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El alma

Guillermo Appendino

El Trébol, Argentina

Con inconsistentes argumentos, como lo son el desconocimiento y la incomprensión de semejante noción, desde la ambigüedad se intentará dar luz a esta definición imposible con la misma eficiencia que se ilumina con un fósforo una oscura noche de tinieblas en el desierto Rub al-Jali, donde se insistirá en tirar del hilo para desovillar este concepto, a fin de que usted tenga en unos pocos segundos un panorama mucho más turbio y confuso de la que ya tiene.

El alma es una sombra, en la que su proyección tiene silueta de incertidumbre con contorno borroso y vaporoso, y un interior denso e intenso de certeza y verdad. Es un espectro, pero no como resultado de la dispersión de fenómenos ondulatorios, sino como fenómeno infinito, atemporal y fantasmagórico.

Su ubicación dentro de nuestro cuerpo es concreta y precisa: se encuentra sobre el ángulo superior derecho al final de un laberinto que levita en algún rincón abstracto, incierto e indescifrable de nuestro ser.

Su composición es sencilla y específica: está formada por sustancia espiritual, mixtura de componentes incoloros, transparentes y de fases desconocidas, como conciencia, sentimientos, pensamientos, sueños, amor, miedos, creencias, pasiones, vacilación.

Es una alegoría sin ficción, un enigmático cosmos lejano e íntimo, que a veces solo logra observarse con nitidez desde el observatorio de la infancia, mirando por el telescopio de la simplicidad.

Quien acostumbra a mirar de manera introspectiva hacia sus adentros, más que por las ventanas y pantallas hacia el afuera, logra conocerla con cierto detalle e ir soplando las telarañas que hay en sus recovecos, tejidas por nuestras mentes con sedas de asuntos triviales y superficiales.

Su fisonomía puede variar según las historias vividas, en ocasiones tiene aspecto rústico y da pinchazos como un cactus, donde convendrá acerarse de a poco y en puntas de pie; otras veces tiene pelaje suave y esponjoso, dando ganas de descansar sobre ella. A veces tiene apariencia fluida y escurridiza, pudiéndose adaptar a distintos entornos sin problemas, y otras se la encuentra con envoltura sólida y consistente, donde no se adecúa a contextos de ajustadas libertades, allí es cuando brilla más intensamente.

Lo cierto, es que a medida que se intenta lograr una aproximación a este tipo de idea insondable, se va perdiendo progresivamente el foco, propio del astigmatismo de nuestro limitado sistema óptico de entendimiento, obteniéndose una imagen cada vez más nebulosa.

Por suerte, cuando la razón no logra desovillar ciertas cuestiones, el sentir y la intuición salen a dar respuestas sin la necesidad de desembrollar el enredo, las que sin pruebas fehacientes pero con convicción y confianza propia- revelan con voz calma que el alma es simplemente nuestra mágica esencia, la que por pocos minutos nunca logra coincidir con el funebrero.

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