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Paulina Vargas

Nací y crecí en la CDMX hasta el 2021, año en que el mundo cambió y tuvimos movimientos de todo tipo gracias a la pandemia. Ese año tuvimos la oportunidad de venir a Chiapas. Nunca me imaginé vivir aquí. Tengo raíces chiapanecas porque mi papá, su mamá y sus 4 hermanos son de Tapachula, pero se mudaron desde los años 60s al entonces Distrito Federal y se quedó allá. Toda su familia se mudó así que nunca visitamos el estado en plan familiar. Cosas de la vida, yo me casé con un tuxtleco, parecía que Chiapas me llamaba. Veníamos una vez al año a visitar a su familia. Pero una ciudad a la que se visita esporádicamente no es la misma ciudad a la que se visita como turista y mucho menos es la misma ciudad en la que se vive. Y como si el llamado chiapaneco no fuera suficiente con casarme y tener hijos con sangre chiapaneca, la tierra me reclamaba, me pedía, me quería. Y así en el torbellino de movimiento que ha sido la pandemia, se nos presentó la oportunidad de venir a vivir y heme aquí dejándome enamorar por Chiapas.  Escribo para inspirar a que veamos a Chiapas con los ojos de foráneos y descubran o redescubran la belleza de este estado. Porque muchas veces pasa que en lo cotidiano se pierde lo sorprendente, por eso me emociona tanto esta columna para hacerles una invitación a ver con ojos de asombro los encantos de Chiapas y de ahí, disfrutar la vida en general. 

La foránea

Me delato cuando tomo una fotografía de flores en la calle o tomo un video de los pericos cuando se posan en los árboles y sin duda cuando me dan alguna dirección y pretendo entender, pero en realidad solo me da pena que me repitan más de 3 veces la ubicación, pero sigo confundida con la 16ª poniente sur. #tunoeresdeaqui

No hay duda de que soy la nueva, y aunque mi acento es bastante neutro se puede inferir que soy de la Ciudad de México. Soy orgullosamente chilanga en toda la extensión de la bella CDMX, porque lo mismo podía ir a cenar a polanquito que ver un espectáculo de Tepito Arte Acá, pasando por todo el abanico de subdistritos federales que existen en las 16 delegaciones y área conurbada. Hace 6 meses llegué a vivir a Chiapas, venía cada año a ver a la familia, pero vivir en una ciudad no es lo mismo que estar de visita. Y creo que la clave es tener los ojos de un foraneo siendo oriundo, digamos un turista local.

Me sorprende la belleza del estado, vivo asombrada y agradecida de despertar y ver la belleza de los colores que iluminan el cielo a lo largo del día, de la abundancia de la vegetación, de lo solidarios que son los chiapanecos, pero parece que no todos se dan cuenta de todo eso. Posiblemente como lo han vivido diario ya no les parece importante, no es novedoso, sino que pasó a la aburrida cotidianeidad, o simplemente siempre ha sido así. No puedo creer que caminando por la calle al atardecer nadie más se detenga a admirar los colores del cielo, yo hasta lo quiero inmortalizar con una foto, pero después hago consciente que mejor que sacar el celular, puedo respirar el momento, puedo disfrutarlo todos los días porque ahora vivo aquí y espero que, aunque cada día me vuelva más chiapaneca nunca deje de asombrarme la belleza natural y que mejor convierta lo cotidiano en un agradecimiento gozoso.

Los modismos

Que el meco, que la colocha, que el bolo, que el chucho. Si no has escuchado el léxico chiapaneco, no sabrás de qué se habla. Los sinónimos son interesantes para lo formal pero los modismos son interesantes para lo cotidiano. Claro que el local no encuentra gracia en hablar del chucho callejero, pero a mí me parece muy chistoso escuchar palabras tan diferentes. Seguramente el impacto de escuchar a un chiapaneco en la CDMX es todavía más gracioso porque nadie a su alrededor sabría a qué se refiere, pero es que cuando uno es el externo, o se pone las pilas o se queda atrás. Bien decía mi abuelita “a dónde fueres, haz lo que vieres” muy sabia mi abuelita, tapachulteca de nacimiento.

Ir al mercado aquí esperando que me digan “pásele güerita” como en la CDMX, no iba a pasar. La cosa es fundirse, pero sin perder la esencia. Así que yo trato de sumar vocabulario para que no me agarren de bajada y sepa qué contestar cuando me preguntan si ya estoy bola. Aplicar palabras nuevas sin olvidarme de que soy: una chilanga bien chida, chelera que chambea y panbolera de corazón. Ahora que si fuera en modismos fresas sería algo así como: una mexa, whitexican, súper cool, niña bien, buenísima onda.

¡Ah, burro! A que no se habían dado cuenta de tanto modismo que usan día a día. Si pues, las fusiones son lo de hoy. Así que, sin más, ahí los dejo pensando en los modismos ¡Cámara carnales!

La Tía

Toda mi vida he sido muy dispersa y corro el riesgo de olvidar cosas, por ejemplo, los nombres de las personas. Si conocía a una nueva amiga y me invitaba a su casa, me presentaba a su mamá y yo me cuestionaba cómo decirle, si me decían su nombre era probable que lo olvidara, si no me lo decían ¿cómo le llamaba? y el dilema: le hablas de tú o de usted. Poco a poco se van creando lazos más fuertes y la confianza me ayudaba a relacionarme con las mamás de mis amig@s de tú y por su nombre. Pero llego a Chiapas y mis hijos invitan amigos a la casa y mi sorpresa que me dicen: Tía.

¡Me encantó! Es la dosis perfecta de cercanía. Sentí que lo dicen con cariño y respeto. Y no es necesario saber mi nombre porque simplemente soy la tía.

En la CDMX no se acostumbra decirle tí@ a los papás de los amigos, es más no es requisito decirle así a los familiares, yo por ejemplo les llamo por su nombre a muchos de mis ti@s porque tengo una relación cercana y somos contemporáneos. Pero sin duda es diferente el trato con familiares que con los papás de los amig@s.

Sé que en otros estados es común llamar tí@s a los amigos de los padres o a los papás de los amigos, como en el norte del país. Por ejemplo, tengo familia en Monterrey que también acostubran decir tía y tío, no es algo exclusivo chiapaneco, pero si es una costumbre igual de arraigada.

Experimentar esa terminología me hace sentir perteneciente, y estando lejos de mi familia me ayuda a nutrir esa necesidad familiar. Lo único que espero es ser la tía joven y no la tía desesperante. Pero al final del día soy una Tía feliz.

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