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Fuerzas Armadas en Roma Antigua (Legiones) y las Fuerzas Armadas en México

Fuerzas Armadas en Roma Antigua (Legiones) y las Fuerzas Armadas en México

José Óscar Valdés Ramírez

Cuando Roma aún era una simple Ciudad-Estado, ser ciudadano libre conllevaba obligaciones militares. Ciudadano era sinónimo de soldado, y como solo las clases propietarias gozaban de la condición de ciudadanía, el ejército era de corte aristocrática. En contraste, la plebe, sin medios económicos, al no ejercer derechos políticos, tampoco tenía obligaciones militares.

El ejército en los inicios de Roma, por lo tanto, era fundamentalmente hoplita, “El hoplita era un ciudadano soldado de las Ciudades Estado de la Antigua Grecia. Su nombre (del griego antiguo hoplit?s) a imitación de las ciudades griegas, cuyas sólidas infanterías se basaban en la disciplina y en las que cada soldado se costeaba su propio equipamiento. El penúltimo rey de origen etrusco, Servio Tulio, sistematizó por primera vez el ejército romano en el siglo VI a. C., dividió a los ciudadanos en cinco clases, según su fortuna y propiedades.

Servio Tulio organizó las tropas en centurias, formadas en principio por cien hombres. Sesenta centurias constituían una legión (aunque sus efectivos oscilaron entre los 4 mil y los 6 mil hombres a lo largo de la Historia).

Los ciudadanos más adinerados contaban con el mejor armamento o integraban la reducida caballería que acompañaba a la legión. Todavía no era una fuerza profesional ni permanente, sino un ejército ocasional de ciudadanos que, aunque dedicados a sus tareas profesionales particulares, se alzaban en armas cuando eran requeridos para defender la ciudad.

Para indemnizarles a los soldados se introdujo el stipendium, que es una pequeña compensación económica que ayudaba a costear los gastos de los soldados más humildes. El ejército no perdió por ello su carácter aristocrático y de propietarios agrícolas, pero esta indemnización fue el primer paso hacia la profesionalización de las tropas. Al mismo tiempo, las guerras contra los samnitas y contra Pirro, el rey del Epiro, en los siglos IV y a principios del III a. C., hicieron que Roma abandonara el modelo hoplita y adoptara un modo de combatir más flexible, capaz de luchar con éxito tanto en campo abierto como en las montañas.

El tribuno de la plebe Tiberio Graco trató de impulsar una reforma agraria, consistente en convertir a los jornaleros sin tierras en propietarios agrícolas. La idea era preservar así la paz en la sociedad, mejorar la productividad de la tierra y aumentar la cantidad de reclutas.

Pero la oposición del Senado y de los latifundistas llevó a Graco a una muerte violenta, y su proyecto nunca llegó a hacerse realidad. El cónsul Cayo Mario, en 107 a. C., solucionó el problema de otra manera: aceptó como reclutas a los hombres libres sin propiedades, hasta ese momento exentos de obligaciones militares. Dada su pobre condición, y a diferencia de los propietarios ciudadanos, a la plebe le importaba poco pasar largos períodos fuera de casa. A cambio recibían una paga y la posibilidad de promoción social.

Las reformas de Mario acabaron con el ejército de propietarios y solucionaron la escasez de hombres, pero provocaron problemas nuevos. Ahora el sistema de reclutamiento estaba abierto a los pobres, con promesas de recompensas; y las legiones eran mejores y más exigentes. Era necesario un caudillaje firme, que generase adhesión entre los soldados y que velase porque los premios no faltaran cuando llegase el retiro de los veteranos. Esto hizo que el botín y las recompensas se convirtieran en lo más importante para el ejército, relegando la autoridad del Senado a un segundo plano.

De las casi 50 legiones existentes entre los dos bandos al fin del conflicto, Octavio se quedó con solo 28, unos 150 mil hombres, y efectivos similares de tropas auxiliares. La extensión paulatina de derechos de ciudadanía a ciertas comunidades fuera de Italia (Macedonia, Grecia, Siria, Anatolia, etc.), y las facilidades para el reclutamiento de tropas auxiliares en las provincias más alejadas del Imperio, permitieron orígenes muy variados de reclutas.

A finales del siglo IV, a pesar de los vanos intentos de frenar la descomposición interna del Imperio, los germanos (fuesen amigos o enemigos de Roma) ya campaban a sus anchas en Occidente. A falta de paga, las guarniciones romanas se dispersaron y disolvieron, y los bárbaros traspasaron masivamente las fronteras. Cuando fue depuesto el último emperador en el año 476, hacía ya tiempo que las legiones romanas como tales habían dejado de existir. El lento ocaso de Roma fue parejo al de su ejército, poniendo en evidencia la interrelación de sus respectivas historias.

En México después de la Revolución Mexicana los presidentes eran de estirpe militar, el último fue Manuel Ávila Camacho en el año de 1946 hasta que llegó Miguel Alemán Valdés denominado «El cachorro de la Revolución», empezaron los gobiernos civiles. Así se dio una era de gobernantes civiles no militares, aunque constitucionalmente el Presidente de la República Mexicana es Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, la relación presidencial de la República con los militares fue siempre de lealtad y respeto, nadie invadía su esfera ni su jurisdicción, era un poder detrás del trono.

Las sucesiones entre ellos eran más que pactadas, el General Secretario en vigencia proponía una tercia y de esa tercia se designaba al General de la Defensa Nacional que estaría bajo su mando, hasta que llegó la 4T y se designó a Luis Crescencio Sandoval González, la juventud del General secretario desencadenó una renovación de mandos y prácticamente toda la vieja generación de las décadas de 1950 y 1960 se va a retiro necesario.

Por tanto, vienen a ser desplazados todos los viejos mandos, con ello vino la decisión de desaparecer el Estado Mayor Presidencial. Este cuerpo castrense era la última condición que subsistía del viejo pacto entre civiles y militares que le dio estabilidad política al país por varias décadas.

Cuando los militares fueron desplazados de la Presidencia de la República en 1946, quedaron establecidos tres compromisos. El primero de ellos fue precisamente la creación del Estado Mayor Presidencial como un elemento auxiliar directo y próximo al Poder Presidencial.

El segundo fue que el partido oficial -entonces el Revolucionario Institucional (PRI)-, quedaría en manos de los militares. Así ocurrió hasta mediados de la década de 1960, el último militar fue Alfonso Corona del Rosal, desde entonces los dirigentes del PRI son civiles.

Y el tercer compromiso era mantener una cuota de gobernadores y de legisladores de carácter militar. Esa cuota se eliminó a partir del año 2000, cuando el panista Vicente Fox asumió la Presidencia de la República. Con la desaparición del Estado Mayor Presidencial, Andrés Manuel eliminó el último compromiso.

Así la 4T coqueteó con los militares y los dejó en la calle para lograr la pacificación. A AMLO en campaña se le hizo notar de sobremanera que de 2011 a 2012 en Coahuila, gobernado por los hermanos Moreira, el grupo denominado «Los Zetas», había una presunta colusión de las autoridades estatales con ese cártel, concretamente en el autogobierno que instauraron en el penal de la localidad de Piedras Negras.

A pregunta expresa el mandatario Moreira respondió que la responsabilidad de ese penal correspondía a los militares adscritos a la guarnición fronteriza, cuyo comandante era el general Luis Crescencio Sandoval González. De aquí, la complacencia de Cienfuegos, por el nombramiento de su subordinado, el hoy General Secretario.

Durante más de tres años Los Zetas utilizaron el Centro de Readaptación Social de Piedras Negras Coahuila para asesinar e incinerar al menos a 150 víctimas, pero el exgobernador Humberto Moreira argumentó que la seguridad de la prisión correspondía a los militares, es decir, a la Guarnición militar que encabezó, en el periodo más sangriento el general Luis Crescencio Sandoval González.

El 15 de octubre de 2017, el sitio web de Proceso publicó el reportaje “El Cereso de Piedras Negras, búnker de Los Zetas”, donde se informa de los “diagnósticos” sobre el sistema penitenciario mexicano elaborado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos. (Proceso 2191)

En esos documentos la CNDH asienta que desde 2011 hasta 2013 se advirtió a las autoridades estatales y federales que la cárcel estaba bajo el control por parte de los internos que, “ejercen violencia o controles sobre el resto de la población, hay prostitución y cobros por parte de los internos para protección”, entre otras irregularidades.

El aura de intocable de la cúpula militar se terminó el jueves próximo pasado, se detuvo en el aeropuerto de Los Ángeles, al General Cienfuegos -iba a pasar unos días con su familia-, a petición de la DEA y presuntamente acusado de narcotráfico y lavado de activos fue detenido; la captura es, además, un golpe duro a la SEDENA, símbolo de estabilidad en México.

Se revive el añejo pleito entre la caballería y la infantería del Ejército Mexicano empezó en 1988 el general Antonio Riviello Bazán (oficial de infantería), mandó procesar a militares cercanos al general Juan Arévalo Gardoqui (oficial de caballería), su antecesor en la Secretaría de la Defensa Nacional, y si le añadimos que el narco involucrado vuelve a ser el elefante metido en la habitación, hay de dónde cortar.

Cienfuegos, oficial de infantería, es por un decreto presidencial que data de finales del sexenio de Luis Echeverría, asesor del actual Secretario de la Defensa Nacional, el general de división Luis Crescencio Sandoval González (oficial de caballería). Este decreto convierte desde entonces a todos los exsecretarios de la Defensa Nacional en “intocables”. Gozan de un “fuero especial” que les impide ser citados por cualquier autoridad judicial del país.

Trump está a punto de perder las elecciones, necesita discurso para culpar a los malos mexicanos y justificar su muro. AMLO tiene discurso para culpar el pasado de los narco-gobiernos. Los americanos nunca han sido buenos aliados, son ventajosos. Solo esperemos no sea un balazo en el pie de la 4T.

AMLO abre otro frente, esperemos por el bien de México no solo sea El parto de los montes. Los militares se cuecen aparte, son de otra piel, les acaban de pegar en algo muy simple, el mensaje es “Se les terminó la impunidad”, un adiós a sus lealtades y a sus cofradías, veremos cómo reaccionan, la división también le llegó a las fuerzas armadas, vendrán ajustes.

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