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Las Erinias y la venganza

Juan Eduardo Martínez Leyva

Uno de los rasgos distintivos del mundo mitológico griego con respecto a las narrativas míticas de otros pueblos es, tal vez, que la creación de divinidades no está referidas solamente a la representación de las fuerzas y fenómenos de la naturaleza que les producía una especie de temor reverencial, como la vida, la muerte, el rayo, el trueno, los océanos, los ríos, los astros, la oscuridad de la noche, solo por mencionar algunos. Los griegos también tenían dioses más abstractos para representar valores éticos y culturales como la justicia, las artes, el trabajo común, el comercio, entre otros. Y, lo más fascinante es que tenían un grupo de deidades inmortales para significar diversas facetas del comportamiento humano y la psique. Las Erinias pertenecen a este último grupo.

Algunos escritores establecen que las Erinias son anteriores a la existencia de los dioses olímpicos. Para algunos son Hijas de la Noche, para otros, sus padres son las Tinieblas y la Madre Tierra.

En la versión de Hesíodo, las Erinias nacen en el momento mismo en el que Crono corta los genitales de su padre Urano y lo destrona como amo del Universo. En el acto de castración, Crono arroja la parte mutilada al mar y de la espuma producida por esa unión nació Afrodita. De la sangre que cayó en la tierra (Gea) nacieron las Erinias, las Melias y los Gigantes (R. Hard).

Las Erinias existieron en un tiempo mítico en el que la humanidad no contaba con leyes ni tribunales de justicia. Su función era vengar con castigos terribles los asesinatos, especialmente, los cometidos entre personas unidas por lazos sanguíneos. También vengaban otro tipo de infracciones graves que perturbaban la convivencia pacífica, como el incumplimiento de los juramentos o contratos, la infidelidad o el incesto. Se dice que las Erinias custodiaban el curso del orden natural y castigaban a todo aquel que intentara perturbarlo.

Los culpables de algún crimen ni en la muerte se encontraban a salvo de la persecución y la venganza de las Erinias. Existen algunos relatos que muestran cómo en el reino de Hades, el inframundo, las vengadoras castigaron con sus látigos y quemaron con el fuego de sus antorchas a algunos de ellos: Tántalo, Ixión, Flexias y otros tantos asesinos e infractores famosos.

Esquilo fue el primer escritor en describir su aspecto físico. Se les representaba como seres de aspecto oscuro y adusto, portaban ardientes antorchas, varas o látigos, sus cabellos eran serpientes enroscadas, su respiración era áspera y siniestra y se movían arrastrándose por el suelo (R. Hard). Conocían todo tipo de sustancias tóxicas y venenosas, así como las cosas que podían causar grandes sufrimientos a los que consideraban culpables. Las personas que eran perseguidas por estos terribles seres de la venganza enloquecían con facilidad.

En los textos más antiguos, como la Odisea y la Teogonía, no se menciona el número ni los nombres de las Erinias. En la mitología latina se les conoció como las Furias y fueron los escritores romanos, Virgilio y Ovidio los que establecen que son tres y que sus nombres son: Alecto, Tisífona y Megaira.

Edipo fue vengado por las Erinias por haber cometido incesto con su madre y por haber causado la muerte de Yocasta, quien se ahorcó al descubrir que Edipo era, por igual, su hijo y esposo.

Telémaco sugiere a su madre Penélope que, si Odiseo no regresa y llega a abandonarla, lo maldiga e invoque la venganza de las Erinias. El rey de Beocia, Amíntor, pide a las Erinias que venguen la afrenta que le ha hecho su hijo, Fénix, por haber enamorado a su amante.

Alcmeón, ciudadano de Argos, mató a su madre, Erífile, porque la ambición de ésta había causado, muchos años atrás, la muerte de su padre, Anfiarao. Erífile había persuadido con engaños a Anfiarao, de ir a luchar contra Tebas, a pesar de que sabía que ahí encontraría la muerte. La persecución de las Erinias y su castigo volvieron loco a Alcmeón y el lugar que pisaba en su huida se convertía en tierra baldía.

Se cuenta que Hécuba, la esposa del rey Príamo, antes del nacimiento del príncipe Paris, tuvo un sueño perturbador, en el que se veía dando a luz a una Erinia con aliento de fuego y cien manos portadoras de antorchas, que causaba la derrota y destrucción de Troya. Después de consultar a los adivinos, al nacimiento de Paris, Príamo decidió abandonar al pequeño en un monte cercano, de donde fue rescatado por un pastor.

Con respecto a la función de las Erinias como vigilantes del curso correcto del orden natural se cuenta que Janto, el caballo de Aquiles, fue degollado por las Erinias cuando éste se disponía a revelarle a su amo quiénes eran los culpables de la muerte de su querido Patroclo. Es antinatural que los caballos hablen con los humanos y las Erinias estaban ahí para castigar al que infringiera la ley natural.

También se le atribuye a Heráclito, el filósofo presocrático, haber ejemplificado el poder de las Erinias en este aspecto, diciendo que, si el mismísimo Sol se atreviera a sobrepasar sus límites o querer cambiar su trayectoria diaria, sería perseguido implacablemente por las Erinias.

Escribe Robin Hard que, en la mitología, las Erinias encarnaban el primitivo espíritu de venganza que anidaba en el pensamiento arcaico individual y colectivo. Ellas no se detenían en considerar los atenuantes, agravantes, circunstancias involuntarias, accidentales o de fuerza mayor que estaban en la base de un comportamiento criminal. Ellas registraban la falta y actuaban despiadadamente, sin deliberación alguna y sin atender la voz del acusado.

Fue hasta el momento en que persiguieron a Orestes por haber matado a su madre, Clitemnestra, que el incontenible espíritu de venganza de las Erinias fue moderado y, finalmente, vencido por un tribunal de justicia. En el Areópago, en un juicio presidido por Atenea, se escucharon los argumentos de las partes: por un lado, de las vengativas acusadoras y, por el otro, del acusado. Después de deliberar, los jueces dividieron opiniones, por lo que Atenea, con su voto de calidad, decidió absolver al acusado de toda responsabilidad en el asesinato.

Hay quienes piensan que las Erinias perdieron por completo su razón de ser con la introducción de los tribunales de justicia, por lo que después del juicio de Orestes, los habitantes de Grecia cambiaron su nombre de Erinias (vengadoras) por el de Euménides (benévolas) y se les empezó a rendir culto, como tales, en diferentes sitios.

El sentimiento de venganza es algo que ha permanecido inmutable a lo largo del tiempo. Con la venganza se pretende hacer daño a otra persona, como una especie de retribución emocional, por algún agravio o humillación recibido, real o imaginario. Se piensa que cumpliendo el deseo de venganza se obtiene esa compensación que restablece el equilibrio emocional en el ofendido.

Además de los tribunales de justicia, las sociedades han construido diversas instancias de mediación ante conflictos de todo tipo. Su objetivo es conducir aquellos en los que algunas personas se consideran víctimas o agraviadas por otras y evitar que el primitivo deseo de venganza se imponga.

Entre las personalidades autoritarias y tiránicas es común observar cómo sus conductas son incitadas más por las arcaicas Erinias que por el espíritu de la moderada justicia.

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