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Netanyahu quería «derribar» a Hamás. Esta guerra podría derribar a Israel

IIPARTE

David Hearst

Divide y vencerás

…La ofensiva israelí en Gaza ha cambiado todo Oriente Próximo, tal y como prometió el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pero no de un modo que beneficie a su gobierno o a futuros gobiernos.

Durante diecisiete años, el resto del mundo se olvidó de Gaza o la ignoró, salvo durante las guerras de 2009, 2012, 2014 y 2021, en las que los Estados Unidos y las principales potencias europeas hicieron todo lo posible por reforzar el asedio impuesto a Gaza por Israel y el Egipto de Abdelfatah El-Sisi.

Pues bien, con el 60% de la Franja destruida y con la mayor parte de sus 2,3 millones de habitantes sin casas, escuelas, hospitales, carreteras, tiendas ni mezquitas a las que volver, no hay peligro de que se vuelva a ignorar a Gaza.

Si durante diecisiete años la política de Israel fue dividir y vencer separando Gaza de Cisjordania y eliminando toda posibilidad de participar en un gobierno de unidad nacional, Gaza y Cisjordania están reunificadas como nunca lo habían estado.

Si Jordania había permanecido tranquila durante cincuenta años tras la sangrienta guerra entre su ejército y la OLP, si las divisiones entre los jordanos del este y los ciudadanos palestinos de Jordania se veían marcadas por la desconfianza mutua, Jordania es hoy, tanto para jordanos como para palestinos, un hervidero de odio contra Israel. Cada vez hay más intentos de pasar armas de contrabando a Cisjordania a través de una frontera de 360 km, más de cuatro veces más larga que sus fronteras con Líbano y Siria.

Jordania calcula que Israel necesitaría cinco veces el número de tropas que tiene frente a Líbano para asegurar esta frontera.

Con trece campos de refugiados y millones de palestinos como ciudadanos, Jordania es el mayor reservorio de palestinos en la diáspora, alrededor de seis millones, que superan en número a los palestinos que viven en Cisjordania y Gaza.

Si el 6 de octubre Netanyahu se jactaba de que la victoria de los sionistas era inminente, agitando ante la Asamblea General de las Naciones Unidas un mapa de Israel que borraba a Palestina del mapa, hoy su jactancia parece lamentablemente fuera de lugar; si la firma por Arabia Saudí de un acuerdo que reconocía a Israel se consideraba sólo cuestión de tiempo, los Acuerdos de Abraham se han disuelto hoy en la caldera que Israel ha avivado en Gaza. 

El «juego de inculpaciones» de Netanyahu

¿Y qué hay de la opinión en Arabia Saudí? La última encuesta contiene dos cifras asombrosas para un país cuyo líder intenta conscientemente desprenderse de las viejas costumbres, entre las que incluye el apoyo a Palestina.  El 91% está de acuerdo en que la guerra de Gaza es una victoria para los palestinos, árabes y musulmanes, y el 40% tiene una actitud positiva hacia Hamás, lo que supone un cambio de 30 puntos respecto a agosto de este año.

Hoy en día, si leemos y escuchamos lo que dicen los saudíes, los bahreiníes, los qataríes y los emiratíes, el reconocimiento de Israel se parece mucho a la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, a la que los acuerdos pretendían substituir.

La característica clave de los Acuerdos de Abraham, ideados por el ex embajador de Estados Unidos en Israel, David M. Friedman, y Jared Kushner, era hacer que el veto palestino fuera irrelevante. Ahora ha vuelto de nuevo. Aunque haya más países que firmen, esto se está convirtiendo en irrelevante, pues la verdadera lucha es la que cristaliza entre los palestinos e Israel.

En la ruina de todos estos planes, Netanyahu y su coalición de extrema derecha sólo tienen un camino que seguir: adelante. No pueden retroceder.

Por su propia supervivencia política y legal, Netanyahu tiene que continuar la guerra. Lo mismo ocurre con el sionismo nacional religioso. Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich saben que perderán una oportunidad única en la vida de cambiar el equilibrio demográfico de judíos y palestinos en Cisjordania si a Netanyahu le obliga a poner fin a la guerra el presidente norteamericano Joe Biden.

Preguntados por Middle East Eye qué planes tenía Israel para el «día después» de que termine la guerra, altos analistas y ex diplomáticos israelíes fueron unánimes en su respuesta: no había ninguno.

Eran Etzion, ex diplomático y miembro del Consejo de Seguridad Nacional, afirmó que Netanyahu sí estaba pensando en el día después, pero sólo en la medida en que eso afecte a sus posibilidades de supervivencia política.

«Está muy claro que ya se ha dado cuenta de que los norteamericanos van a detenerle antes de que haya alcanzado los objetivos de la guerra», dijo.

«Ya se está preparando para el ‘juego de las inculpaciones’, en el que sus objetivos serán Biden, los jefes militares, los medios de comunicación y, como decimos en hebreo, el mundo entero y su esposa, los cuales le impidieron alcanzar la victoria.

«Así que, para él, el día después es la continuación de la guerra por cualquier medio, pues el objetivo es la supervivencia en el poder».

Etzion señaló que, después incluso de dos meses de campaña, no existía ningún foro oficial ni grupo alguno de funcionarios que planificaran la gobernanza en Gaza después de la guerra, y no había conversaciones oficiales entre el estamento de defensa israelí y los funcionarios estadounidenses en Washington.

Asombroso error de cálculo

Es muy posible que la guerra disminuya bajo la presión de los Estados Unidos y continúe como un conflicto marcado por los ataques del ejército israelí contra los dirigentes de Hamás y una prolongada guerra de guerrillas llevada a cabo por combatientes que actúan en pequeñas unidades.

Pero esto implica que Israel no sólo se apodere del paso fronterizo de Rafah y selle los túneles para impedir que Hamás se reabastezca de armas de contrabando a través de la frontera, sino que Israel se encargue de la administración civil del norte de Gaza, que tan completamente ha destruido.

Para la derecha, los rehenes que Hamás sigue reteniendo son como si estuvieran muertos, pero Netanyahu recibirá cada vez más presiones de sus familias para que abandone su guerra.

Los fantasmas del Líbano están volviendo de veras para atormentar a Israel. Israel tardó quince años en marcharse después de que Beirut se volviera insostenible, pero abandonó en 2000. Cuando lo hicieron, Hezbolá se convirtió en la fuerza militar y política dominante del país.

Esta guerra ha sido un error de cálculo asombroso para Israel. Además de ser un desastre moral, también lo es militar. Ha dado a la resistencia una popularidad y un estatus en el mundo árabe desconocidos desde hace muchas décadas.

Ni siquiera la primera y la segunda intifadas tuvieron tanto éxito como el que ha tenido Hamás en Gaza en los dos últimos meses. Gaza ha reavivado los rescoldos de la ira árabe por su humillación a manos de inmigrantes judíos.

El resultado de esta guerra bien podría ser un estado continuo de conflicto que privaría a Israel de la pretensión de haberse convertido en un Estado normal al estilo occidental. En estas condiciones, la expansión de la guerra va a existir siempre, como demuestran los ataques de los hutíes en Yemen contra la navegación occidental que pasa por el Mar Rojo.

«Mitut Hamás» (Derribar a Hamás) es el lema en hebreo y el objetivo del gabinete de guerra israelí. Después de dos meses de tanta destrucción, bien podrían revisarlo para que dijera «mitut Israel», porque es el efecto que esta guerra podría tener todavía.

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