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Regresan zoques a la medicina tradicional

Jeny Pascacio /Diario de Chiapas

Doña Rafaela es la Tzøyuyopiapø (curandera en Zoque) de Tapalapa, un pequeño municipio indígena de la región De Los Bosques. Sana a las personas contagiadas de COVID-19 con la medicina herbolaria que aprendió desde pequeña, de su linaje femenino.

Acude a las viviendas, incluso fuera del municipio, para atender a personas con los síntomas del virus, también para traer bebés al mundo.

Los casos de coronavirus los trata con tés, entre ellos el de hoja de lima, canela y zacate de limón, que crecen en su jardín o que recolecta en un terreno cercano a su casa. Dice que beber agua por poquitos, ayuda a pacientes con dificultad para respirar.

“El COVID es una enfermedad de Dios y de la tierra viene la cura. Hay que ver la temperatura de los contagiados para sanarlo, de eso depende el tratamiento. Porque ahora, cualquier animal que comamos puede traer una enfermedad”.

Rafaela decidió no vacunarse contra el virus que paralizó el mundo, “no tengo miedo, pero no quiero”. Tampoco usa cubreboca, al igual que el resto de la población de Tapalapa.

Desde el inicio de la pandemia no les proporcionaron información sobre el coronavirus y no creen lo que escuchan y ven a través de la televisión, pero se apegan a las recomendaciones, por ello no celebraron el Día de La Candelaria, patrona del pueblo.

Durante un recorrido por el municipio, se comprobó que, hasta ahora, los pobladores coinciden en que no están de acuerdo con la inmunización, como doña Matilde García que no recuerda su edad, pero su cuerpo es fuerte para cargar leña a cuestas.

Vive con su hermana, también adulta mayor y muy enferma; pero ambas se niegan a aplicarse el biológico.

Tapalapa (tierra del agua desparramada) es de las pocas y últimas poblaciones hablantes de la lengua zoque en Chiapas. La carretera está en pésimas condiciones y en constante riesgo de derrumbes que imposibilitan hasta los traslados médicos urgentes. 

Desde hace un año no tienen Internet y tampoco hay señal de telefonía móvil. La pandemia los dejó sin empleo, más rezagados y olvidados. “Aquí no hay información, ni por parte del Ayuntamiento”, dice Ramón Sarauz, que vende leña afuera de su vivienda.

Los más pequeños aún juegan a las canicas en los traspatios sin la sana distancia, como en eternas vacaciones, pues los docentes de la escuela solo llegan a dejar y recibir los cuadernillos de tarea y ninguno habla zoque, lo que dificulta el entendimiento con los estudiantes.

Coapilla colinda al sur con Tapalapa. Es el municipio más grande de la zona con un hospital equipado, pero sin médicos especialistas. Aún con las carencias, los dos galenos y dos pasantes de medicina, atienden a enfermos de tres municipios vecinos: Ocotepec, Pantepec y Tapalapa.

A decir del enlace de Salud Municipal, Óscar López, cada mes y medio o dos meses, la Secretaría de Salud realiza de una a tres pruebas de COVID-19. El resto de casos sospechosos son tratados vía telefónica.

Aunque tienen tres ambulancias, los baches de la carretera retrasan los traslados urgentes a Tuxtla Gutiérrez, ubicada a dos horas de este municipio que integran poblaciones zoques en olvido y con alta marginación.

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