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El fascinante hallazgo de la tumba del rey de los mayas

El Informador
BBC News Mundo
Cuando se produjo el hallazgo de la tumba del rey Pakal, nadie sabía que se estaba realizando uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la arqueología prehispánica.
Era el 15 de junio de 1952. El verano era ardiente en el corazón de la selva del sureste mexicano, pero bajo tierra, en un misterioso pasadizo de un templo maya, el arqueólogo Alberto Ruz y sus ayudantes sentían que estaban en el ártico.
Habían estado trabajando por más de tres años en un estrecho, frío y húmedo túnel, sin saber a ciencia cierta qué buscaban o qué podían encontrar.
Tras un par de golpes de intuición, Ruz y sus acompañantes llegaron hasta una bóveda que había permanecido intacta por más de 1,600 años.
“Me encontraba ante una cripta que parecía que había sido tallada en hielo”, relató Ruz.
“El momento en que miré y se abrió la lápida fue para mí de indescriptible emoción (…) Fue como si penetrara en el tiempo, que se había detenido 1,000 años antes. Lo que mis ojos fueron los primeros en ver fue lo que había visto el último sacerdote maya”.
Y es que ahí, bajo el majestuoso Templo de las Inscripciones de la ciudad maya de Palenque, se reveló ante los ojos de Ruz la tumba de K’inich Janaab’ Pakal II, uno de los más notables gobernantes de las culturas prehispánicas del continente.
Hasta entonces era casi inédito que un gobernante hubiese sido enterrado en una tumba bajo una pirámide, como los históricos reyes de la cultura egipcia.
“El tema como tal de Pakal es muy misterioso. Y el tema del descubrimiento de la tumba es fenomenal, es asombroso, es como de película”, dice a BBC Mundo el investigador Rodrigo Garay.
Gracias al testimonio escrito de su tía abuela, a quien Ruz le relató cómo se dio este hallazgo, y luego de 5 años de investigación con expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Garay reconstruyó aquel momento que pasaría a la historia de la arqueología.
¿Quién fue Pakal y cómo se dio el extraordinario hallazgo de su tumba? Garay y los testimonios de los arqueólogos ayudan a descifrarlo.

El constructor de un imperio
K’inich Janaab’ Pakal II nació en el año 603 d.C. en el seno de una familia de nobles mayas del señorío de B’aakal, en el periodo Clásico (250-950 d.C.) en el que se dio el gran esplendor de esta civilización.
Su llegada al trono se dio a la temprana edad de 12 años, luego de un periodo convulso en la región por la disputa del poder en B’aakal.
Los expertos difieren en la longevidad que tuvo Pakal, entre 50 y 80 años. Pero lo que es claro es que como gobernante lideró la construcción de la enorme ciudad de Lakam Ha’, que hoy se conoce como Palenque por la población cercana del mismo nombre.
“Cuando se visita Palenque se ve solo el 4% de lo que fue esta gran ciudad, pero todo está construido bajo su periodo”, explica Garay.
“En general, la cultura maya, pero en Palenque parece hasta obsesivo, es que nada está hecho al azar. Todo tiene un orden en la ciudad que está enlazado con un gran conocimiento astronómico y filosófico muy profundo”, añade.
La ciudad estaba sumamente planificada. Tenía una población grande, comparada con otras. Había decoraciones artísticas de alto nivel. El sistema hidráulico era remarcable.
Pakal fue notable al defender la ciudad de ataques, pero también para liderar un periodo de paz que duró décadas, lo cual hizo florecer a su imperio como pocos en aquel tiempo y región.
“El pueblo lo entendía como un representante de lo divino en el mundo terrenal. Tiene este tratamiento muy especial. Lo ves, por ejemplo, en cómo se le describe en su tumba, donde él surge renaciendo como el dios del maíz: la planta que renace, que alimenta y que crea comunidad”, señala Garay.
“Y él se representa siendo levantado por sus ancestros. O sea, todo esto te habla de un profundo conocimiento filosófico. Es un personaje que sin duda llama mucho la atención”, añade.
A diferencia de muchas construcciones de considerable altura que se construían sobre viejas estructuras o montañas, como las pirámides, Pakal ordenó la construcción de un templo en Palenque.
Al final de su vida, en el interior del que luego sería llamado Templo de las Inscripciones, reposarían sus restos en una extraordinaria cripta que no tiene mucho paralelo con otras en la cultura maya o de su tiempo en América.

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