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Federalismo burbuja

Mtro. Esdras E. Cruz y Cruz.

Contrario a lo que muchos creen, los gobiernos estatales y municipales no cuentan con instrumentos de importancia para influir en el desarrollo de sus regiones y fungir como generadores de desarrollo regional; desde el centro del país se dicta un modelo de federalismo fiscal en el que destaca la disminución de facultades a los estados y municipios en aras de una mayor eficiencia y control de los presupuestos públicos; contrario a la base del pacto federal el cual se sustenta en la soberanía de los estados y autonomía de los municipios.

Para afrontar de manera exitosa la ruta del desarrollo económico es necesario un nuevo pacto hacendario con reconocimiento de la soberanía de las entidades federativas y con sentido solidario, sin romper el control, la transparencia y la fiscalización, pero otorgando mayores capacidades, potestades de administración de contribuyentes de base amplia e incrementando el porcentaje participable distribuible a los estados y municipios, de los recursos fiscales federales coordinados en los ramos 28 y 33 contenidos en la ley de coordinación fiscal.

La estrategia para el desarrollo del país decidió la concentración de inversiones desde hace medio siglo en las zonas del norte y centro del país, provocando un desequilibrio progresivo que ahora se pretende corregir equivocadamente con más y más programas sociales, y con un federalismo fiscal decadente, desmotivador y debilitador de las fortalezas tributarias de las entidades federativas; el verdadero desarrollo del país requiere cambiar el enfoque del problema, es decir, los recursos federales no deben seguir distribuyéndose por índices de población ni por criterios resarcitorios sino por la gravedad del problema (pobreza, rezago, marginación y desarrollo), porque de otro modo, continuará el círculo vicioso entre entidades que no generan riqueza, porque les faltan elementos económicos y otras entidades de gran riqueza porque les sobran esos elementos.

Por eso creemos que, a nivel nacional, Poder Ejecutivo y Poder Legislativo, son los que deben cambiar el enfoque del problema, de esto depende que México llegue a tener equilibrio y armonía en su desarrollo.

Para mayor objetividad del desequilibrio progresivo en nuestro país me permito señalar lo siguiente: mientras los estados del sur sureste, se encuentran en los últimos lugares en desigualdad de ingresos laborales, en pobreza laboral, productividad laboral, informalidad laboral, progreso social, necesidades humanas básicas en los peores índices de oportunidades, en mayores requerimientos de vivienda, en el acceso de conocimientos básicos, información y comunicaciones, en libertad personal y de elección en acceso a educación superior, pobreza, pobreza extrema, rezago educativo, carencia por acceso a servicios de salud, carencia por acceso a seguridad social, carencia por calidad y espacio de la vivienda, carencia por acceso a la alimentación, gasto e ingreso corriente por hogar, ingresos laborales per cápita, inversión extranjera directa etc. etc. etc. Los estados del norte y centro del país no tienen esta problemática tan agravada.

Por ello en la valoración del federalismo fiscal se requiere, que en el sistema de distribución de participaciones y fondos de aportaciones federales, para la estrategia del desarrollo del país, debe estudiarse la posibilidad de establecer un sistema nacional de coordinación fiscal diferencial que dé oportunidad de acortar las brechas tan profundas que existen en las diversas regiones del país, es decir: la esencia de un nuevo pacto hacendario como único camino para salir de la desigualdad progresiva en que se encuentra nuestro país, será, el trato desigual a los desiguales. Considero que esta sería la verdadera cuarta transformación que México necesita, el reconocimiento de la desigualdad a través de un sistema diferencial cooperativo, solidario y de justicia preferente, pues en la actualidad el modelo adoptado empobrece y acentúa los contrastes socioeconómicos que hoy se manifiestan con expresiones de descontento de sectores que se sienten abandonados y se traducen en corrupción, inseguridad, ocurrencias políticas, y propuestas discrecionales que privilegian a segmentos de la población que por el poder político económico que tienen, direccionan los beneficios del plan nacional o estatal del momento.

Hoy en día el federalismo requiere ser un impulsor del sistema fiscal, donde se desarrollen de manera coordinada las potestades de base amplia, donde sin duda radicará el crecimiento de la recaudación fiscal; la forma exclusiva en que hoy recauda la federación, ha llegado a un tope, es en consecuencia, indispensable introducir nuevos convenios de coordinación fiscal para que participen los estados con la federación en la administración tributaria del país, actualmente se encuentra cercenada esta área de oportunidad que desperdicia el gobierno central ya que las entidades federativas cuentan con la experiencia y capacidad recaudatoria suficientes para coadyuvar en el crecimiento de la recaudación nacional.

Un federalismo fiscal debilitado, degradado y con el peor ingreso fiscal entre los países de la OCDE -aunado a la doble crisis económica y de salud-, amerita una urgente cirugía para incentivar, fortalecer y en el mejor de los casos, crecer fiscalmente, así como también, utilizarlo como herramienta para atraer las inversiones privadas internacionales, hoy alejadas y desinteresadas; en consecuencia se constituye en un imperativo categórico de urgencia y prioridad nacional por parte de los diferentes actores políticos, sociales y económicos del país, generar un modelo económico con un federalismo fiscal, con otra escala de principios y valores, con intereses directamente ligados a la capacidad de enfrentar y dar solución a la grave problemática social y económica que atraviesa nuestro país.

En un estado democrático es un deber atender las propuestas de ciudadanos consientes y actores políticos que integran nuestro Estado, que convocan e impulsan reformas necesarias e indispensables para el fortalecimiento del modelo fiscal y del débil mercado interno, los cuales son muy reducidos como para promover un crecimiento y/o desarrollo y que por ende, no han contribuido a la expansión de la economía de nuestro país.

¡Concluyamos a la brevedad posible con el federalismo burbuja!

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