Cronotopo

Roberto Morales Figueroa

«La guerra tiene reglas, las luchas en lodo tienen reglas, la política no tiene reglas.» (Ross Perot – Candidato Independiente a la Presidencia de los Estados Unidos)

En los últimos días los ojos de México se han volcado a Acapulco, ciudad mundialmente conocida por sus playas, vida de fiesta, el Baby’O y Luis Miguel; la otrora la joya turística de México, hoy vive uno de los peores momentos en su historia.

La mañana del miércoles 25 de octubre, “Otis” tocó tierra en aquel puerto con vientos superiores a los 250 km/h, ubicándolo como un huracán Catergoría 5 -hay cinco niveles, en función de la velocidad del viento, da una idea del potencial que tiene la tormenta para causar daños- en menos de doce horas pasó de ser una tormenta tropical a un devastador ciclón.

Acapulco representa 80 por ciento de la economía de Guerrero y 75 por ciento del empleo formal. Las imágenes dan cuenta del grado de la devastación y del tamaño de los retos ante los cuales los tres niveles de gobierno ya se enfrentan.

Con la misma velocidad del huracán comenzaron a propargarse por las “benditas redes sociales” rumores, información y desinformación, a la par que personas compartían sus testimonios de lo vivido en carne propia, lo cual creó el escenario ideal para que las diversas fuerzas políticas en disputa comenzaran, cada una, a jalar agua para su molino; acusaciones cruzadas en redes sociales han sido el pan de cada día desde el inicio de la tragedia. ¿Entonces no hay reglas ni excepciones para un cese a las hostilidaddes y todo puede ser utilizado como combustible político?

Pareciera ser que los niveles de polarización política que se han alcanzado hacen imposible que aún en escenarios como este, en los cules se demanda prudencia, las distintas fuerzas políticas puedan ponerse de acuerdo para sacar adelante a los damnificados; personas que no necesitan arenga ni discurso, tampoco señalamientos de culpabilidad, mucho menos polarización. Los guerrerenses lo que nesecitan es ayuda, aliento, agua, comida y un adecuado plan de salud para poder atender y prevenir.

La respuesta que se de, deberá marcar un adiós a la incompatencia de gobernantes y funcionarios -de cualquier color y orientación política-; tragedias como esta ponen de manifiesto los alcances y las deficiencias para prevenir y reaccionar, y pone una vez más el acento en lo que este país necesita: gente con capacidad y vocación de servir.

¿Qué falta? Solidaridad y sentido común, pero sobre todo empatía. En esta tragedia se medirá no solo la capacidad de los gobernantes y su estatura política, se medirá principalmente su humanidad.

Si el gobierno es insuficiente ¿en dónde está la sociedad?

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