Letras Desnudas
Mario Caballero
En estos días, Rubén Zuarth Esquinca dio muestra una vez más de la congruencia ideológica y política que lo ha acompañado desde siempre en su carrera. Me refiero al discurso que pronunció en la tribuna del Congreso del Estado que a muchos diputados entusiasmó, pero a otros les provocó ardor y comezón.
Proporciono un poco de contexto.
La política es una profesión de políticos, no de vulgares oportunistas. Pues de ella obedece la toma de decisiones en pos de cumplir objetivos, llegar a acuerdos, facilitar la vida en sociedad y, por supuesto, resolver conflictos por la vía pacífica y democrática.
Los políticos, en este sentido, deben ser conscientes de la responsabilidad que contraen al asumir un cargo público. Deben ejercerlo con integridad y compromiso, poniendo por delante el interés colectivo y el bienestar de la mayoría. Es decir, no pueden improvisar y realizar acciones a la ligera, ya que de lo que hagan o dejen de hacer depende la seguridad, la tranquilidad y hasta la vida misma de las personas.
Dentro de su responsabilidad pública tienen que mostrar congruencia. Manifestar cuál es el pensamiento, los valores y principios que rigen su conducta. Y, desde luego, apegarse a este conjunto de ideas. Dicho de otro modo, que su comportamiento vaya en sintonía con lo que dicen, defienden, promueven y hasta con lo que cuestionan.
El diputado Rubén Zuarth es un político profesional. En más de una ocasión ha mencionado que considera la política como el mejor instrumento para llevar justicia social a las personas; para promover la educación y el crecimiento económico; para combatir la pobreza y la corrupción; para generar oportunidades y mejores condiciones de vida.
Por lo mismo, en su desempeño como legislador y dirigente estatal del PRI ha trabajado cercano a la gente, buscando que se garanticen los derechos a la educación, la salud y la vivienda digna. Asimismo, por fortalecer los programas sociales, reactivar la actividad económica local, generar empleos y recuperar la credibilidad de las instituciones.
EL LLAMADO
Dicho esto, es claro que Rubén Zuarth es un político congruente y con autoridad moral para decir lo que dijo en su discurso de días recientes ante sus homólogos.
En primer lugar, pidió la unidad de todas las fuerzas políticas del Congreso para afrontar los retos que le tocan a la nueva legislatura. Aseguró que sólo sumando, proponiendo y construyendo, sin caer en divisiones y en absurdas disputas políticas, será posible mejorar la realidad de los campesinos, las comunidades indígenas, los migrantes, las juventudes, las mujeres y de todos los chiapanecos.
“Sin duda una realidad desafiante y compleja que nos llama a todos, todos los días, a generar las mejores respuestas”, dijo.
Es cierto, lo que corresponde en estos momentos es conjuntar los esfuerzos de todos los que ahora tienen la inconmensurable responsabilidad de representar los intereses de los ciudadanos. Ya lo decíamos líneas antes, la política se trata de tomar acuerdos que beneficien a la mayoría. Y ellos, como diputados, tienen en sus manos la oportunidad de hacer la diferencia en estos tiempos complejos a través de la generación de propuestas, iniciativas de ley y gestiones que coadyuven a la solución de las distintas problemáticas sociales.
SECO EL ELOTAZO
En segundo lugar, Zuarth tuvo el arrojo de llamar a las cosas por su nombre y poner el dedo en aquellos legisladores oportunistas.
Transcribo sus palabras: “Pero más aún debemos evitar el sospechosismo que provocan algunos con su sola presencia, de que este Congreso sea catalogado como la guarida o el refugio de quienes habiendo tenido la oportunidad de servir sólo se dedicaron a lastimar, dividir, confrontar, y, lo que es peor, utilizaron su supuesto poder para corromper los equilibrios institucionales y que hoy nos lastiman profundamente a las y los chiapanecos. Que no vayan esos personajes a querer lavar sus culpas del pasado en esta soberanía popular, porque no se los vamos a permitir”.
Obviamente, Rubén Zuarth no tenía que nombrar a esos diputados. Menos todavía cuando su principal objetivo es convocar a la unidad de todos los congresistas a servir con compromiso y responsabilidad a los chiapanecos.
Sin embargo, no podemos soslayar la congruencia en sus palabras. Pide rectitud y profesionalismo en la función legislativa, pero no hay que dejar de ver las manzanas podridas que hay en el Congreso.
Como Uriel Estrada Martínez, de quien hay denuncias por abuso de autoridad, corrupción y delincuencia organizada durante su desempeño como auditor superior del estado.
Hay documentos, testimonios y diversas investigaciones periodísticas que revelan que Estrada Martínez extorsionó a los presidentes municipales, a los que les exigía moches que iban desde los dos hasta los 8 millones de pesos a cambio de no hacerles observaciones en la cuenta pública.
No es todo. Se comenta que con los recursos que obtuvo mediante esta práctica financió su campaña política a diputado por el distrito ocho con cabecera en Simojovel. De hecho, usurpó la candidatura de esta diputación que por derecho le correspondía a un integrante de los pueblos originarios.
Aparte, fuentes a este columnista refieren que los bares, cantinas y antros de Uriel Estrada sirven para lavar dinero de orígenes sospechosos que después son enviados a la ciudad de Mérida, donde una persona lo invierte en el negocio inmobiliario.
Otro caso es el de Javier Jiménez Jiménez, exsecretario de Hacienda del Estado.
Este pequeño personaje, que les anda rogando a las bancadas que le arrojen un salvavidas para mantenerse a flote, ya que se quedó como perro sin dueño, está acusado de desvío de recursos públicos, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito.
Sobre esto último, sólo basta ver la mansión de 8 mil metros cuadrados que construyó por el rumbo del libramiento norte poniente durante este sexenio, siendo que antes vivía en una casa modesta y humilde. Hoy disfruta de jardines, alberca, habitaciones climatizadas y hasta de un campo de futbol profesional, todo dentro de un solo inmueble.
También utilizó su poder para condicionar la dispersión de recursos a los organismos públicos a cambio de sumas de dinero y contratos de obra. Asimismo, fue el rey del nepotismo. Cuentan que colocó a su familia y demás recomendados en buenos puestos dentro de las distintas dependencias del Gobierno del Estado. Y si quería algún puesto en especial, enviaba a sus amantes a correr a los funcionarios que los ostentaban.
Para mayor inri, se autoproclama aliado de Eduardo Ramírez Aguilar cuando se sabe que estuvo apoyando política y económicamente a la senadora, que incluso está repitiendo en el cargo en este momento, que buscó ser candidata de Morena a la gubernatura. Es más, hay testimonios que aseguran que esta senadora lo visitaba frecuentemente en sus oficinas del piso once en la Torre Chiapas, y hubo ocasiones en que la vieron salir por el elevador privado cargando portafolios presuntamente llenos con dinero en efectivo.
JUICIO POLÍTICO
Tras el pronunciamiento del diputado Rubén Zuarth sería bueno que se emprendiera un juicio político contra estos dos diputados. Pues es claro que Uriel Estrada y Javier Jiménez buscaron el cargo legislativo, pero no con la intención de serviles a los chiapanecos, sino para refugiarse detrás del fuero.
Al tiempo.