Letras Desnudas

Mario Caballero

El año pasado, más o menos por estas fechas, Chiapas se había convertido en la comidilla de prácticamente todo el país. En los medios de comunicación, en especial los de audiencia nacional, no se hablaba de otra cosa sino de cómo después de ser un estado tranquilo se convirtió en un campo de batalla, donde diversos cárteles del narcotráfico y la delincuencia organizada poseían el control de municipios y regiones enteras.

Periodistas y analistas políticos de renombre reflexionaban de que a pesar de ser Chiapas la única entidad de la República que por voluntad propia se anexó a México, no había obtenido más que olvido y desprecio por el Gobierno Federal, que en cambio sí ha recibido durante muchos años grandes beneficios de este maravilloso estado y ha aprovechado nuestros recursos naturales.

Y no obstante el desprecio, Chiapas logró mantenerse en paz a diferencia de otras regiones del país, y los ciudadanos podían divertirse, pasear y vivir con seguridad.

Tristemente, esa paz y seguridad se perdieron. Los chiapanecos pensamos, igual que millones de mexicanos, que el cambio de gobierno traería progreso, salud, mejores servicios públicos, bienestar, estabilidad gubernamental, pero no fue así.

La falta de autoridad en el ejercicio del poder, en especial en el sexenio pasado, propició que grupos delincuenciales se posicionaran en nuestro territorio e hicieran lo que les viniera en gana.

A finales de 1993, Chiapas fue noticia por la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, empezando una guerra absurda en la que claramente los indígenas fueron engañados por gente hambrienta de poder, que no buscaba el bienestar y menos justicia para los pueblos originarios, sino gobernar México.

Hasta hace algunos meses, y desde 2021, Chiapas volvió a ser noticia por el acelerado incremento de la inseguridad y la violencia en distintas regiones, donde se fueron acumulando las cifras de asesinatos, secuestros, desparecidos, víctimas del cobro de piso, asaltos carreteros, bloqueos, desplazamientos forzados, entre otros delitos adjudicados al crimen organizado.

Como lo mencionamos líneas arriba, la falta de gobierno permitió que los cárteles se asentaran en Chiapas y pelearan las plazas debido a la cercanía con Guatemala y Centroamérica, que representa un paso lucrativo para el tráfico ilegal de drogas y migrantes.

Las noticias, por lo tanto, iban desde la presentación de colgados, empresarios asesinados, fosas clandestinas descubiertas y la utilización de civiles por grupos criminales para la toma de carreteras y otros ilícitos.

Más aberrante todavía fue saber que el entonces gobernador Rutilio Escandón estaba más preocupado por dar el pronóstico del clima que por garantizar la seguridad de los chiapanecos. Cínicamente, todas las mañanas salía a decir que todo estaba bien, que Chiapas se ubicaba entre los tres estados más seguros del país, mientras municipios como Tapachula y Tuxtla Gutiérrez ocupaban el primero y el sexto lugar con los índices más altos de percepción de inseguridad. Una burla.

UNA NUEVA ERA

Como ciudadano chiapaneco me alegra que las cosas hayan cambiado tras la llegada del nuevo gobierno.

En primer lugar, se recuperaron los espacios que había ocupado la delincuencia por la incapacidad, negligencia o corrupción de la pasada administración.

Aplaudo el valor y el coraje con que el gobernador Eduardo Ramírez enfrentó desde el primer día de su mandato al crimen organizado. Asumió con estrategia, pero sobre todo con gran responsabilidad, el desafío de devolverle la paz y la seguridad al estado.

En lugar de quedarse con los brazos cruzados, igual que todos los gobernadores de la República que incluso se han lavado las manos al dejar que la Federación se ocupe de resolver los temas del narcotráfico y la delincuencia organizada, él se arremangó las mangas y se puso a trabajar para solucionar el problema.

Ciertamente, la Federación debe actuar contundente y decididamente en el combate al crimen. Sin embargo, nada impide que las autoridades estatales intervengan en las acciones de combate a la inseguridad y al crimen organizado. Pero se requieren ganas, decisión y voluntad para hacerlo. Y, obvio, también pantalones.

El gobernador Eduardo Ramírez le entró con determinación. La creación de la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal (FRIP) fue fundamental en el nuevo modelo de seguridad. Y los resultados son visibles.

En primer lugar, Tapachula pasó del primer al octavo lugar en el ranking de percepción de inseguridad nacional, y Tuxtla pasó del sexto al 33, lo cual son avances sobresalientes que tienen un impacto directo en la vida de la sociedad.

Segundo, los altos índices de delitos de alto impacto, como los asaltos a carreteras, los homicidios, las desapariciones forzadas, los desplazamientos, la extorsión, el secuestro, hoy son parte del pasado.

Nadie con dos dedos de frente puede negar que durante la segunda mitad del sexenio anterior vivimos una época difícil, con balaceras y enfrentamientos que cada día se fueron haciendo más comunes, parte del paisaje chiapaneco. Inclusive, nos fuimos acostumbrando a los hallazgos de cadáveres tirados en la orilla de la carretera y a los restos humanos dentro de bolsas negras.

En este momento, Chiapas es el segundo estado más seguro para vivir, visitar e invertir. Pues de acuerdo con el más reciente reporte del Inegi, somos la entidad con la segunda tasa más baja de delitos de alto impacto del país.

¿Recuerda que hace un año distintos medios de comunicación tanto locales como nacionales informaron acerca del exilio de cientos de familias de la Sierra Mariscal que abandonaron sus hogares por la violencia del crimen organizado?

Bueno, desde hace más de tres meses habitantes de municipios de esa región como Siltepec, Chicomuselo y Frontera Comalapa volvieron a sus hogares. Recuperaron sus vidas, sus bienes, su seguridad. Los niños volvieron a la escuela, la actividad económica se reanudó y es posible caminar nuevamente en las calles sin la preocupación de sufrir un atentado por hombres armados.

HAY GOBIERNO

Aceptémoslo: la ingobernabilidad del sexenio anterior provocó la pérdida de la paz y la seguridad, y es la gobernabilidad actual la que las recobró.

Eduardo Ramírez ha utilizado toda su capacidad para recomponer un estado que cayó en un vacío de poder. Con coraje, carácter, determinación y valor está garantizando la paz social y la seguridad de las familias.

Donde antes había zozobra, incertidumbre y miedo, ahora se respira tranquilidad. Los padres de familia ya pueden enviar a sus niños a la tiendita de la esquina, ya pueden dormir tranquilos mientras sus jóvenes se divierten, ya pueden vacacionar por los diferentes atractivos turísticos de Chiapas, como Lagos de Colón, por ejemplo, que durante mucho tiempo estuvo bajo el control de las bandas criminales, y sin temor de nada.

En este sentido, las instituciones policiacas y de impartición de justicia gozan de credibilidad.

La Secretaría de Seguridad del Pueblo, la Fiscalía General del Estado, la Sedena, la Marina, la Guardia Nacional, la Fiscalía General de la República y la Secretaría de Gobernación, en coordinación con el Poder Ejecutivo chiapaneco, en esta nueva era sí están verdaderamente laborando con el ánimo y el compromiso de generar las condiciones de desarrollo económico.

En pocas palabras, ya hay gobierno.

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