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“Yo tuve en tierra adentro…”

Óscar Wong

Ciudad de México

Infiel, la memoria se despliega aguijonando la armonía. Inciertos fragmentos se acumulan afanosos, nostálgicos retazos forjan una vieja raigambre vigorosa. Aguijón y almíbar, hostil colmena: presurosos instantes que una y otra vez se forman y disgregan.

Vienen, serpenteando, los recuerdos. Arrastran la hojarasca. Se yerguen, hunden sus colmillos. Tiembla, perturbado, el corazón, cuando surgen sabores, sensaciones, imágenes y aromas que en el ahora se refugian. Pleno de Esperanza, el parque central semeja un laberinto: en espiral la gente se pasea en dominical vaivén.

Coqueta, la figura se aproxima. Muslos refulgentes desbordan la amarilla minifalda, delicadas manos que se ocultan en mangas de campanas, coquetos hoyuelos trasminan la sonrisa.

Como una frágil amante primeriza la muchacha avanza, esplendorosa. Y el verso velardeano resuena intransigente: “Yo tuve en tierra adentro una novia muy pobre…”. Y el Nombre se devela, me desvela.

Libélula celeste, revolotea el amor adolescente. Perturba, sofoca y se levanta. Al silencio hiere el cristal de la memoria. Y el llanto llega. El ayer se desvanece. Fortalecida, cual luciérnaga interminable, la voz resuena y me doblega: Julia Eva, Julia Eva!

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