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“La librería es un signo de libertad”

Karla Gómez

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

Para el promotor cultural y geógrafo Roberto Ramos, una librería es un signo de placer, libertad y debate civilizado.

“Creo que, a pesar de los pronósticos, no desaparecerá. Una librería ideal para mí es aquella que tenga gran variedad de libros, incluyendo las novedades, y que sea atendida por personas que sepan de libros. Si además tiene otros servicios como cafetería, foro de actos culturales, venta de otros artículos, y más, pues la librería se convierte en un adelanto del paraíso”, comenta en entrevista.

Al preguntarle si hace falta más librerías o lectores, menciona que, siempre harán falta más librerías y más lectores. Ya que esa presencia es signo del desarrollo cultural y social de una ciudad: “Una ciudad sin librerías no solamente tendrá atrasos básicos, sino no podrá ser considerada realmente una ciudad, aunque sus habitantes sean multitudes”.

De acuerdo a Ramos, el comercio librero existió desde fechas tempranas. Aunque en el siglo XX, hubo una librería en la calle Central Norte, de propiedad de un señor apellidado Benítez, “que posiblemente fue una de las primeras en la ciudad, en poder recibir ese nombre. La primera gran producción editorial local con los clásicos de la bibliografía chiapaneca, como: La Vegetación de Chiapas, de Miranda; o Los Animales Silvestres de Chiapas, de Álvarez del Toro, tuvieron que tener algún punto de venta. Estoy hablando de los años de mediados de siglo pasado”.

Aunado a ello, dice que, en Tuxtla, como en toda ciudad pequeña se vinculó el comercio de libros con el de artículos de papelería, a causa sobre todo de la venta de libros detexto.

“Mi padre, Arturo Ramos Cáceres, fue uno de los primeros libreros. Combinaba la venta de libros con la de periódicos, revistas y papelería en distintos establecimientos como El Correito –en el Parque Central, desde los años 50- y Cuentolandia, en los 60. Ya fue hasta los años 80, cuando se dedicó únicamente al giro de librería con la creación del Mercado de Libros El Periquillo”, refiere.

Por otro lado, apunta ver en Tuxtla poco interés en la lectura entre estudiantes, que organizan al final de sus cursos el fascista acto de la quema de libros, y también entre profesionistas y funcionarios.

“El desinterés, a diferencia de lo que ocurre en otras partes, no es mayor entre personas con mayor nivel económico. Tengo certeza, que si quienes tienen el poder de decidir sobre cuestiones que afectan a toda la ciudadanía, leyeran más, nos iría mejor”, puntualiza.

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