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Distopía

Mtro. Esdras E. Cruz y Cruz.

Distopía es un término acuñado en el siglo XIX como opuesto a utopía; si lo utópico corresponde a sociedades inexistentes, ideales, cercanas a la perfección; lo distópico se refiere al Estado también inexistente, en colapso, en debacle ética, política, social, económica y ambiental.

En general el término distopía advierte sobre el desempeño de un gobierno, cuyos métodos derivan en sistemas injustos particularmente, en el acceso igualitario al desarrollo humano. Hoy lo ocuparé para reflexionar respecto de la evidente y abrumadora desigualdad entre las regiones del norte y el sur de México.

De acuerdo con los resultados del estudio “Diez años de medición de pobreza en México” realizado por el CONEVAL, hay mejora en los indicadores de carencias sociales: 24 estados redujeron sus niveles de pobreza; sin embargo, el desafío sigue siendo el sursureste del país, compuesto por las entidades con mayor porcentaje de población en situación de pobreza: Chiapas, 77%; Guerrero, 67%; Oaxaca, 66%; y Veracruz, 62%; la población no pobre y no vulnerable en todo el país, se ubica en el centro, bajío y norte de México. El número de personas en situación de pobreza, pasó de 49.5 millones en 2008, a 52.4 millones en 2018 y a 62 millones en este 2020.

Este gobierno tiene como meta que 20 millones de mexicanos superen la pobreza y 5 millones más abandonen la situación de pobreza extrema para 2024, de acuerdo al diagnóstico y proyecciones en materia social contenidas en el Plan Nacional de Desarrollo del sexenio; para cumplir la meta sería indispensable reducir anualmente 3.3 millones de personas en situación de pobreza; cabe destacar que el estimado de que 25 millones de personas abandonen la pobreza, se calculó cuando se consideraba en pobreza a 53.4 millones de personas, o sea, casi la mitad de la población; actualizando hoy con los datos estimados por CONEVAL, estaríamos hablando de un 25% de conseguirse decrecer la pobreza conforme al compromiso de este gobierno.

La reducción de brechas de desigualdad y condiciones de vulnerabilidad y discriminación previstos en el Plan Nacional de Desarrollo, se plantea mediante 11 objetivos; por lo extenso de estos 11 ejes, solo comentaré algunos: garantizar el derecho gratuito a la educación de todos los niveles, para todas las personas; garantizar el acceso efectivo, universal y gratuito de la población a los servicios de salud, la asistencia social y los medicamentos; aumentar el porcentaje del salario mínimo respecto a la línea de bienestar, pasándolo de 59.44% a 83.6%; y disminuir la tasa de informalidad laboral.

Me detengo en estos puntos solamente, ya que evidentemente estas estrategias fueron planteadas tomando en cuenta indicadores económicos crecientes y con planteamientos de ahorro que generarían suficiencias financieras para implementar dichos retos sociales; más aún: no se tenía prevista la crisis económica que hoy padecen el mundo y México, lo que obliga a este gobierno a hacer un replanteamiento para ajustar las metas comprometidas en el Plan Nacional de Desarrollo o en su defecto, proponer un nuevo plan económico para poder enfrentar y mantener sin cambio los objetivos de disminución de pobreza y desigualdad insostenible y cruenta para todos los mexicanos que se encuentran históricamente discriminados y en brechas sociales y territoriales, cada vez más insostenibles.

Toca mencionar, aunque sea brevemente, que la pobreza y desigualdad en los estados más desfavorecidos, no se deben relacionar con falta de capacidad, esfuerzo o talento de sus pobladores, así como tampoco, con los bienes, riquezas patrimoniales y activos económicos; al contrario: a pesar de las aportaciones hechas a la nación de sus riquezas naturales y el esfuerzo de su gente, las regiones más favorecidas, estas han tenido ventajas significativas respecto del resto del país.

Lo innegable es que hay factores que influyen y repercuten en cuanto al nivel socioeconómico, tales como el papel que juega la región que se habita, generando un equivocado pensamiento meritocrático que un daña la formulación de un plan económico operativo para toda la sociedad, particularmente entre los políticos regionales a la hora de hacer pronunciamientos o propuestas, por ejemplo respecto a un nuevo pacto fiscal o una segunda convención nacional hacendaria que definan estrategias que enfrenten la desigualdad social con políticas de igualdad de oportunidades entre los más y los menos favorecidos.

Así entonces, en mi opinión esta sería una forma de salir de la distopía que en este sentido sufrimos, con las reformas políticas necesarias que apoyen la inversión y mantengan un buen entorno con crecimiento y beneficio igualitario.

Tenemos que erradicar el mito de la meritocracia y salir de la distopía: la realidad es dolorosa, la disparidad de las regiones es vergonzosamente inmoral, las grandes diferencias entre 1 millón 200 mil ricos y 126 millones de mexicanos es inconcebible; la desigualdad en México es ilegítima, el objetivo de este gobierno no se alcanzará sin exigir impuestos progresivos, revisando el tema de los legados y herencias de las grandes riquezas que de acuerdo con la OCDE, 14 de los 17 multimillonarios mexicanos en la lista de Forbes, así las obtuvieron.

Para tal efecto debe restablecerse el impuesto eliminado en los años 70 y revisar a las empresas que participan en mercados altamente concentrados ya que la totalidad de dicho sector participa en forma exclusiva; sin dejar de lado que hay más de la mitad de los multimillonarios mexicanos -que aparecen en la lista de Forbes-, son beneficiarios de privilegios del gobierno lo que es igual a decir del ingreso fiscal de los mexicanos, a través de concesiones carreteras, grandes construcciones, compras y contrataciones sin licitación, baste para ejemplificar que solo Banco Azteca distribuye los programas sociales de Bienestar.

En conclusión, si no se atacan y corrigen estas variables, estaremos entrando sin duda a la distopía de una sociedad del futuro, cuyas características serán indeseables.

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