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2024: la herencia

Razones

Jorge Fernández Menéndez

Antes que nada, estimado lector, el más ferviente deseo que tenga un feliz año, para usted, para los suyos y ojalá que para todos nosotros. No será fácil. 

El año terminó con una vorágine de inauguraciones presidenciales y con una violencia incontenible, preludio de lo que será este 2024. El presidente López Obrador terminó el 2023 en una abierta campaña tanto para asegurar la elección como para condicionar todo lo posible a quien sea su sucesora.

Ninguna de las obras inauguradas por el primer mandatario en este fin de año está, en algunos ni siquiera remotamente, terminada. Habrá un vagón VIP en corredor del Istmo, pero esa obra (quizás en términos económicos la que puede ser más redituable de todas las emprendidas en este sexenio), está aún en ciernes. Ese corredor no es lo que se esperaba: debería tener por lo menos dos carriles de ferrocarril, una autopista paralela y debería ser el espacio idóneo de diversos parques industriales. Además de una frontera sur virtual. Nada de eso existe hoy, ni siquiera un ferrocarril funcionando.

Lo mismo sucede con el tren maya, que inmediatamente quedó en reparaciones en los tramos estrenados. El aeropuerto de Tulum, como ya había ocurrido con el Felipe Ángeles (cada día es más evidente el enorme error que significó no haber concluido el de Texcoco) no tiene aún las vías de comunicación plenamente integradas.

El Cuchillo II ya ha sido inaugurado tres veces por López Obrador y Samuel García y todavía no aporta agua a Monterrey. Ni hablar de la megafarmacia, hoy simplemente una bodega, una propuesta que no sólo será casi imposible de operar como se pretende, sino que va en el sentido contrario de los sistemas de distribución de medicinas en el mundo.

La nueva Mexicana de Aviación no deja de ser un embrión de una aerolínea que no tiene sentido, que es subsidiada por el gobierno, que les hace competencia desleal a las empresas del sector y que por las prisas para que operara no tiene en los hechos casi aviones.

De la refinería de Dos Bocas, inaugurada hace ya más de un año no hay noticias y obviamente le falta aún mucho para refinar un solo barril de crudo.

Prácticamente ninguna de estas obras y ocurrencias presidenciales se podrá amortizar en muchos años y sus inauguraciones no dejan de ser actos de proselitismo apenas disfrazados.

El presidente López Obrador dice que se irá, pero está haciendo todo para dejar, como dijo antes de morir el dictador Francisco Franco “todo atado y bien atado”. El efecto es directo: quien gane en el 2024, sea Claudia o Xóchitl, tendrá el presupuesto etiquetado y sin margen. No podrá disponer de recursos para cualquier iniciativa de fondo: entre los apoyos sociales y los recursos que todavía se tendrán que destinar a estas obras, sumada a la deuda contratada y las pensiones, no quedará literalmente casi nada.

Y quien sea la nueva inquilina de Palacio Nacional, si quiere recurrir a un fuerte programa de impulso a las inversiones privadas en muchos sectores como la energía, se encontrará con muchas de las trabas legales que ha levantado esta administración.

Pero, además, quien llegue al poder el próximo primero de octubre, se topará con otro lastre enorme: la inseguridad. No se trata de evaluar la pertinencia o no de la Guardia Nacional o de la participación militar (ambas necesarias e importantes) sino de comprobar que la estrategia seguida es un fracaso.

Este fin de año se sucedieron las asesinatos y masacres. Que el presidente festeje que un día festivo hubo sólo 47 asesinatos es tragicómico. Pero no se trata sólo de los homicidios: otros fenómenos como la extorsión y el cobro de piso parecen crecer en forma constante, lo mismo que el empoderamiento de los grupos criminales en todos los ámbitos de la vida del país, como el tráfico de personas.

Para hacerles frente necesitará cambiar la estrategia en forma radical pero también readecuar las fuerzas de seguridad, invertir mucho en la construcción de policías estatales, en un sistema de procuración de justicia federal y local, incluyendo las áreas de investigación, en los que está todo por hacerse. ¿De dónde saldrán no sólo la determinación política sino también los recursos para hacerlo?

A eso hay que sumarle otro tema central: la relación con Estados Unidos. Para la administración Biden la migración y el tráfico de fentanilo son problemas gravísimos que le están afectando en su agenda interna y que, en el bando republicano, con Donald Trump a la cabeza, se han convertido en lemas de campaña. El ex presidente y ahora aspirante declaró y ahora repite en sus mítines, que quisiera ser “dictador” por un día con un objetivo: “cerrar las fronteras con México”.

Este 2024 terminará sin López Obrador en el gobierno, pero quién sabe si no permanecerá de una forma u otra en el poder. Lo que es indudable es que su herencia será una pesada carga para quien lo suceda.

Treinta años

Fue la decisión más importante que ha vivido México desde la posguerra: la entrada en vigor, hace treinta años del Tratado de Libre Comercio. Sin el TLC nuestra vida sería completamente diferente y todos nuestros actuales rezagos serían mucho mayores. Hoy México literalmente vive de los éxitos derivados del TLC. Preservarlo e incrementar esos acuerdos son parte de nuestros grandes desafíos futuros.

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