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Abelina o premiar el abandono

Razones

Jorge Fernández Menéndez

Desde que el huracán Otis azotó Acapulco, la presidenta municipal del puerto, Abelina López ha estado virtualmente desaparecida y sus pocas intervenciones en medios han sido francamente lamentables.

Hace días que casi no hay transporte público por el chantaje del que son objeto los choferes, las extorsiones se han extendido, los servicios como la recolección de basura sigue siendo en distintos puntos de la ciudad inexistente, se extiende el dengue y ante todo ello, cuestionados o no, hay esfuerzos de otros autoridades locales y federales, pero en el ámbito municipal las autoridades están desaparecidas, desde las policías hasta los recolectores de basura.

Decíamos horas después de Otis, que entre los muchos desafíos que enfrenta Acapulco uno de los mayores, quizás el mayor, porque sin ella toda la labor de reconstrucción estará impedida, es el de la seguridad. Fue evidente, como hemos insistido, que muchos de los saqueos que se produjeron en el puerto no fueron producto de la desesperación de la gente sino del accionar de criminales: los robos en los bancos, en centros comerciales, negocios e incluso viviendas, no fue por la necesidad de agua o alimentos, que evidentemente escasearon y siguen escaseando, sino de acciones concertadas por las organizaciones criminales que allí operan.

Lo hacían antes del huracán y lo hacen después. Según datos de la secretaría de seguridad y protección ciudadana federal, Acapulco ocupó el cuarto lugar en homicidios dolosos durante el año pasado; y según la encuesta del Inegi sobre percepción de seguridad, casi el 75 por ciento de los habitantes no se sienten seguros en el puerto.

Pero para la alcaldesa Abelina López nada de eso es cierto. Interrogada sobre la violencia en Acapulco dijo que ésta tenía que ver con muchos factores, como los altos índices de pobreza extrema, “el tema de género” (sic), la falta de empleo e incluso “el calor” y la mala alimentación, porque todo eso “te acelera”. Sobre los saqueos cometidos luego del huracán aseguró que se trató de acciones de “cohesión social”, no de robos. “Quizá de fuera nos vean feo, dijo, cuando uno ve pues a ciudadanos tomar cosas que no son de ellos. Yo le llamaría cohesión social o una salida (…) No es lo mismo aquel que tiene el estómago lleno al que no lo tiene lleno (…) Yo no le llamo robar”.

Ahora ante esta nueva crisis, la alcaldesa lleva una semana en la ciudad de México negociando, pero no la llegada de más recursos o de fuerzas de seguridad, sino su reelección al frente del municipio. Su argumento no es el desempeño mostrado durante el huracán o los días y semanas posteriores, sino que le corresponde reelegirse como cuota de la corriente de Marcelo Ebrard (¿en realidad Marcelo la seguirá viendo como una poosción suya?).

Me tocó cubrir en una fecha tan lejana como 1997 los estragos del huracán Paulina en Oaxaca y Guerrero, con características diferentes (allí lo terrible fueron las lluvias más que el viento) pero tan considerables como los que ahora provocó Otis.

La costa de Oaxaca y Acapulco fueron devastados. Oaxaca había tomado medidas de prevención mucho mayores que Guerrero y recuerdo, porque estuve allí días completos, como desde Huatulco se implementó un impresionante programa de rescate aéreo para atender Puerto Escondido, el epicentro del desastre y muchas zonas cerranas. Ese esfuerzo lo encabezaron el entonces gobernador Diódoro Carrasco y el secretario de la Defensa, el general Enrique Cervantes. 

En Acapulco se asentó el presidente Ernesto Zedillo, que interrumpió una gira a Alemania para regresar al puerto ante el desastre operativo del gobernador Angel Heladio Aguirre (sí, el mismo de Ayotzinapa y que cometió los mismos errores ya como gobernador por el PRD, durante Ingrid y Manuel). Zedillo decidió regresar a México, instalarse en Acapulco para coordinar los trabajos e inmediatamente al comprobar que no había estado ni hecho nada ante la llegada del huracán, le pidió la renuncia al entonces alcalde, Juan Salgado Tenorio, compadre de Aguirre. Unos decían que Salgado andaba en Las Vegas, otros en Disney. Lo cierto es que el alcalde fue destituido en forma fulminante.  

Todo esto viene a cuento porque Abelina no puede seguir como alcaldesa del puerto. No es un tema de política ni de ideología sino de resultados. No puede la alcaldesa desaparecer durante el huracán, no estar en los días posteriores, luego justificar los saqueos o la violencia, no estar ni en los medios ni en las zonas devastadas durante la reconstrucción, no decir una palabra ante el asesinato del empresario Ricardo Taja en diciembre, ahora en medio de otra crisis de seguridad estar en la ciudad de México y pedir su reelección basada solamente en una cuota política.

El mensaje no puede ser ese: ante tamaña prescindencia el premio no puede ser la reelección. Me imagino que en Morena y sus aliados debe haber muchos personajes que estarían dispuestos a encabezar labores serias de reconstrucción, con todo lo que ello implica, incluyendo la seguridad y coordinándose con el gobierno estatal, el federal y las fuerzas armadas.

Si no se toman medidas el crimen, organizado o no, se terminará apoderando de la ciudad, donde las fuerzas policiales locales prácticamente han desaparecido, como la alcaldesa, desde el huracán. Los grupos criminales como lo demostraron durante los saqueos o ahora con las extorsiones al transporte, tienen recursos, gente y sobre todo son absolutametne inescrupulosos para operar y tratar de sacar ventaja en cualquier circunstancia, incluyendo una tragedia social extrema. El gobierno y su partido no pueden premiar el abandono.

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