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Alto Mando

Miguel Ángel Godínez

Zoé Robledo a cuarentena

La dificultad de contraponerse, aun sabiendo que el barco se ladea peligrosamente, viene siendo la característica del nuevo régimen. Quién para desmentir o para corregir el rumbo. Quién para advertir o revertir. Hoy a Zoé Robledo no le valen títulos académicos, ni su reconocimiento como gran comunicador, su abrumadora experiencia como legislador y su linaje político le sirven poco como administrador de una Institución por demás ahogada. Zoé Robledo goza de ser cercano a López Obrador, de hecho, se decía que cuando era subsecretario de Gobernación, quién acordaba más con el Presidente era él en lugar de Olga Cordero, a quien debiera haberla sustituido en lugar de haber tomado la dirección del IMSS cuando Germán Martínez abandonó el barco. Seguramente a Zoé no le quedó de otra, sabía que llegaba a una institución quebrada e incendiada por el desabasto de medicamentos, sin imaginar que se avecinaba además la gran tormenta. Pese a esto, al igual todos los funcionarios, tiene que aguardar, callar, aguantar y declarar lo que más conviene al Sr. Presidente frente a un gigante que aún no muestra su peor cara. Él sabe que las demandas de falta de insumos y equipo de protección para el personal son legítimas y que los más de 500 trabajadores contagiados en su institución por esta razón son reales. ¿Quién podría poner en riesgo al personal que está para salvar la vida de los mexicanos? ¿Quién podría no proteger al capital humano más importante en una pandemia? El Presidente de México, aquél al que el mundo con ojos incrédulos señala, aquél al que no se le mueve ni un solo cabello, ni le interesa hablar de datos que no le favorezcan, aquél que no habla de las agresiones a quienes demandan desde el interior de sus instituciones de salud las condiciones en las que están trabajando, ni de que están siendo obligados a cambiar el diagnóstico de COVID-19 por neumonía atípica. No le gusta hablar de la compra de insumos sin transparencia y al doble de precio, ni de haber recomprado cubre bocas vendidos por nosotros mismos aún en la pandemia. No habla de la determinación de salvar al joven por encima del viejo. Ni tampoco menciona la compra de más bolsas mortuorias que de respiradores. ¿Quién si no es el Presidente, será el responsable de las implicaciones de todo esto? Las mañaneras son sólo la tarima de un monólogo que esconde debajo los problemas de una administración incapaz de gobernar. Nos enfrentamos sí a un problema de salud de grandes dimensiones, pero no menos grande que el debilitamiento en Seguridad Nacional. Los criminales no se quedan en casa, la violencia aumenta, se diversifican los delitos al caer el mercado de drogas. La SEGOB insultante, acéfala, incapaz, indulgente en cumplir su principal función. El Ejército y Marina creados para la defensa, fuera de sus cuarteles, pero lejos de quienes hoy con descaro reparten despensas a nombre de cárteles que con este apoyo esperan ganar defensores. FA al frente de la construcción, el resguardo y coordinación de todo lo construible y resguardable en esta administración; hospitales, bancos, bodegas, fronteras, libros, personas, carreteras, playas, todo, absolutamente todo de lo que no son capaces de resolver los demás. ¿Qué pasa con el Poder Ejecutivo que distrae a sus FA en tareas que no le corresponden? ¿Qué pasa con los Poderes del Estado que permiten el caos institucional?

DE IMAGINARIA

El Gobierno Federal va tras cuentas bancarias de Peña Nieto. La pregunta es si con ello espera obtener recursos que le empiezan a faltar o más bien su preocupación por mantener la aprobación de sus votantes que ha ido a la baja. Lo cierto es que por encima de la Pandemia está su estrategia electoral.

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