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Sin programa energético no hay blindaje

Razones

Sin programa energético no hay blindaje

Jorge Fernández Menéndez

México ya no es una potencia petrolera: tenemos potencialidades importantes en el sector, pero hoy estamos lejos de ser uno de los principales productores mundiales. Pretender, como se está haciendo, volver petrolizar la economía nacional, querer volver a convertir a Pemex en la empresa pública que sea la palanca de desarrollo de toda la economía nacional no sólo es un error sino también una forma de llevarla a su destrucción. Se quiere regresar a una fórmula que encontró su propio límite en la crisis de 1982.

No somos una potencia petrolera pero sí podemos ser una potencia energética: la combinación de crudo, con gas, energía renovables y técnicas de fracking en un marco de integración, como la propuesta en el TMEC, con Estados Unidos y Canadá, con inversión privada y pública, sí puede convertir la energía en la palanca de desarrollo que el país necesita y que el gobierno federal no encuentra.

La nueva crisis petrolera internacional exhibe con crudeza esa realidad. Pemex tuvo el año pasado 346 mil millones de pesos de pérdidas, de las cuales 176 mil millones fueron generadas por la actual administración, un incremento del 92 por ciento durante 2019. La producción petrolera se ha establecido en aproximadamente 1.67 millones de barriles diarios. Y el precio por barril se desplomó en una sola jornada, el lunes pasado, un 31 por ciento, pasó de 35.75 dólares el viernes a 24.43 dólares el lunes, como consecuencia de la guerra de precios de Arabia Saudita y Rusia.

En este contexto no tiene sentido, por ejemplo, invertir entre 10 y 12 mil millones de dólares de recursos públicos en una refinería como Dos Bocas. No es necesaria, no es rentable y se convertirá en el ancla que puede terminar desfondando las finanzas de Pemex.

La estrategia del gobierno de limitar la participación de las empresas privadas en exploración y producción de petróleo y de gas, de desechar las inversiones en energías renovables, de rechazar cualquier forma de fracking, ha alejado las inversiones de todo tipo y daña especialmente a Pemex. Obliga a la petrolera a destinar recursos a proyectos que, bajo esta tendencia de precios, le harán perder dinero. «Aumentar el gasto en Pemex ahora mismo pone a la empresa en una situación aún más precaria, dice Pablo Medina, vicepresidente de la consultora Welligence Energy Analytics. De mantenerse esos precios por tres a seis meses, será de las peores crisis en su historia”. Y perderá, agregemos nosotros, el grado de inversión.

Muchas veces hemos insistido en que mientras el gobierno federal siga con sus indefiniciones en el ámbito energético y no establezca una política clara en el sector que permita las inversiones y el crecimiento del mismo, no se recuperará la confianza del sector privado, y tampoco se generará crecimiento económico. En la actual coyuntura ello es más urgente que nunca, porque, además, el gobierno federal se está literalmente comiendo el Fondo de Contingencias Económicas, que debería servir para paliar una crisis como la actual. El Fondo se redujo a la mitad, a 150 mil millones de pesos, porque el año pasado se utilizaron en gasto corriente otros 150 mil millones sin que existiera contingencia alguna que atender.

Desde noviembre casi semana con semana se ha retrasado el anuncio del paquete de proyectos en infraestructua energética. No es ningún secreto que no hay acuerdo en el equipo presidencial sobre el tema. Pero más allá de la confianza personal que les pueda tener el presidente López Obrador, es evidente que el equipo del área energética no concita confianza alguna ni siquiera en el equipo económico del propio presidente, mucho menos en la iniciativa privada.

La única forma que tiene el gobierno federal en el corto plazo para generar señales de confianza en la iniciativa privada y los mercados es con un plan de infraestructura energética que reactive las rondas petroleras y los farmouts (alianzas entre privados y empresas públicas), que vuelva a abrir la inversión en gas, gasoductos y energías renovables, para que todo ello ayude a que la inversión vuelva a fluir sin presionar las finanzas de Pemex ni el gobierno federal. Seguir en la línea actual es llevar la economía más temprano que tarde a la quiebra.

Ayer el presidente López Obrador dijo que la economía mexicana está blindada ante la crisis financiera internacional. No es así: no estamos ni remotamente blindados. Y para tratar de hacerlo hay que cambiar políticas, anunciar medidas que generen confianza, realizar cambios de estrategias y funcionarios. Mantener la disciplina fiscal y las finanzas sanas es una exigencia intemporal, pero no alcanza para encarar una crisis. El golpe de timón se debe dar ahora porque mañana puede ser muy tarde. El presidente López Obrador se tiene que mirar en el espejo de José López Portillo.

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