de ella misma.

Por todo ello, podría decirse que sí fue una dura derrota para el presidente López Obrador.

Y si se dice que fue una victoria para México y su justicia es porque Norma Piña es una ministra equilibrada moral y profesionalmente, que no tiene compromisos con nadie, que se ha mantenido alejada del movimiento de la Carta Transformación y que ha mostrado ecuanimidad y compromiso en la protección, promoción y defensa de la legalidad y la Constitución.

Por lo cual, se augura que la SCJN caminará con autonomía, velando por los intereses de la nación y siendo contrapeso del poder, situación que se perdió con el ex ministro presidente Arturo Zaldívar, quien en no pocas ocasiones se puso de tapete del presidente.

¡ÍDAI PUES!

Pero más allá de preguntar quién ganó y quién perdió en la renovación de la presidencia de la Corte, hay que cuestionar la congruencia y la moral de la 4T.

Recordemos que fueron ellos, no nosotros, los que dijeron que serían diferentes a los políticos del pasado. Ellos, no nosotros, aseguraron que actuarían con honestidad, responsabilidad y buena conducta en el ejercicio de sus funciones. Dijeron que utilizarían el poder para lograr la prosperidad de los mexicanos, procurando el bien común, respetando las leyes, alejados de los escándalos de corrupción y tráfico de influencias, pero en los hechos no ha sido así.

Es entendible que en una circunstancia como la de la ministra Esquivel, los altos mandos de la 4T, incluido el presidente de la República, hayan entrado en defensa de uno de los suyos. Empero, ¿dónde está la congruencia y la moral?

Cuando Enrique Peña Nieto fue acusado de plagiar parte de su tesis, muchos de los que hoy salieron en defensa de la ministra Esquivel lo vapulearon en las redes sociales y le colgaron todo tipo de descalificaciones. Hubo casos en que hasta le pidieron que renunciara al cargo con el alegato de que, si había sido capaz de cometer fraude en el proceso de su titulación, qué fraudes no cometería siendo presidente de México. Además, dijeron, que México no se merecía un presidente “copión” e “ignorante”.

La pregunta es: ¿por qué ahora que una funcionaria que ostenta un alto cargo como ministra de la Suprema Corte no actúan igual? ¿Por incongruencia y falta de moral? ¿O por el simple hecho de que se trata de uno de los suyos?

A saber, el caso del plagio de Peña Nieto fue por una pequeña parte de su tesis. En cambio, el de la ministra Esquivel es por casi la totalidad, alrededor de un 90 por ciento de su contenido.

Es más, Esquivel amenazó y coaccionó a varios funcionarios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para que abogaran en su defensa, para que dijeran que su tesis era de ella, un trabajo profesional de investigación de su propia autoría. Y fue tan mezquina que hasta contrató a un notario para que presentara declaraciones del abogado Ulises Báez Gutiérrez diciendo que él había tomado información, datos y fuentes de la tesis de la ministra para elaborar la suya, declarándose como plagiario.

Ulises Báez salió a desmentirlo. Dijo que él nunca dio ninguna declaración y menos su consentimiento para que un notario la tomara. Afirmó que durante el tiempo que explotó el escándalo y se mostró la supuesta declaración, él estaba enfermo, encerrado en su casa, postrado en cama por neumonía.

¿Dónde está aquello de que serían diferentes? En lugar de oponerse a las bajezas de la ministra, la respaldaron. No le pidieron la renuncia, tal como hicieron con Peña Nieto. Todo lo contrario, buscaron explotar el escándalo para sacar ganancias políticas. Desataron a sus huestes para victimizar a Esquivel en los medios de comunicación, en las redes sociales, tratando potenciar su postulación. Y no lo lograron.

Lo que sí lograron es quedar en ridículo. Demostrar en los hechos que su discurso de buena moral y honestidad es letra muerta. Porque en el fondo son igual o peores que los del pasado.

VERGÜENZA

Un apotegma bíblico nos enseña que las palabras se arrastran. “Que vuestro sí sea sí y vuestro no sea no”, refiere. Los cuatroteístas deberían tenerlo presente para cumplir a cabalidad con lo que prometen y ser honestos con el proyecto que han llamado como la Cuarta Transformación de México. Pues con este tipo de asuntos quedan mal parados frente a la opinión pública, que cada día los tiene en menos aprecio.

En nada sirve ahora que salgan a los medios a felicitar a la ministra Norma Lucía Piña. A hacer declaraciones como “que una mujer presida un órgano tan importante es otra muestra de la transformación que estamos viviendo y lo celebramos”, tal como lo hizo el líder nacional de Morena, Mario Delgado, en sus redes sociales.

Es una vergüenza que digan que la elección de la ministra es “otra muestra de la transformación que estamos viviendo” cuando fueron ellos, los supuestos transformadores de la patria, los primeros que trataron de impedir y boicotear este nombramiento histórico.

Si tuvieran un poquito de congruencia, mejor se hubieran quedado callados.

@_MarioCaballero

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