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Letras Desnudas

Mario Caballero

Que lo entienda el que lo quiera entender. La marcha del domingo en contra de la reforma electoral de Andrés Manuel López Obrador no es, en ningún sentido, una victoria para la oposición y tampoco una derrota para el presidente. Es más bien señal inequívoca de que la democracia en México vive y que es capaz de salir a las calles a manifestarse, mostrarse real.

Desde luego, en lo personal festejo que más de 100 mil personas hayan marchado por lo que en lo particular consideran una iniciativa de reforma constitucional errónea.

Así como también de que la marcha no se haya llenado de infiltrados para criminalizar a los manifestantes, de policías que llevaran la orden de reprimir, ni de grupos antagónicos al gobierno que empañaran el propósito con actos de violencia y vandalismo.

En fin, que la marcha se haya llevado a cabo civilizadamente y que las personas ejercieran su legítimo derecho de hacer visible su descontento.

En ese sentido, la oposición puede vendernos la supina idea de que lo ocurrido fue una victoria. Está en su derecho de hacerlo, pero no hay nada más alejado que eso. Y tampoco el presidente de la República puede decir, menos afirmar, que la marcha fue poca cosa, minimizarla pues. Porque las imágenes son claras: hubo más de cien mil gentes marchando. Un familiar de este columnista que acudió a la marcha contó, a dedo, alrededor de 10 mil personas en las primeras dos calles largas del Paseo de la Reforma antes de que la marcha empezara.

¿Pero por qué no es una victoria de la oposición y una derrota para el presidente? Me explico.

¿VICTORIA?

Primeramente, porque todo ese mundo de gente no fue movida en defensa de la agenda opositora, sino del INE, institución que creen que desaparecerá de ser aprobada la reforma electoral. Esta creencia, dicho sea de paso, tampoco es del todo correcta.

Es cierto, dicha iniciativa contiene cambios radicales al sistema político electoral, pero de ahí que busque destruir al INE es una falsedad. Lo que propone es sustituirlo por otro llamado Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC).

También es cierto que muchos de esos cambios que pretenden realizarse representan un retroceso para nuestra democracia e incluyen riesgos de que la confiabilidad y certeza de las elecciones se pierda. Como es el hecho de la eliminación de los tribunales y órganos electorales locales, que tienen una enorme responsabilidad en la organización de las elecciones, conteo de los votos, resolución de las controversias poselectorales, entre otros. Así como la elección de los consejeros y titulares con el voto ciudadano.

Entonces, los ciudadanos se movilizaron en contra de la suposición, de una idea falsa. No lo hicieron motivados y menos a favor de una propuesta o de un candidato específico de la oposición.

O sea, ¿cuál victoria? Que la gente haya salido a las calles por un mal imaginado no es un triunfo para los partidos de la oposición en ninguna manera. Muy distinto es que esas decenas de miles de personas lo hubieran hecho en apoyo a un ofrecimiento del PRI, PAN, PRD o Movimiento Ciudadano, por ejemplo, una iniciativa de ley, mayor presupuesto para la cultura, la investigación, la academia, la cancelación del Tren Maya o la refinería de Dos Bocas, etcétera. Pero no fue así.

Claro, no se demerita la participación de los grupos opositores y que hayan puesto su granito de arena en la convocatoria y realización de la mega marcha. Hasta ahí –creo- su mayor mérito y victoria.

Hay algo más que muchos todavía no han visto o no han querido ver. Y es que con esta marcha el más beneficiado podría ser el propio presidente López Obrador. ¡Qué ironía!

NO HAY DERROTA

Lo digo por varias razones.

Una de ellas es que si la gente marchó creyendo la mentira de que el INE desaparecerá y que la democracia tal como la conocemos llegará a su fin de la mano de esta reforma electoral, no hace sino ridiculizar la marcha y desacreditar a la oposición.

Otra, mayor en importancia, es que lo que más le conviene al presidente y a su partido es que la oposición se agrupe en torno a mantener las cosas tal como están, es decir, oponerse al cambio institucional en lugar de fomentar el cambio.

No digo que la reforma esté bien tal como está, ya dijimos que hay planteamientos que van en contra a tener elecciones confiables y legítimas, y a contar con un órgano electoral imparcial y autónomo. Lo más pertinente es que la reforma se piense mejor y se hagan las modificaciones que inspiren un cambio para mejorar, no para retroceder en lo mucho que se ha avanzado.

Por tanto, oponerse a rajatabla a la aprobación de la reforma hace que la marcha sea perfecta para el presidente Andrés Manuel, ya que le está permitiendo seguir siendo el abanderado del cambio, mientras que los de la oposición se ven como los defensores del no-cambio.

Esto debería verse con todo el interés posible. Pues en una democracia las invitaciones a no cambiar nada para que todo siga igual, casi nunca ha ganado elecciones y no genera confianza en la sociedad. Son las propuestas de cambio las que lo hacen. Se necesitan ideas, nuevos planteamientos para construir el desarrollo del país desde la mejora de las instituciones.

Irónico, también, que miles de personas, acompañadas por los partidos de oposición, hayan salido a las calles a defender a la institución que le ha permitido sus más grandes victorias al presidente López Obrador.

Es más, claramente la mayoría de las personas que marcharon el domingo fueron personas de la urbe, personas víctimas de la polarización política que se vive en el país, que de alguna manera son afectados por las decisiones del primer mandatario o quienes la situación actual de la economía y la inseguridad les disgusta.

Y algo más, es de notar que las personas de más bajos recursos, la gente pobre, la que vive al día y a veces ni eso, no les importó la marcha porque para ellos mantener las cosas tal como están no es importante, lo que les importa es cambiarlas. Por eso votaron por López Obrador y su partido, porque les dio la esperanza del cambio en la vida política nacional.

Entonces, ¿salió derrotado el lopezobradorismo? No lo creo.

LO QUE POSIBLEMENTE VIENE

En resumidas cuentas, celebro que toda esta multitud de gente haya salido a manifestarse en un acto de contundente democracia. Pero lamento que no haya sido a favor de una agenda de la oposición. Porque necesitamos que haya oposición.

No obstante, con esto queda marcado que muy posiblemente la oposición gane en 2024 en la Ciudad de México. Pero a nivel nacional es muy distinto, porque aquí el voto de las clases bajas, de los ciudadanos que viven en los pueblos, de los pobres, sí importa, y mucho. Por lo que es de esperarse que Morena, en lo que a la elección presidencial respecta, continúe imbatible.

@_MarioCaballero

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