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Niños y niñas recorren las calles vestidos de parachicos

Karla Gómez

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

Como una forma de preservar y continuar con las tradiciones, cada 4 de enero, Día del Niño de Atocha, niños y niñas recorren las calles de Chiapa de Corzo vestidos de Parachicos y Chiapanecas.  

Este recorrido inicia de la Casa del Patrón de los Parachicos, Rubisel Gómez Nigenda, quien les recuerda la importancia de esta tradición.

A partir de las 8 y media de la mañana, los infantes se reúnen en esta casa para así recorrer diversas calles de Chiapa de Corzo en compañía de familiares, amigos y la música tradicional efectuado con tambores y carrizo. En una entrevista realizada el año pasado al Patrón de los Parachicos, mencionó que con esta actividad se refuerza una cultura que deposita la confianza en los pequeños quienes serán los continuadores de las tradiciones.

Antes de partir de la Casa del Patrón de los Parachicos, aguardan los pasos, otros más aprovechan a colocarse la vestidura, el montero, la máscara y el zarape. Permanecen parados cerca de sus familiares, hasta que el patrón hace una seña y los reúne a todos frente al altar, más de 70 niños se acercan y oran. Repiten su manda, piden por un familiar o agradecen por la petición cumplida.

El altar colocado en el Centro de preservación cultural “Casa museo del patrón de los parachicos”, escucha a los infantes que sincronizan los latidos del corazón. 

Debajo de las máscaras de maderas, hay continuadores de historias, continuadores de un pueblo que, pese a recibir a extranjeros y personas aledañas deciden continuar con una fiesta hecha por el pueblo, con una cultura que pese a su dinamismo opta por seguir, por heredar una tradición.

Con la algarabía característica de esta Fiesta Grande, hacen sonar el chinchín algunos fabricados de metal o de madera. Los pequeños y las pequeñas caminan hasta llegar al lugar que vela al Niño de Atocha, que desde hace ocho años recibe el recorrido de los niños.

No obstante, la tradición oral, cuenta que una familia de Chiapa de Corzo siempre festejaba al Niño de Atocha, acompañado de Parachicos. Era una devoción que tenía la dueña de la imagen. Sin embargo, un año en particular no tuvo recursos para hacer la fiesta. Pese a ello, los vecinos empezaron a recibir la visita de un niño que pedía cooperación para que su mamá hiciera la celebración. Los vecinos no dudaron en apoyar, y luego de unos días, visitaron a la señora a quien le contaron que su hijito los visitó, y ella les comentó que no tenía hijos. En ese instante descubrieron que la chancla del Niño de Atocha estaba desgastada…”

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