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Letras Desnudas

Mario Caballero

A Juan Sabines Guerrero nunca le importó Chiapas. Eso está claro. Si vino al estado fue por el vil lucro. En alguna parte de su desestabilizada cabeza intuía que su famoso apellido le podía agenciar bienestar y riqueza. Para desgracia de los chiapanecos, acertó. Mediante una carrera política meteórica, pasó de ser un don nadie a diputado local, presidente municipal y, por último, gobernador.

La historia de lo que fue su administración la sabemos todos. En resumidas cuentas, se trató de un sexenio inmoral, corrupto y enviciado. No realizó obras importantes, pero dilapidó y desvío miles de millones de pesos por ese rubro. Los programas sociales que emprendió no mejoraron la situación de pobreza, marginación, salud y educación de los chiapanecos, pero le dieron el pretexto para seguir saqueando los recursos del estado y el mayor resultado de todo ello fueron más de 350 mil pobres más.

¡Ah! A todo esto, condenó a tres generaciones a pagar una deuda que alcanza los 20 mil millones de pesos, más una cantidad similar por deuda con proveedores, lo que da un total de 40 mil millones de pesos, que tendremos que pagar nosotros con nuestros impuestos de aquí hasta el 2036. Claro, con sus respectivos intereses.

Por eso, ¿cómo es posible que después de todo el daño que le hizo al estado pretenda regresar al poder? Es un insulto a nuestra inteligencia.

ESBIRROS

Esto nos habla, por supuesto, de la ambición del que hoy se dice cónsul, pero también de la pérdida de valores esenciales de la clase política. Cuando los ciudadanos merecemos servidores públicos comprometidos, nos topamos con gente como Juan Sabines que está al servicio del dinero y las complicidades. Se sabe que parte de la fortuna que almacenó durante su “gobierno” está dilapidado en sus vicios, en sus guajiros proyectos políticos y en una importante inversión en bienes raíces. Si antes de llegar a Chiapas mendigaba pan, ahora es multimillonario.

Para su anhelado regreso al poder, Sabines ha enviado al estado a gente que fueron pilares en su administración. Personalidades que cuando desempeñaron los cargos confundieron la gimnasia con la magnesia. No entendieron que la política es, ante todo, un servicio a la comunidad, una profesión que merece una entrega profunda e incondicional que tiene el fin primigenio de garantizar los derechos a la salud, educación, vivienda, seguridad, libertad, democracia y bienestar de las personas.

Ellos, los ex funcionarios sabinistas, por el contrario, se destacaron por su corrupción, abusos de autoridad, ineptitud en el servicio público y finalmente por su impunidad. Todos, cínicamente, disfrutan de una vida llena de excentricidades, con grandes propiedades y una riqueza que legítimamente les pertenece a los chiapanecos.

A los últimos que ha mandado a realizar operaciones políticas en Chiapas es a Nemesio Ponce Sánchez, Manuel Burgos y Juan Carlos López Fernández. Los tres han tenido el descaro incluso de asegurar que ya tienen amarrado un lugar en el próximo gobierno a través de un alto funcionario federal.

¿Cómo podemos interpretar tan monumental descaro? Si quieren el poder es por el poder mismo. Si antes no hicieron nada por el estado sino sólo saquear; ahora más viejos y más mañosos lo único que se espera es que se lleven lo que no se pudieron llevar o lo que no les dio tiempo tomar.

Veamos el caso de Nemesio Ponce, quien llegó de la Ciudad de México en un destartalado Pointer color rojo.

Así fue. Ponce, que en el sabinato fue llamado “el doctor del Palacio”, no era si no un simple camillero en un hospital rascuache de la capital del país, que vivía en un cuartucho de 5×5 mts. en la colonia populosa Gertrudis Sánchez y él mismo, en una de sus borracheras, les contó a sus comensales en tono sarcástico que le quedó debiendo la compostura del Pointer a un mecánico que se lo echó a andar para venir a Chiapas, pero que ahora tenía tanto dinero que era dueño de varios automóviles de lujo.

Fue subsecretario de Gobierno y el brazo ejecutor de Juan Sabines. Es el responsable directo de innumerables abusos de poder, como la represión a comunidades indígenas, persecuciones y exilios políticos, amenazas de muerte en contra de los opositores al régimen y de enviar a la cárcel de manera injustificada a líderes campesinos, políticos, magisteriales y periodistas.

A través de uno de sus ahijados tuvo control sobre la asignación de contratos de obra pública en la antigua Secretaría de Infraestructura, los que entregaba por adjudicación directa a empresas de sus amigos. Asimismo, colocó a su esposa, Martha Jiménez, en la dirección del Sistema DIF estatal, donde hizo jugosos negocios con el tema de los desayunos escolares. Y a dos de sus hermanos les consiguió plazas de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Chiapas.

Entre sus propiedades tiene un departamento en la zona exclusiva de Polanco en la Ciudad de México valuado en 12.5 millones de pesos, otro en Cancún por 15 millones y en Tuxtla Gutiérrez tiene una mansión, que se compone de alberca, jardines, cava climatizada y otros lujos. Ahí, según cuentan, guarda varios autos de su colección. Todo eso lo logró en tan sólo seis años.

Juan Carlos López Fernández, por otro lado, pasó de ser un insulso empleado de mostrador en un local comercial, en Palenque, a director del Instituto de Comunicación Social del Gobierno del Estado. Se cuenta que desde esa posición amedrantó periodistas y fraguó importantes negocios con algunos medios ficticios que solo los utilizaba para facturar y generar autocobranza.

El sabinato fue para él la inmejorable oportunidad para desarrollar su carrera política. Pues de Icoso saltó a una diputación local y, sin tener arraigo en Palenque, por influencias de Sabines y Nemesio Ponce entró con calzador a la Cámara de Diputados, donde su labor legislativa fue fútil e irrelevante.

A Manuel Burgos García también le fue genial en ese sexenio de depredación y conchabanza. Ostentó los cargos de subprocurador al lado del ex zar antidrogas Mariano Herrán Salvatti (q.e.p.d.) y después fue nombrado director del Centro Estatal de Control y Confianza, donde ejerció presiones, intimidaciones y extorsiones sobre mandos policiales.

En el colmo, su esposa fue funcionaria de primer nivel en el Sistema Chiapaneco de Radio y Televisión y su madre ocupó un alto cargo en el DIF estatal.

¿DE VERAS?

Con gente de esta calaña Juan Sabines pretende su regreso al poder en Chiapas. Una barbaridad.

Los antes mencionados estuvieron en días recientes en distintos puntos del estado haciendo operación política, pero ¿en realidad creen que tener cabida en algún futuro gobierno? Es más, en el supuesto caso de que estén inmiscuidos con susodicho alto funcionario de la 4T, ¿qué podrían aportarle? Son sumas que restan. Su sola mención obstaculizaría y mancharía hasta al más combatiente proyecto político.

La Cuarta Transformación y los chiapanecos no los necesitan.@_MarioCaballero

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