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Israel, Hamas y la política del avestruz

Razones

Jorge Fernández Menéndez

El ataque de Hamas a Israel ha reconfigurado la geopolítica internacional, pero en México seguimos pensando que estamos en la guerra fría de los años 70. Estados Unidos, Canadá, la OTAN y la Unión Europea le han dado pleno apoyo a Israel ante el ataque terrorista. Rusia, Irán y Siria, más disimuladamente Qatar y Turquía apoyan a Hamas. México sacó un comunicado de la cancillería rechazando el ataque, pero el presidente López Obrador dijo ayer que en política exterior el mandato es “no intervención, autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de las controversias”. Dijo que “no queremos la guerra y no queremos la violencia”. En otras palabras, no dijo nada, una vez más no se comprometió en la defensa de los agredidos y los equiparó con los agresores.

Todo esto me recuerda dos cosas: primero, las enormes indefiniciones que tuvo el presidente Fox el 11 de septiembre del 2001 cuando se atacaron las Torres Gemelas. El entonces canciller Jorge Castañeda demandaba una comunicación urgente de apoyo con Estados Unidos, el secretario de gobernación, Santiago Creel, decía que no había que comprometerse tanto. Fox dudó casi 48 horas y cuando habló con Bush fue ambigüo y la relación con la administración Bush se deterioró completamente.

Segundo, la diferencia con la que actúa el gobierno mexicano en Bolivia con Evo Morales o en Perú con Pedro Castillo, conflictos internos en los que no tendríamos que tener injerencia, respecto a claras intervenciones y agresiones externas como la invasión rusa a Ucrania o el ataque de Hamas contra Israel. Parece que tenemos una política de no intervención bastante selectiva.

Pero decíamos que estábamos ante una reconfiguración geopolítica global. El ataque de Hamas estuvo pensado con ese objetivo y parece haberlo logrado. ¿Qué es Hamas? una organización terrorista que, luego de arrebatárselo a la Auroridad Nacional Palestina, controla la Franja de Gaza (un estrecho territorio al sur de Israel de apenas 41 kilómetros de largo y entre 6 y 12 kilómetros de ancho, donde habitan más de dos millones de personas), desde donde se lanzó el ataque con cerca de 500 elementos que cruzaron a Israel por tierra, mar y aire, al tiempo que lanzaban miles de misiles sobre territorio israelí. Mataron a cientos de personas y secuestraron hombres, mujeres, niños, ancianos y soldados, también por cientos. Hamas, que quede claro, es un instrumento terrorista de la Guardia Nacional Iraní, apoyada, financiada, organizada por Irán.

Al momento del ataque, que coincidió con el 50 aniversario de la guerra de Yon Kippur, Israel no sólo estaba en medio de una celebración religiosa sino también de una grave crisis política. Con el gobierno más conservador de su historia, con fuerte influencia integrista y de ultraderecha, con un país dividido. Y con una seguridad distraida en esos conflictos internos. La falla de la inteligencia y del sistema de defensa, que fueron tomados completamente desprevenidos, es sorprendente.

Hamas, Irán y sus aliados ven debilitado a Israel por sus diferencias internas, pero también a Estados Unidos, donde el presidente Joe Biden ni siquiera puede garantizar apoyo pleno a Ucrania, no tienen un speaker en la Cámara de Representantes y el principal candidato de oposición, Donald Trump, sigue acumulando apoyo pese a que está acusado de prácticametne todo, desde abuso sexual hasta fraude fiscal. Los republicanos no quieren seguir apoyando a Ucrania (en un nuevo guiño de Trump a Putin) y eso también debilita a este país en la guerra con Rusia y hace tambalear el apoyo europeo. El ataque de Hamas es manipulado por Irán, Rusia y Siria aprovechando esta suma de debilidades.

Hay que recordar que al mismo tiempo que quería reconstruir algunos lazos con Irán, vía ayuda humanitaria, la administración Biden estaba negociando un acuerdo con Arabia Saudita, enemigo de Irán y enfrentado con Qatar y Emiratos Arabes, para permitirle desarrollar una industria nuclear pacífica (con todos los asegunes que ello conlleva). El gran enemigo interno en Arabia Saudita son los Hermanos Musulmanes estrechamente ligados con Irán y Hamas. Con la intervención de éstos últimos en Israel ese acuerdo con Arabia Saudita por lo pronto fracasó, porque Arabia no podía apoyar a Israel sin desencadenar un conflicto interno.

Rusia apoya abiertamente a Irán y a Siria (que controla Líbano a través de Hezbolla y que también entró en el conflicto, pero con menos virulencia que Hamas), mientras que Cisjordania, el territorio gobernado por la Autoridad Nacional Palestina, queda jugando un papel muy disminuido.

En este escenario, la intervención de Israel en la Franja de Gaza para acabar con Hamas, que tiene el apoyo de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y la OTAN, una vez más se reconfigura una coalición de occidente contra buen parte de oriente. Israel para derrotar a Hamas deberá arrasar la franja de Gaza (que paradójicamente depende en todo de Israel, desde la luz y el agua hasta las fuentes de trabajo) pero, ante la guerra, ha reconfigurado su gobierno, con una coalición que le permite a la administración Netanhayu no depender exclusivamente de la ultra derecha.

Ese es el escenario de una una guerra larga e impredecible, por todos los actores involucrados, en la que México sigue jugando la política del avestruz, sin comprender que esto no es la guerra fría de los 60 y 70, que nuestro lugar debe ser estar con la coalición occidental y condenar las agresiones externas contra cualquier país, sea Ucrania o Israel, porque esos son también nuestros intereses nacionales. Pero seguimos jugando las cartas equivocadas. 

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