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Las tlayudas como sentido estratégico

Razones

Jorge Fernández Menéndez

Mientras estábamos ocupados con la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles, su potencialidad y sus carencias, mientras el presidente López Obrador calificaba de clasistas y racistas a quienes criticaron que en los pasillos del nuevo aeropuerto haya vendedores ambulantes de tlayudas, mientras todo eso ocupa espacios y hora de declaraciones gubernamentales, los temas de la agenda real con sentido estratégico, se siguen acumulando sin tener una cabal respuesta.

Uno de los más importantes, sobre todo con la crisis que deviene de la guerra de Ucrania, es el energético. El gobierno federal sigue subsidiando las gasolinas a un costo semanal superior a los cinco mil millones de pesos a la semana. La medida permite estabilizar precios en el corto plazo, pero lo cierto es que la recaudación fiscal cae en forma dramática, sobre todo si tomamos en cuenta que el subsidio real es de alrededor de nueve pesos por litro y el mayor beneficio es para aproximadamente un 20 por ciento de la población.

Más allá de eso, lo cierto es que insistir en la reforma energética propuesta es evidentemente cada día más errado. Tenemos que generar confianza, inversiones privadas, apostar por el gran mercado regional de América del norte: es lo que tendría que haber hecho buena parte de la Europa comunitaria en lugar de establecer acuerdos energéticos con Rusia, que han demostrado ser inservibles y contraproducentes. Si no comprendemos que estamos en América del Norte, que nuestra economía depende en un grado muy alto de explotar adecuadamente los rendimientos del TMEC, con todo lo que se puede derivar de ello, estamos hipotecando el presente y el futuro. Las presiones sobre el tema en el congreso y las empresas de Estados Unidos y Europa ante la situación global que se vive en el mercado energético, son ya inocultables. Pero sigamos vendiendo tlayudas en los pasillos.

Otro tema que tendrá presiones extras es el de la migración. A las actuales de centroamericanos, cubanos, haitianos y migrantes de muchos otros países, además obviamente de los nuestros, comienzan a sumarse la de ucranianos y rusos. Recordemos que son millones los que ha abandonado ambos países, unos por la violencia de la guerra desatada por Rusia contra Ucrania, otros porque quieren abandonar un país, Rusia, que deriva cada día más hacia una dictadura autocrática. Muchos de esos millones preferirán esperar en Europa central (o en Turquía, el destino preferido por muchos rusos, a pesar del régimen autoritario de Ankara), pero la propia crisis llevará a muchos a tratar de ingresar a la Unión Americana, vía México.

Si la migración es ya uno de los temas más delicados de la relación bilateral, lo será más en el futuro inmediato. Y mientras México siga manteniéndose “neutral” ante la invasión rusa, se nos mirará cada día con mayor desconfianza.

La declaración de ayer el presidente López Obrador criticando al congreso estadounidense (un elefante burocrático, lo calificó) por haber aprobado un apoyo de 13 mil 600 millones de dólares a Ucrania para enfrentar la invasión rusa que sufre ese país, en lugar de apoyar, dijo a los migrantes mexicanos y latinoamericanos, es una demostración notable de insensatez política, y una demostración de que no se quiere comprender lo que está en juego en la guerra de Ucrania. El presidente Lázaro Cárdenas lo comprendió perfectamente tanto ante la guerra civil española como con la segunda guerra mundial. México mantuvo una cierta y falsa neutralidad en algunos tramos, pero la solidaridad siempre estuvo con los republicanos primero y con los aliados antinazis después, y cuando Estados Unidos entró en la guerra se comprendió que la misma estaba en nuestras propias fronteras. Hoy la administración López Obrador ve el mundo desde una perspectiva tan estrecha como incomprensible en términos de largo plazo.

La seguridad está también en la agenda de pendientes estratégicos en dos vertientes: la cotidiana y la jurídica. La primera es un hecho evidente, y uno de los más preocupantes debe ser la violencia que además se ve aumentada en estos días por la ruptura interna del Cártel Jalisco Nueva Generación. No parece haber solución para ella.

Pero tampoco avanzamos en la seguridad jurídica: si la reforma energética la desafía en lo económico y comercial, no se termina de comprender que la situación de la fiscalía general de la república, las sospechas, las denuncias, la percepción de que se usa la institución con fines personales, hacen un daño altísimo ante inversionistas y socios comerciales y políticos. Si no existe certidumbre en ese ámbito en qué se la puede tener. Es un tema que requiere y demanda una solución política de la más alta autoridad del país. No es un tema personal ni de ministerios públicos.

En fin, se siguen desperdiciando oportunidades, se sigue apostando a la polarización, incluso interna (¿por qué, por ejemplo, no se invitó al líder del senado Ricardo Monreal, a la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles?) y el largo plazo del gobierno, su visión estratégica llega hasta el 10 de abril, día de la consulta de revocación de mandato, ya condenada al fracaso ante el desinterés de la sociedad, y a las elecciones de junio, en seis estados de la república. Todo con la vista puesta en la sucesión del 2024. Luego ya veremos. El mundo real puede esperar.

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