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Historiadores contra cronistas

Roberto Fuentes Cañizales
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
A pesar que tanto la historia como la literatura fueron “paridas” por la crónica, desde siempre ha existido una animadversión de estas ramas contra su “madre” y muchos, en pleno uso de su ignorancia, denotan las funciones del cronista hasta con antipatía, por considerarla inferior. Un error tan evidente que cae en la insensatez de querer comparar el desarrollo de las actividades del historiador con las del cronista y resulta hasta irrisorio -más aún, absurdo- intentar valorar, evaluar y calificarlas, una en función de la otra.
Sería como tratar de considerar el mejor o menor desempeño de un médico odontólogo, con un médico gastroenterólogo, que a pesar de tratar asuntos del sistema digestivo, sus funciones y áreas de especialidad son distintas. Asimismo, resulta irracional comparar los logros de un saltador de altura y un corredor de 100 metros, ambos son atletas de pista y campo, pero en diferentes disciplinas deportivas.
El historiador, como el cronista, tienen campos distintos de acción y realizan sus actividades con metodologías y técnicas acordes a sus necesidades, aunque de cierta manera tocan el quehacer, desarrollo y la actuación humana y utilizan la investigación para obtener información. Estamos convencidos que la historia requiere de una práctica profesional y de la metodología científica, mientras que la crónica no.
El revisar o no los archivos, no es determinante para el desarrollo cronístico. Recurrir a esas fuentes “primarias”, no establecen la credibilidad de sus textos, pues muchos surgen de la observación directa y presencial de los acontecimientos. En esencia, se escriben crónicas de lo que ves, sientes, pruebas o escuchas. Desde luego, hay crónicas que requieren de la consulta documental, como libros, periódicos, revistas, entre otras fuentes que están almacenados en los archivos públicos. Pero no olvidemos que muchos cronistas cuentan con bibliotecas y archivos personales, de dónde extraer y comprobar la información adjunta a los textos. De ahí que no se puede valorar la seriedad y confiabilidad de un cronista, en función de las visitas al archivo público.
Hoy, existe una gran atracción por el género cronístico, que se integra de manera magistral al desarrollo narrativo de la historia, la literatura y el periodismo. De ahí que muchos volteen a este estilo para mejorar sus textos. Así lo manifiesta el Dr. Martín Sandoval Bojórquez, cronista adjunto de Culiacán, Sinaloa, en su artículo del 19/02/2021:
Cronista o historiador
“Fui atraído a ‘la crónica’ por el gusto y el amor a la historia y a nuestras raíces; también por mi labor como docente de historia de la arquitectura, del urbanismo y de historia del arte y la literatura, desde 1987. De ‘la crónica’, me atrajo esa simpatía por los relatos ligeros, amables y luminosos, con una cierta irreverencia ante las posturas pedantescas de historiadores que escriben solo para historiadores, en un lenguaje que busca impresionar… Sin duda, hacer historia es interesante, pero hacer crónica es cautivador. Es una privilegio ser cronista y poder construir una narrativa que cautive, embelese y enamore los sentidos, sin olvidar que debemos hacerlo desde una postura consiente de nuestra responsabilidad social, como ciudadanos que somos”.
Es necesario que la crónica, con la literatura, el periodismo y de manera muy especial con la historia, interactúen, para ofrecer a los lectores no solo textos agradables, sino de gran contenido que puedan servir de consulta histórica.
Roberto Fuentes
Cronistas de Chiapas

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