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Sin miedo ni vergüenza: por una lactancia digna

Enrique Jiménez De la Mora

Pluma de Gallo

Del 1 al 7 de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna. El objetivo de esta efeméride es recordarnos que este proceso debe ser pensado de una manera distinta a la que siempre creíamos. Quiero decir que, en algún tiempo, lactar, era sinónimo de tener que esconderse para celebrar un momento que sólo debía ser íntimo y, por lo tanto, las mujeres debían cambiar toda su vida y rutina para “no incomodar” a nadie. Ahora, celebramos la lactancia materna a tal grado que debemos asegurar que cualquier madre pueda ejercerla siempre que sea necesaria.

El pensamiento socializado de que la lactancia es un proceso esencialmente íntimo es un problema. Me refiero a que una mujer que alimenta a su bebé no sólo está llevando a cabo algo natural, sino profundamente necesario. En ese sentido, las mujeres en periodo de lactancia deberían tener la posibilidad de amamantar a sus bebés siempre que estos lo necesiten. Por más que se murmure por aquí y por allá que la lactancia en público “se ve mal”, la realidad es que esperar que las mujeres se sienten a amamantar en un baño o escondidas, es sumamente indigno.

La leche materna está diseñada especialmente para satisfacer las necesidades nutricionales e inmunológicas de los bebés y, por lo tanto, les ayuda a prevenir infecciones. Incluso, se recomienda que durante los primeros seis meses de vida esa sea su única fuente de alimento y sea complementaria hasta los dos años. Así de importante es no aplazar los ritmos alimentarios del bebé, mucho menos cuando es recién nacido. La leche materna es la única garantía alimentaria para las y los bebés, esto no es cosa menor.

La lactancia también es un proceso emocional. Alguna vez escuché que el vínculo de madre-hijo se consolidaba al momento de amamantar. Se trata, creo yo, de un vínculo que muchas personas jamás vamos a conocer, pero al que sin duda presento mi respeto por lo profundamente intenso que debe ser compartir con un ser humano el mismo cuerpo y luego poder alimentarlo con el propio cuerpo. Amamantar también es bueno para las madres. Físicamente, les ayuda a recuperar el tamaño de su útero, su peso y disminuye el riesgo de presentar cáncer de mama y ovario, así como de adquirir osteoporosis.

La lactancia materna nos involucra a todas y a todos. En las empresas, en los establecimientos y en todos los recintos debe haber lactarios. Para que las madres puedan ejercer su derecho a lactar en libertad y con condiciones dignas, mientras no alteramos los ciclos de alimentación de las y los bebés.

También quiero invitar a la reflexión. Dado que hoy en día no contamos con todos los lactarios necesarios, promovamos el respeto y cuidado de las madres que necesitan alimentar a sus bebés públicamente, sin importar el lugar, sin importar el momento: lactar no debería dar vergüenza, ni miedo.

¡Jala Pluma Gallo Giro!

Enrique Jiménez De la Mora.

Licenciado en Ciencias Políticas con Especialidad en Administración Pública y Políticas Públicas.

Titular de la Jefatura de Servicios de Salud en el Trabajo Prestaciones Económicas y Sociales.

I.M.S.S. O.O.A.D. Chiapas.

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