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Su inteligencia era como dardos: Poniatowska sobre ‘Monsi’

La Jornada

Existen generaciones que se saltan las trancas, los años, los convencionalismos. A sus integrantes los reúnen, más que el azar del calendario, los gustos literarios, los intereses sociales y las cuestiones éticas. Una de las generaciones más pródigas en páginas escritas, causas sociales y firmes convicciones políticas se conocieron en un restaurante de comida abundante y barata donde había muy buena cerveza, aunque ninguno la bebía. Elena Poniatowska, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis coincidieron en el Fritz y de allí saltaron al Kikos y a muchos otros lugares. Sólo queda Elena de esa generación brillante y, como siempre, tiene una memoria prodigiosa y ningún pelo en la lengua.

–¿El 68 te acercó más a Carlos?

–Sí, muchísimo. Tengo unas cartas de Carlos desde Londres hablándome de La noche de Tlatelolco, y a partir de ese momento y a su regreso a México empezó a llamarme por teléfono en las mañanas muy temprano. Le hablaba a Bolívar Echeverría, muchísimo a Iván Restrepo, y a mí. Comentaba de los acontecimientos y se enojaba si yo no sabía quién era el diputado tal o cual. Y yo la verdad no sabía quién era Sánchez López, y al principio yo no sabía ni quién era López Obrador.

–Siempre se quería abastecer de información. Era una memoria que absorbía datos para procesarlos…

–Y lo que no sabía lo adivinaba, porque tenía como una luz a media cabeza y sabía quién era quién. Viajamos juntos a Israel; visitar un museo con Carlos era de veras un aprendizaje, una lección absolutamente excepcional por todo lo que sabía. Era un hombre de cultura fenomenal. Yo creo que una sola idea que le decían se le quedaba para toda la vida; una sola impresión también. Tenía un cerebro que ojalá lo hubieran podido conservar, porque era único. Un cerebro que captaba todo; además, con enorme generosidad y sentido del humor. Tenía un sentido crítico que no he visto jamás en ningún otro ser humano.

–¿No conoces a nadie con su capacidad?

–No, nunca, se llevaba de calle a todos: a Carlos Fuentes, a cualquiera… a Octavio Paz. Paz veía su obra, su poesía, y también era un extraordinario ensayista, pero no.

“Carlos Fuentes le pareció un gran novelista, sobre todo por La región más transparente, pero sus últimos libros le parecieron malísimos; los primeros le gustaron e interesaron, pero después se le cayó un poco.

“A Carlos Monsiváis le interesaba el ensayo, la crónica. Le parecía más importante en México la crónica que la novela. Él mismo hacía una crónica insuperable y, finalmente, los lectores preferían leer la crónica que cualquier novela: les decía más, les enseñaba más, les emocionaba muchísimo más, y era más fundamental para la cultura de México la crónica que la novela. Lo que le interesó siempre fue la poesía. De allí su devoción por Octavio Paz.”

–Hizo una antología estupenda de poetas del siglo XX y José Emilio del siglo XIX.

–Fue buenísima, y se lo dijeron todos. Incluyó en su antología a Jorge Cuesta. Eso no lo hicieron Gabriel Zaid ni Octavio Paz, lo dejaron fuera en otra antología.

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