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Roque Gil Marín Vassallo

Comitán, Chiapas

“Las armas nacionales se han cubierto de gloria”, se asienta en el parte militar que rindió el Comandante en Jefe de las tropas nacionales, Gral. Ignacio Zaragoza Saguín, al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, el Presidente Benito Juárez García, el 5 de mayo de 1862 cuando luego de feroces combates, los franceses comandados por el Gral. Carlos Letrille, Conde de Lorencez, fueron derrotados por los mexicanos que los obligaron a huir hacia Orizaba, Veracruz, donde se pertrecharon para no ser acabados por sus vencedores, que tomaron la ciudad de Puebla y así detuvieron temporalmente el sometimiento de la Soberanía Nacional al dominio del Imperio Francés, que de forma injusta y deshonesta pretendió sumárselo mediante una intervención armada que Napoleón III “El Pequeño” urdió sin éxito.

Dos fueron los subterfugios legaloides que esgrimieron sus provocadores para instrumentar la llamada “Intervención Francesa en México”:

1.- La supresión del pago de la deuda externa decretada por el gobierno Juarista el 17 de julio de 1861 debido a la pobreza extrema del pueblo mexicano, y que fue suspendida para reanudar su pago el 28 de noviembre del mismo año, con lo que tanto Inglaterra como España se desistieron de invadir a México, y

2.-La propuesta que la Junta de Notables (malos mexicanos) le hizo al Archi Duque de Austria Fernando Maximiliano de Habsburgo, el 10 de abril de 1864, en Miramar, Austria, donde se firmó el Tratado que fue aprobado por el Emperador Francés Napoleón III.

Pero quizá una tercera causa que condujo a los invasores a querer prolongar el dominio francés a territorios de ultra mar en América, fue la supuesta debilidad de un pueblo pobre, atrasado y confundido por algunos malos mexicanos que, usando las tropas del entonces ejército más poderoso y más capacitado del mundo como lo eran los franceses, pretendieron instalar una monarquía criolla que protegiera sus privilegios no merecidos.

Quizás Benito Juárez jamás tuvo la intención de llegar a ser un Héroe Nacional y menos aún de escalar la más elevada cúspide de la inmortalidad que lo clasificaron como El Benemérito de las Américas, solo que al lograr la metamorfosis social, económica, política y cultural de un pueblo que llevaba tres siglos de esclavitud ignominiosa, sin futuro ni esperanza, pudo aplicar las Leyes de Reforma que sorprendieron al mundo de su tiempo, que admirado e incrédulo conoció sus pensamientos y sus postulados al final de la Guerra de Reforma consumada el 11 de enero de 1861, que fue la plataforma donde lanzó su primer advertencia a todos los Imperios -que seguramente no le dieron importancia-cuando afirmó: “Nada por la fuerza, todo por el Derecho y la Razón”, que con el tiempo cobraron vigencia en el marco jurídico internacional.

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