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Morena no es el viejo PRI. Y Sheinbaum no es Lázaro Cárdenas del Río

PLAZA CÍVICA

Fernando Núñez De La Garza Evia

Muchos afirman que Claudia Sheinbaum acabará por desterrar a su maestro político, Andrés Manuel López Obrador, al llegar al poder. Recurren a la historia del viejo priismo, donde no se volvía a saber del expresidente una vez que el nuevo había tomado el poder. Sin embargo, el pasado no es presente, y las circunstancias actuales son muy diferentes de aquellas del pasado.

Dos argumentos destacan cuando se defiende a la candidata presidencial morenista. Primero, que es una demócrata. Segundo, que la Silla del Águila será suficiente para superar al líder máximo morenista. Pero son solo buenos deseos: “falta el trámite del 2 de junio, jajaja” dijo la candidata recientemente, denostando la elección y a los votantes (y que los presidentes del viejo priismo jamás se atrevieron a hacer). Peor aún, en el tercer debate comentó: “los únicos que hemos luchado siempre por la democracia ha sido nuestro movimiento”, despreciando así decenas de años de lucha democrática de una pluralidad de actores políticos, e intentando arrebatarle legitimidad democrática y moral a la oposición. Ni siquiera voltea a ver a sus contrincantes políticos, jamás ocurrido en debate presidencial alguno. Pero si Sheinbaum está hecha de la misma madera autocrática que su tutor político, le falta el carisma para arrebatarle el bastón de mando.

La analogía a la que más acuden los defensores del morenismo es a aquella de Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río. Pero lo que hoy sucede es precisamente al revés. Mientras que el líder saliente, Elías Calles, era un líder sin carisma y desconfiado de las masas populares, el líder entrante, Cárdenas del Río, fue un presidente carismático y un maestro para organizar a las clases populares. Por ello se sacudió relativamente fácil a Plutarco Elías Calles y se apropió del partido. Sin embargo, en el México actual, es la líder entrante, Claudia Sheinbaum, quien carece de carisma y de toque popular, mientras que el líder saliente, López Obrador, es el dirigente carismático y fundador del movimiento morenista. Eso hará que le sea mucho más difícil a Claudia Sheinbaum apropiarse de Morena.

Por otra parte, mientras que Lázaro Cárdenas utilizó su carisma para institucionalizar al partido y la transferencia del poder, López Obrador ve la institucionalización de Morena y las instituciones del país como un impedimento para su carisma y poder. La institucionalización impulsada por Lázaro Cárdenas permitió un ritual político estabilizador: una vez nominado el nuevo presidente, los reflectores le pertenecerían a él; protegería las espaldas del presidente saliente, y podría deslindarse de él; y nunca el presidente saliente le impondría agenda alguna al entrante. López Obrador ha hecho lo contrario, augurando su deseo de permanencia política.

No son los tiempos autocráticos, institucionales, del viejo priismo. Claudia Sheinbaum es una líder autocrática sin carisma. López Obrador es el líder carismático indiscutible de Morena. De llegar a la presidencia la candidata morenista, habrá o sumisión política, o colisión política. Ambas, desestabilizadoras.

fnge1@hotmail.com        

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