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José Natarén

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

Canciones, plaqueta de José Falconi, está conformada por doce poemas que pueden leerse como un canto de largo aliento. Es la más reciente entrega de un autor con cuatro décadas en el oficio de nombrar el mundo. Poeta, cuentista, novelista; tallerista, articulista y ensayista tuxtleco, inscrito en la tradición de los poetas genuinamente latinoamericanos, los que, de una generación a otra, preservan el temple y expresión propia de nuestro continente.

Exuberancia y sensualidad, calores y colores, contingencia y azar, mestizaje y lucha perpetua, devenir y facticidad: América, yuxtaposición de contingencias frente a la antigua unidad y a la vigente dislocación de los grandes discursos europeos. En esta América surge la expresión personalísima de José Falconi. Una obra que dialoga con nuestros ilustres mexicanos: Urbina, López Velarde, Carlos Pellicer, Jaime Sabines. Una obra que abreva tanto de Lorca y de Vallejo, como de los malditos franceses, de Rimbaud a Artaud. Una obra en la que se conjugan elementos de cosmovisiones en apariencia incompatibles, reconciliados por la fina mirada del artista. El mundo indígena y el trascendentalismo oriental, del nagual al zen, del tonal al brahmán, de Tlatelolco y Corpus Christi a las regiones ya visibles por el ácido lisérgico, ha cabalgado el hombre que nos dice su verdad en este libro. En canciones se advierte continuidad de ciertas búsquedas.

Pero también la renovación del lenguaje, de su propio corpus de símbolos, el mismo desde Aguamuerte (1978) hasta los Sonetos (2013); persistencia de la voz original del poeta, reinventada, como la realidad, refigurada y vuelta a ser interpretada. Y el poeta, -el mismo y siempre otro- se lanza al enigma del mundo en cada libro. Pero en esta plaqueta, en particular, observamos una suma, una muestra gozosamente representativa del legado del maestro José Falconi.

¿Qué es poesía? Radioso arcángel o enemigo rumor, a decir de Díaz Mirón y de Lezama Lima, al respecto. Una y más definiciones de los sabios que han sido. Pero también el silencio. Pero también lo indecible, lo mutable y lo inmutable. Lo simultáneo: opuestos conciliados y afines en riña. Pero también el signo de otro espacio y otro tiempo emergiendo del vacío entre una frase y otra: el presente. Todo o, al menos, toda posibilidad humana reside en la Palabra, y pueda ser que ella solo habite en el límite de la carnalidad, en su propio cuerpo, eslabón de símbolos, en su propio territorio refulgente: el poema, la casa del verbo original. El mundo del poeta. ¿Y qué dice el poeta de su espacio primero? ¿Qué dice, no de los poemas, no de “el poema” como abstracción, sino de este y no otro, el que usted -atento y honesto lector- tiene a su alcance; en el mejor de los casos, impreso y en sus manos, en la soledad del encuentro de sí mismo frente al texto que nos habla. Por lo pronto, escuchemos al escritor José Falconi (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1953). Nos dice:


Este poema es un cuchillo de bruma,

es una broma que brama y siembra confusión

como una flecha que atravesara una parvada.

Este poema es un cielorraso de armadillos

que cardan besos en la rodilla de la tarde.

este poema es la danza desgarbada de la muerte

en su cuchitril atávico.

O bien, es un tan solo un pensamiento

Que rumia ruinas y ripios en el enigma del poniente.

Este poema creció con largueza entre mis huesos

Como una imagen bíblica de languidez extrema

En la ventana aullante en que cavan mi sepulcro

Es -ya lo dije- un cuchillo de bruma

Una broma que brama

Un puñal que despierta en el rojo follaje de tus ojos

Para obsequiarme la otra vida.

El sueño.


Anáforas provocan y contienen la tensión subyacente; aliteraciones la enfatizan a la vez de inducir la embriaguez de la eufonía; hábil manejo del oxímoron; contraste entre el ludismo y la advertencia del horror, despliegue de la imagen desde una poética, una visión del mundo puesta en operación. Pero también la Musa, terrible y tierna, claro, participa de la revelación en la que adviene la palabra original.

<<El mundo es una ilusión óptica>>, repite el autor chiapaneco en la segunda canción de la plaqueta. ¿Pone en cuestión la concepción de una realidad material definitiva? O, bien ¿reafirma la noción del mundo como lo necesariamente humano, lo no natural, lo que es, ha sido y puede ser, en tanto el humano se refiere a ello?

Al parecer, para el poeta, al menos en Canciones, no hay más mundo posible que aquel dispuesto, tendido a la mano-incluso creado- en el prodigioso acto de nombrar, enumerar, pasar por el poroso y contaminante filtro de la significación, por la telaraña de signos que constituyen nuestras interpretaciones, nuestra fábula, nuestra realidad. El mundo, para nuestro poeta, en tanto complejo y continuo de nuestras experiencias e interacciones, constituye un espacio natural cuyo fundamento está, es o permanece más lejos de la vasta colección de objetos que hasta hace poco más de una centuria se pensaba era el universo.

Vamos, allende los tremendos hallazgos de la relatividad y la mecánica cuántica, los antiguos saberes esotéricos del Oriente o la filosofía posmoderna y, claro, los intoxicados de crepúsculo desde Heráclito hasta Lorca, inquieren –o al menos se permiten dudar, o se abandonan a la incertidumbre, como los adolescentes y los locos- que el mundo no es algo más que mera imagen, que es nada; fugacidad, instante, espejismo entre la nada y la muerte, insubstancial, como nosotros, abandonados radicalmente a nuestras elecciones. Nada más. Sin caer en un solipsismo pueril: ¿Intuye el poeta, que la real realidad no está en lo circundante, ni en lo asequible a los sentidos, ni en la torre de la razón ilustrada, ni en la cultura, la religión o la filosofía, en esos mitos asideros del inminente naufragio al que avanzamos hasta el día consagrado a nuestro fin? ¿Se encuentra acaso en el haz que traspasa la mirada hasta la transparencia, en la que sólo es cierto más no verdadero su decir, su clamor contra todo lo antes dicho? ¿O, tal vez, en la amada?:

<<¿Por qué estamos tan seguros de estar vivos// si de suyo el mundo es inestable// y todo lo sólido se desvanece en el aire?// tal vez por estas palabras// escritas en unas servilletas// de un restaurante de comida uruguaya?// existe el Uruguay o es tan solo una palabra// la última inocencia de la noches// entre pieles ensalvajadas por el amor?>> (…) El mundo es una ilusión óptica// asimilada al sustrato impenetrable// y vano es tratar de comprender la realidad// su mera sensación// pues el mundo es pura palabrería// puro cante a palo seco// mero caos que va y viene de ninguna parte (…)

Como es evidente, podemos decir mucho más del más reciente libro de poesía del autor chiapaneco, pero, por el momento, dejamos, a la atenta mirada del lector, el encuentro posterior con otros fragmentos de estas Canciones. Y no solo a su mirada, sino a sus múltiples sentidos, en la luz y en el silencio de la experiencia poética.

FALCONI, José. “Canciones”. El errante editor, Puebla, México, 2016, 30pp.

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