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Ramiro Gómez / Diario de Chiapas

Eran casi la 1:00 de la madrugada cuando dos personas armadas con rifles intentaron quitarme lo que mi padre me dejó, pero antes de este sueño, ya había curado de espanto a mi hijo Isidro, después me enteré que eran hombres de rayo, quienes intentaron bloquear mis conocimientos ancestrales, relata “Tío Enrique” en sus inicios como curandero zoque de la comunidad Nuevo Carmen Tonapac, Chiapa de Corzo.

Recordó que una de estas personas le ofreció su rifle, quien le decía que lo tomara y que con esta arma se defendería; sin embargo, dijo que era un mal augurio.

“Le comenté a una persona de mi sueño, y me dijo que bueno que no aceptaste, porque pretendían quitarte los conocimientos, muchas personas son muy envidiosos y nos tratan como brujos pero no es así, yo por ejemplo cuido a los hijos de nuestro Dios con mi sabiduría”.

“Tío Enrique” afirma que desde hace 20 años empezó como médico tradicional, eran tiempos difíciles para encontrar medicamentos para curar la fiebre o el espanto, y estas enfermedades son sobrenaturales ningún médico la puede curar, comenta.

Manifiesta que los espantos, el mal viento y el mal de ojo se tienen que curar a través de conocimientos tradicionales, acompañado de la fe y una buena oración.

“Ya son muchos años que me dedico a atender a la gente, hay que tener mucha paciencia, me han visitado familias que traen a sus hijos enfermos de espanto y mal de ojo, nunca les he negado mi tiempo, porque lo que sé es gracias a nuestro Dios, lo único que hago es hacer mi trabajo todo en nombre de Dios, sin él no soy nada”, sostiene Enrique Díaz Castro.

Recuerda que a finales de 1999 se enfermó su hijo Isidro, no cedía la fiebre, acudió a un médico de la colonia Nuevo Carmen Tonapac y le dieron antibióticos; sin embargo, las pastillas no hicieron efecto, por lo tanto decidió llevarlo a la casa de su hermano Macario para que lo curara, éste se negó y le recomendó que llevara a su hijo con don Luciano; “esta persona es el mero brujo del pueblo, yo no sé nada”, le contestó Macario.

“Tío Enrique” platica que regresó triste y con su hijo enfermo, entonces la esposa le dijo que intentara curar con el argumento de que el papá era curandero tradicional, fue en ese momento, bajo la lluvia pertinaz de la noche, que Díaz Castro sacó de su morral medio litro de aguardiente, la mujer le consiguió albahaca y así empezó el ritual para curar.

“Señor mío, hoy que se me presenta esta oportunidad para aliviar a un hijo tuyo, te pido que hagas el milagro, yo únicamente pondré de mi parte para que con el aguardiente y la albahaca saquen esta maldad que mi hijo tiene”, dijo.

Fueron tres noches que realizó el ritual de curación, y el primer día notó una mejoría, su hijo poco a poco fue recobrando su estado normal hasta que la fiebre desapareció.

“Mucha gente se enteró del poder de la palabra de Dios, después de una semana me trajeron a una niña que no paraba de llorar, gritar y en la noche no dormía: era el mal de ojo. Entonces la curé con dos huevos criollos, rameada y aguardiente, gracias a Dios se curó, fueron tres veces que llegaron a mi casa”, recuerda.

El próximo 15 de julio, “Tío Enrique” cumplirá 82 años y asevera que ninguna enfermedad lo ha doblegado, él seguirá atendiendo a las personas que lo necesiten, porque el espanto, el mal viento y el mal de ojo son enfermedades que ningún médico puede curar.

Enrique Díaz Castro es una de las pocas personas que aún practica la medicina tradicional en la comunidad zoque de Nuevo Carmen Tonapac, pueblo habitado por migrantes de Chapultenango, tras las erupciones del volcán Chichonal en marzo de 1882.

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