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Ámsterdam devolverá un ‘kandinsky’

Agencias

La restitución del arte robado por los nazis a la comunidad judía reúne elementos emotivos, jurídicos y administrativos que pueden alargar durante años el proceso de devolución de obras que fueron confiscadas, o vendidas bajo presión durante la Segunda Guerra Mundial. El caso de Robert Lewenstein, coleccionista holandés que en 1940 escapó a Francia con su familia huyendo de la ocupación alemana, ha seguido ese camino tortuoso desde 2013 hasta que la historia ha dado un vuelco. El Ayuntamiento de Ámsterdam ha decidido devolver a sus descendientes el óleo Pintura con casas (1909), de Vasili Kandinsky, a pesar de que no se ha podido probar el robo del mismo por parte de las fuerzas invasoras. Valorado según los medios holandeses en 20 millones de euros, la alcaldesa, Femke Halsema, quiere enmendar así “la injusticia histórica del sufrimiento de la población judía durante la contienda”. El lienzo cuelga en el museo Stedelijk, de Ámsterdam, que es también la colección municipal y una de las salas de arte moderno y contemporáneo más importantes de Europa. Sus responsables ya han anunciado que, “obviamente”, asumen el acuerdo consistorial.

El Ayuntamiento explica que su gesto “es una obligación moral que incluye retornar con generosidad arte de esta clase”, y pone fin con ello a una letanía de intentos de recuperación del kandinsky por parte de los descendientes. Puede suponer además un cambio de actitud ante cientos de obras de este origen que cuelgan todavía hoy en los museos holandeses, pero también en otros países. Y sacude la colección del Stedelijk, que exhibe el lienzo como una de sus piezas señeras desde hace 80 años. Esta fue adquirida sin saber su origen, según señalan.

El caso de los Lewenstein es singular, porque la obra formaba parte de la colección familiar -también con cuadros de Rembrandt, Van Gogh, Renoir y Manet- antes de la guerra. En 1940, Robert, que hizo una fortuna con la venta de máquinas de coser, escapó con su familia a Francia y el Ayuntamiento de Ámsterdam compró el cuadro en una subasta por 160 florines de la época. En 1923, el propio Lewenstein había pagado 500 florines por la tela, y los descendientes sostienen que este tipo de adquisiciones, a tan bajo precio, demuestran que se trataba de una venta forzosa. Sus argumentos no convencieron a la comisión holandesa para la restitución de arte confiscado por los nazis, que centró su informe de 2018 sobre este caso en la “falta de pruebas que demuestren las razones por las cuales se vendió el cuadro, ya que la familia tenía problemas económicos antes del estallido de la contienda”. Los expertos, que dependen del Ministerio de Cultura, añadieron que Irma Klein, la viuda de Robert, “no intentó recuperar la tela después de la guerra”, y tampoco creyeron demostrado “el lazo emocional de los descendientes” con la obra. Por el contrario, sí les pareció “esencial para la colección del museo”. Aunque la familia se había comprometido a aceptar la decisión de la comisión, consideraron absurdos sus argumentos y acudieron a los tribunales. Demandaron al Ayuntamiento y al museo, pero en 2020 perdieron el caso. El cuadro de Kandinsky se quedó en el Stedelijk, eso sí, con una explicación sobre su historia.

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