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Letras Desnudas

Mario Caballero

México y su afición son tan grandes como para merecer una selección de fútbol tan mediocre.

Escribo esto un día antes de que se dispute el tercer partido de la Selección Mexicana en el Mundial de Catar contra Arabia Saudita, pero independientemente de cuál sea el resultado, de si logra pasar a la siguiente ronda o no, es preciso hacer algunos cuestionamientos.

Por ejemplo, ¿vale la pena rendir tanta pasión por un equipo que no cumple? ¿Para qué poner nuestras esperanzas de que algún día éste se alce con la copa si en cada gesta mundialista es siempre la misma historia de derrotas?

Lo cierto es que los mexicanos nos volvemos, cada cuatro años, en nombre de esa misma pasión y esperanza, en masoquistas. De la misma manera en que votamos por tal o cual partido político que nos ofrece un cambio en la vida pública, así como mejores oportunidades de vida, mejores empleos, acabar con la pobreza, eliminar la corrupción y la impunidad y conducirnos al tan anhelado progreso, así nos entregamos por una selección de fútbol que no pone todo su esfuerzo por dar buenos resultados en la cancha. Ni siquiera aceptables. Pierde y nos falla a todos: una y otra vez.

Por eso dije que la afición, esa gran comunidad que llena estadios, no merece un equipo tan mediocre, sino uno mejor. Y hay excelentes razones para pensarlo de esta manera.

LA AFICIÓN

Abundo. Para el Mundial de Catar, México es uno de los cuatro países extranjeros que más boletos compró para estar ahí, apoyando a su selección y su país.

En lo personal conozco mucha gente, algunos familiares inclusive, que para adquirir los boletos hipotecaron sus casas, vendieron sus coches, empeñaron reliquias familiares o pidieron préstamos bancarios. En las redes sociales se dieron a conocer historias de personas que hicieron cada locura, como rifar sus mascotas.

¿Merecen que después de tanto esfuerzo y sacrificio terminen decepcionados por su selección? Claro que no.

Además, los aficionados mexicanos son un público entregado, que llega a los estadios con disfraces maravillosos, incienso, copal, plumas, que en la aduana les dicen que no pueden importar chiles serranos y les dicen que es su ropa hecha de chiles. Cargan con maletas llenas de matracas, de a montón, con sombreros de ala extra que tapan la vista a tres filas superiores. En pocas palabras, son una hincha apasionada por un equipo que rara vez ha cumplido.

Por esa misma pasión y entusiasmo, no es nada extraño que los mexicanos tengan como grito de guerra “sí se puede”, que lanzan desde las gradas y que por desgracia y por una entrega no recíproca sea la demostración empírica que de que hasta ahora no se ha podido, y que los jugadores no han logrado entender, después de tantos años de derrotas, que sí pueden.

Es más, no sería una exageración decir que el público de México, ya sea en los estadios, ya sea frente a las pantallas de televisión, hace más esfuerzo que los jugadores. Seguro estoy que, si hubiera un mundial de aficiones, México estaría en la final.

CORRUPCIÓN

En todo este asunto no hay que dejar de ver la corrupción que ocurre en torno al fútbol mexicano. Pues no podemos ser ciegos a que tenemos una liga sumamente corrupta, que se dedica en su mayoría a la especulación económica.

Tenemos, verbigracia, el caso del equipo Cruz Azul, uno de los más aclamados de México, que, aunque sigue vivo estuvo involucrado en 2020 en deleznables y escandalosos actos de corrupción. Donde los protagonistas no fueron los que están en la cancha, sino en las altas oficinas.

Durante ese año, las cuentas bancarias de la empresa Cementos Cruz Azul, dueña del equipo, estuvieron congeladas por varios días debido a una investigación por lavado de dinero y delincuencia organizada en su contra ejecutada por la Unidad de Inteligencia Financiera.

También las cuentas de tres de sus directivos estuvieron congeladas, en especial el de su representante legal Guillermo Álvarez, quien junto con su hermano Alfredo Álvarez y Víctor Garcés, fue señalado de fraude y lavado de 1.2 millones de pesos, que movió en otros países y mediante supuestas empresas fantasma.

De acuerdo con estas investigaciones, el presunto esquema de lavado de dinero implica cientos de millones de pesos en facturas falsas y parte de las ganancias se usaron para comprar bienes raíces en Estados Unidos. Lo que concierne a “Billy” Álvarez, se dijo que también ocultó millones de pesos en España y Estados Unidos, y que entre sus principales cómplices recibía hasta 40 millones de dólares para no ser campeón.

En otra parte, difícil negar que los partidos de fútbol en México se volvieron en pancarta de publicidades, que en la televisión aparecen ininterrumpidos por comerciales que violan la integridad del aficionado y que los jugadores traen puestos más anuncios que camiseta.

Es decir, ha sido siempre prioridad el lucro económico y después, mucho después, el fútbol: “el juego del hombre” como lo calificaría el histórico cronista deportivo Ángel Fernández.

LOS JUGADORES

Así pasamos a los jugadores, que tienen gran culpa en esta larguísima historia de derrotas.

Aunque siendo sinceros su culpa es en parte. Porque si por un lado se les recrimina su falta de profesionalismo, su falta de interés y responsabilidad en la cancha, sus excesos en las concentraciones, sus borracheras y orgías horas antes de empezar un partido mundialista; por el otro, los futbolistas mexicanos no cuentan con garantías para su desarrollo deportivo y estabilidad económica para cuando llegue el término de su efímera carrera.

Para empezar, no hay una institución que los respalde. Mientras países como Colombia y Argentina tienen sindicatos futbolistas, en México no existe nada de eso.

A la sazón, ¿cómo pedirle a un jugador que asuma responsabilidades en la cancha si no tiene derechos fuera de ésta?

Gana mucho, claro, pero su permanencia en el equipo es como la de un esclavo de lujo. Lo pueden vender en cualquier momento y como hay mini-torneos cada seis meses en los que se venden jugadores, no hay consistencia, no hay continuidad de un entrenamiento.

Por desgracia esta mala estructura del fútbol mexicano da mucho dinero, igual que la telebasura, entonces ¿para qué harían las cosas bien si haciéndolas mal les pagan tanto?

EL TATA MARTINO

Todo lo que podemos decir de Gerardo “Tata” Martino se resume en el partido contra Argentina, que al sacar al más ofensivo de los nuestros, el “Chucky” Lozano, nos dice que lo suyo es evitar el triunfo. Un gesto reprobable y evidente de sumisión ante el rival.

LA PASIÓN

A pesar de todo esto, estoy seguro que hoy estaremos nuevamente en el estadio o pegados a las pantallas, unidos en una pasión, cantando el coro de siempre, aferrados a la misma esperanza, anhelando gritar el gol de nuestra selección y deseando reencontrarnos en un cuarto partido que se nos hace lejano. La mejor de las suertes a todos nosotros.

Ojalá tuviéramos un fútbol y un equipo parecido a la pasión que tenemos en las tribunas.

@_MarioCaballero

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