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René Avilés Fabila “El Águila Negra”

Óscar Wong

Hoy, 80 aniversario de su natalicio

Por definición, la magia es el arte o ciencia oculta con la que se pretende producir, valiéndose de conjuros, pócimas, ciertas acciones extrañas, según cada rito y sus adeptos, con la intervención de seres sobrenaturales. Sin embargo, contravenirlas no es misión exclusiva de la brujería, asimismo está en poder de las religiones y esto también es un fenómeno ancestral.

El ser humano no ha podido vivir sin atender o buscar presencias todopoderosas que lo expliquen y le ayuden a sortear problemas, crisis o males. Hoy en día, usar la hechicería es ejercer prácticas demoniacas. El catolicismo, digamos, exorciza y eso está regido por una normatividad compleja. En algunos países como el nuestro, los viejos ritos considerados herejías, paganismo o blasfemias, coexisten con las religiones más aceptadas. Las hay incluso que están más ligadas al mal tradicional, como la “Santa Muerte”.

El texto, titulado “Hechicería y amor I”, fue el último que publicó René Avilés Fabila en “Excélsior”, el domingo 10 de octubre, justamente cuando se anunció su desaparición física, ocurrida un día antes: el 9 de octubre de 2016. El Águila Negra ya no está con nosotros. Con él se completa la fatídica tríada. Tres, siempre tres, diría José Gorostiza. Sí, ya suman tres los escritores que parten por esas fechas: Ignacio Padilla (7 de noviembre de 1968-20 de agosto de 2016), Luis González de Alba (6 de marzo de 1944-2 de octubre de 2016) y René Avilés Fabila (15 de noviembre de 1940-9 de octubre de 2016).

Junto con Humberto Musaccio, Jorge Meléndez y Manuel Blanco, fue un excelente amigo desde la época de la “Revista Mexicana de Cultura”, del periódico “El Nacional”. Aún sin conocerlo, tuve la fortuna de compartir la página de creación literaria que el poeta Juan Rejano editaba en este suplemento. René había obtenido una mención honorífica en el certamen Casa de las Américas, en Cuba, con su libro “La desaparición de Hollywood”. Y el cuento era, justamente ese. Y abajo, mis primeros escarceos líricos.

En diversas ocasiones compartimos algunas mesas, las mejores y no precisamente literarias, con viandas y bebidas en diversos lugares del país. Recuerdo una, particularmente, con Agustín Monsreal, Félix Suárez, Raúl Renán y otros escritores en Toluca, luego de que participamos como jurados en un certamen literario. Reímos mucho cuando jugamos a darle nombre a sus anecdotarios.

Muy generoso, me había invitado a llevar mis libros y fotos a su Museo del Escritor, en la Narvarte, proyecto que no tuvo el respaldo necesario. Él lo pagaba de su peculio. Incluso estuvo la posibilidad de que ahí estuviera con mis cursos y talleres literarios. “Háblale a Rosario –me dijo–. Y date una vuelta para que veas el sitio”.

Y ahora ese texto, “Hechicería y amor”, quedará únicamente en su primera parte, “Excélsior” sin un articulista extraordinario y sus lectores y amigos sin su sonrisa franca, luminosa. Y sin las charlas, cuentos y novelas.

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