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La rifa: primero comedia, luego tragedia

Razones

La rifa: primero comedia, luego tragedia

Jorge Fernández Menéndez

El tema de la rifa del avión presidencial es, por supuesto, una ocurrencia que raya en lo ridículo, pero es también la demostración de cómo un voluntarismo presidencial alejado de la realidad, provoca daños que pueden ser muy costosos para el país.

Ya sabemos que la rifa del avión presidencial no incluirá como premio el propio avión, sino un premio en dinero de 25 millones de pesos (el avión supuestamente cuesta 130 millones de dólares, pero el premio se redujo porque el presidente considera que es mucho dinero y que eso “echa a perder” a la gente). Sabemos que habrá seis millones de boletos de los cuales el Presidente tratará mañana, en una reunión con empresarios, que le compren cuatro millones de boletos, que a los empresarios no le servirán para nada pero que tendrán que pagar.

Sabemos también que ayer, el fiscal general, Alejandro Gertz Manero le entregó al Presidente, un cheque por dos mil millones de pesos para pagar los premios que habrá que abonar, dicen, por la rifa del avión que no se rifará. El dinero proviene del regreso de unos recursos cobrados, se supone que ilícitamente, por una empresa al Infonavit (aunque el fiscal no dio información porque dijo que ello afectaría el debido proceso). Se supone que la rifa, que se hará hasta septiembre, es para recaudar fondos para comprar medicamentos. La pregunta es si no sería más útil usar esos dos mil millones para comprarlos ahora, cuando escasean, y no a fin de año.

Pero resulta que eso no sería necesario porque el gobierno dice que no hay desabasto de medicinas, al tiempo que se forma una comisión en Gobernación para tender el desabasto de medicinas o sea para atender un problema que no existe. Llama la atención que en esa comisión no participa el secretario de salud, que por cierto no estaba enterado de la precaria situación en la que están los institutos como neurología, lo que se “descubrió” luego de una publicitada visita que hizo la secretaría de la función pública, Irma Sandoval a ese instituto.

Todos se asombraron de la precaria situación en la que vive ese instituto, pero olvidan que antes redujeron drásticamente el presupuesto al sector y sobre todo a esos institutos especializados (donde el secretario y el subsecretario de salud trabajaron buen parte de su vida) al mismo tiempo que anunciaban una reforma para que la salud sea universal y gratuita, sin cobros de recuperación de esas instituciones.

Sin embargo, resulta que, por ejemplo, el instituto de epidemiología, en plena crisis global del coronavirus, vio reducido su presupuesto de 601 millones de pesos a sólo 544 millones. La reducción es mucho más grave cuando resulta que el gasto operativo de ese instituto será para este año de apenas 75 millones de pesos, contra 199 millones del año pasado.

Cómo harán para atender a miles de pacientes (ni pensar una verdadera epidemia) con ese presupuesto, nadie la sabe, y mucho menos sin cuotas de recuperación y cuando desde la mañanera se vuelve a acusar a los directores de hospitales e institutos (muchos de los mejores y más respetables médicos del país) de lucrar con la compra de medicamentos, compras que en realidad ellos no realizaban. Se los hace responsables de un desabasto de medicinas que el propio gobierno niega.

También para hacer ahorros se está pensando en vender las embajadas que tiene México alrededor del mundo, extrapolando al máximo el ejemplo de la venta (irrealizable) del avión presidencial, que se rifará pero que se conservará sin usarlo. Un despropósito que ningún país ha experimentado.

La rifa del avión no es una simple ocurrencia: es un hilo conductor que permite hilvanar todo tipo de malas decisiones, que son mucho más graves que la simple engañifa de venderle a los mexicanos boletos de una rifa con un premio que no van a recibir. Se juega con la ocurrencia de la rifa, pero en realidad con lo que se está jugando es con la salud, las medicinas, la seguridad de la población.

Impunidad

Ayer, jóvenes que dijeron ser normalistas de Ayotzinapa intentaron ingresar por la fuerza a Palacio Nacional, la tomaron a golpes contra la Puerta Mariana y contra los elementos de seguridad, hubo que utilizar gases lacrimógenos para dispersarlos. Como premio, fueron recibidos horas después por la secretaría de Gobernación y les regalaron plazas de maestros.

Son los mismos jóvenes que roban y secuestran cotidianamente tráileres y camiones, con sus mercancías y choferes dentro, que toman casetas de peaje para financiarse, que queman edificios públicos, agreden a policías o militares. Nunca les pasa nada: nunca han sido detenidos o procesados.

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