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Paulina Vargas

Chilanga en Chiapas

Cumplir años cuándo uno es pequeño se vive con una ilusión tremenda, emocionan los festejos, el anhelado pastel con licencia para tener un frenesí de azúcar, ser el centro de atención y hacerse mayor es un ideal constante. Por otro lado, pasa que a cierta edad uno tiene una dualidad de sentimientos en los cumpleaños porque no queremos hacernos más viejos, pero celebramos la vida que Dios nos ha permitido vivir y el cúmulo de experiencias que hemos adquirido.

Aquí en Chiapas me he encontrado con muchas personas, generalmente indígenas, que no saben su edad, no tienen idea de cuándo nacieron y por lo tanto solo tienen un cálculo inexacto de su edad. Algunas de esas personas como mi abuelita qepd, nacida en Tapachula a principios del siglo XIX, tenía una memoria convenientemente olvidadiza porque no recordaba ni su fecha de cumpleaños ni el año en que había nacido, así que pasamos toda la vida festejándola en las primaveras de marzo y pensando que era de 1918. Pero qué tal nuestra sorpresa cuando años después de que falleciera, una de mis primas se encontró un registro de su acta de nacimiento donde decía que era de noviembre de 1915.

Existen otras personas que de verdad no saben ni qué es un cumpleaños, ni un pastel, ni mucho menos una fiesta de cumpleaños. Estos son generalmente personas que viven lejos en los montes y pueblos aledaños, dónde el calendario gregoriano no es un regente de la vida ya que las comunidades viven acorde a las estaciones y horarios de la naturaleza. Por eso, estas personas no se desmotivan con no celebrar ciertos eventos pues viven la vida diferente y ellos son gentes plenas y felices.

Como muchos de los contrastes que me he encontrado aquí en Chiapas, existe el otro lado de la moneda y es que hay otros grupos de personas que festejan en grande y no dejan pasar desapercibido un cumpleaños, es más, la celebración dura varios días y ni tiempo para entristecerse porque uno se hace mayor ¡no señor! Se festeja la vida, y los chiapanecos saben echar fiesta.

Así que yo como nueva local, y con sangre chiapaneca en mis venas, decidí adoptar la mayor cantidad de tradiciones referente al cumpleaños para mí y mi familia, dando así un festejo colorido, alegre y delicioso.

En vísperas del día de cumpleaños damos inicio oficial a los festejos con la tradición tuxtleca de “coronar” al festejado. Voy al mercado, o mando a hacer con expertos floristas coronas llenas de colores y olores, da igual si es hombre o mujer el festejado, mando a hacer una corona digna de un rey y reina para que el cumpleañero sienta que la madre naturaleza misma lo designa de la nobleza natural. Eso obviamente acompañado de las rimas que proclama el encargado de coronar al festejado. Y terminamos cenando tamales en familia. Debo confesar que esta celebración ha tenido sus variaciones con cena de tacos por petición del cumpleañero o coronando a la hora de la comida para que la cena no nos caiga tan pesado y nos deje dormir.

Al siguiente día, en la mañana del mero día del cumpleaños, nos despertamos muy temprano para acomodar la “reja”, herencia comiteca, en la puerta de quién festeja su día. Si me es posible mando a hacer banderines con el nombre y edad del cumpleañero o si no es posible por la premura del tiempo, entonces unimos varios pliegos de papel de china de colores y pintamos el número de la edad a cumplir. Pegamos la “reja” en la puerta de la habitación del festejado y tocamos a la puerta para que salga rompiendo ese umbral colorido al nuevo año de vida que inicia, mientras todos esperamos del otro lado cantando “Las Mañanitas” con un pequeño pastel y velita para que sople desde que sale el sol.

Después siguen las comidas familiares y con amigos donde el preámbulo de la comida es un manjar de botanas chiapanecas que no pueden faltar en ninguna fiesta: camarones con limón, butifarra, quesillo, cacahuates, ensalada rusa, chicharrón de barriga y demás platillos para alegrar la panza y el corazón.

Y para el pastel, ya cada uno tiene su tradición personal porque a cada uno nos gusta un pastel diferente, eso sí, de pastelerías locales. Así que depende de quién sea el festejado para su personal tradicional petición que puede ser un pastel de nuestra pastelería favorita para compartir el toque dulce del festejo.

Pues así acabo de celebrar mi cumpleaños, con una corona de flores naturales rosas y moradas y una reja con el número 41 que me recuerdan que lo más bello de cumplir años es la compañía con quién comparto el festejo de la vida que Dios me permite vivir y agradecer las experiencias buenas y malas que me dan la oportunidad de estar aquí hoy viva y llena de alegría para dar inicio a una emocionante nueva etapa. Muchos cumpleaños siento un preámbulo de preocupación porque siento que la vida me rinde cuentas cada año en mi cumpleaños, hago un análisis de los ideales que tenía de niña para saber si voy en el camino correcto, si recalculé algo o si he desperdiciado tiempo (porque para mí, el tiempo no se pierde solo se desperdicia si le damos mal uso, pero bueno o malo, el tiempo siempre nos suma) Y viviendo aquí en Chiapas, cada cumpleaños me sacudo esos momentos de intelectualismo para no sobre pensar y dar paso al gozo de celebrar con fiestas chiapanecas que hoy en día ya son para mí una tradición.

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