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Los ingenuos ven al mercado como contrapeso político

Plaza Cívica

Fernando Núñez De La Garza Evia

Ante las mayorías aplastantes de Morena, y el proyecto autocrático en curso, muchos le apuestan al mercado como el gran contrapeso político para el país. Y, aunque hay algo de razonable en la apuesta, también debería haber cautela. Porque existe una larga historia que nos dice que al mercado no le importa la democracia o la autocracia, sino las reglas claras y la efectividad estatal.

“Es más importante la justicia que los mercados”, dijo el presidente López Obrador. Hay una extensa historia de tensión entre el capital (los mercados) y el Estado (la política). Ya desde la Edad Media esa tensión era evidente entre los burgueses detentadores de capital en las grandes ciudades europeas, y las clases aristocráticas que manejaban el gobierno y consolidaban los nuevos Estados nacionales. El capital y el Estado tienden a aborrecerse, pero se necesitan, porque ninguno puedo sobrevivir sin el otro: mientras que el capital detesta las fronteras, pero necesita al Estado para su seguridad física y jurídica, el Estado requiere de límites territoriales definidos y necesita del capital para mantenerse a través de impuestos. Pero ojo: al capital no le importa si el Estado es democrático o autocrático. Lo único que le importa son las reglas claras con Estados funcionales que las implementen.

Ejemplos sobran. El fascismo italiano, la Alemania Nazi y el militarismo japonés eran regímenes autoritarios y totalitarios que alcanzaron altos grados de desarrollo económico gracias a la cooperación del capitalismo nacional e internacional. En épocas presentes, el ejemplo paradigmático es el autoritarismo chino, el cual ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas de la mano del gran capital internacional. Y ciertamente está el caso mexicano, con el autoritarismo porfirista del siglo diecinueve y el autoritarismo priista del siglo veinte, los cuales atrajeron importantes cantidades de inversión nacional y extranjera para industrializar al país.

¿Qué pasará en pleno siglo veintiuno ante el posible advenimiento de una democracia mayoritaria de partido hegemónico? Es decir, ¿de un México sin contrapesos políticos reales donde un solo partido político monopolice el poder? La esperanza de muchos está en el mercado: habrá tal reacción que el gobierno morenista será incapaz de atreverse a llevar a cabo sus reformas que harían de tal país una realidad. Sin embargo, esa esperanza es un tanto ingenua. Y lo es porque los mercados odiarán la incertidumbre que provocan las reformas en una persona sin la disciplina y las credenciales técnicas de López Obrador, pero, ¿reaccionarán igual con una persona autoritaria, pero disciplinada y técnicamente solvente como Claudia Sheinbaum?

A los inversionistas, como a nuestros vecinos del norte, no les importa si México es democrático o autocrático: solo les importan las reglas claras con un Estado medianamente efectivo. Y no les preocupa del todo el Poder Judicial ante la existencia de un marco jurídico supranacional llamado TMEC. En resumidas cuentas: no hay inversionistas demócratas, solo inversionistas interesados en obtener retornos. Y lo que se los asegure, lo apoyarán.

fnge1@hotmail.com        

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