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Ganó la viruela

Jorge Alberto Rincón Acebo jorgearinconacebo@gmail.com

Posterior a la noche victoriosa de 1520, ante un diezmado contingente europeo conformado por castellanos andaluces, aventureros buscadores de fortuna fácil, sabedores que se puede diezmar a los originarios -como acaeció con los Caribe y en la isla Juana (futura Cuba), como el adelantado Diego Velázquez de Cuellar, quien se apropió de esa isla con 300 hombres en 1511 y entre ellos iba Bartolomé de Las Casas, gobernándola hasta su muerte en 1524.
En 1519 mandó a Cortés, quien se revela, sintiéndose independiente de quien lo proveyó. ¡Ah, soñadores de España! Diría Manuel Alejandro.
Soldadesca analfabeta o tal vez reducida a firmar, Hernán y sus sobrevivientes fueron fortificados por los lugareños, quienes eran sojuzgados por los aztecas y buscaban su independencia. ¿Ganaron ellos?
¡No, ganó la viruela!
Menos aún los zarrapastrosos castizos.
Simplemente el terror de transformarse en fiambre, en sacrificio zacahuil, pozole.
¿Será en el futuro preferible ser alimento para el quinto sol?
O transcurrir milenios en la oscuridad, amedrentada del no ser.
¡Lo inmediato es sobrevivir!
Quien se aferra a la progenie, a la gloria de la heroicidad, lo gozarán los próceres de la columna de Nike (independencia).
O simplemente utilitaria trascendencia a rapaces consumidores de gula, lascivia, cubiertos de la patina de oraciones, diezmos.
Actualmente, en Zen Anáhuac -luego denominado Mesoamérica y hoy Estados Unidos Mexicanos- las cuentas de vidrio son sustituidas por maletines de dinero y empleos.
Expresan: ¡que yo esté bien, los demás no importan!
Solo en tiempos electorales.
O como en todo ejército del mundo para carne de cañón, significando gente desechable. Ahora se le denomina Nuevo Orden Mundial: ciudadanos cosificados, desechables.
Los aliados de Cortés, equivalentes a los votantes, decidirán pasar de ser cosificados por el Orden Mundial, a atreverse a cometer desaciertos y buscar la independencia alimentaria y energética. Los recursos los posee México.
¿Por qué rallar en la idiocia de pensar que no se puede?
Tan lejos de pensar y tan fáciles de domesticar. Para que la cuña apriete, debe ser del mismo palo. Alabados tiempos.

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