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La crónica hablará por Chiapas

El refresco NAMBI, de Villaflores

Marco A. Orozco Zuarth cronistasdechiapas@hotmail.com

Mi padre, Antonio Orozco Moreno, fue una persona muy activa e inquieta; siempre pensaba y actuaba por su pueblo. Aunque no era originario de Villaflores pues había nacido en Córdoba, Veracruz; se casó en esta ciudad y la consideraba como su pueblo. A las personas así, hoy les llaman emprendedores.
Cuando se comentó de la necesidad de introducir el agua potable, todos dijeron que era muy difícil porque había que traer la tubería desde Tuxtla y en ese entonces la carretera era de terracería y para llegar se hacían como 4 horas. Se tenía que pasar por vados y si los ríos estaban crecidos, simplemente no se podía pasar. Entonces, él tomó la iniciativa y puso una fábrica de esos tubos de concreto y con ello Villaflores pudo tener agua en algunos hogares.
También puso una fábrica de mosaicos, para que las casas tuvieran pisos higiénicos y decorativos. Luego abrió una tienda de materiales de construcción.
Como en todos los pueblos, había un alto índice de tifoidea debido a que se tomaba agua de la llave o de pozos; entonces viajó a la Ciudad de México a investigar y comprar el equipo para instalar una fábrica de agua purificada y venderla en garrafones, a la cual le nombró “Agua Nambi”.
De ahí surgió la idea de establecer una fábrica de gaseosas; por lo cual viajó nuevamente a la Ciudad de México para investigar el proceso. Así adquirió la maquinaria y se llevó a un químico para operarla.
Era el año de 1968 cuando salieron a la venta los primeros refrescos frailescanos llamados NAMBI, que es la abreviatura de NAMBIYUGÜA, el cerro guardián de Villaflores. Tenían un sabor delicioso, porque los saborizantes estaban concentrados; se produjeron de sabor manzana, mandarina, fresa y naranja. Los niños de entonces, estábamos encantados y diariamente íbamos para tomarnos uno. Particularmente yo (y mi primo Aviut), a quienes el químico nos lo regalaba, sin que el patrón se enterara.
Los envases eran botellas de vidrio de medio litro, por lo que eran retornables. Una vez que se recolectaban pasaban por un proceso de lavado con agua hirviendo para su desinfección. Era sellados a presión uno por uno, con una corcholata. Quedaban tan bien tapadas que, si no tenías desarmador, se destapaban con los dientes o presionándola sobre una ventana o banqueta.
La distribución se hizo a través de las tiendas que existían en la ciudad. Dada la producción -que era prácticamente manual- no se extendió a otros municipios, aunque se los llevaban a otras localidades y ranchos por la facilidad de transportarlos.
La fábrica operó poco más de un año, ya que el químico se regresó a la Ciudad de México y los trabajadores que capacitó no supieron seguir manteniendo la misma calidad.
Cabe destacar que mi padre también era distribuidor de la Cervecería Moctezuma y de los refrescos Peñafiel en toda la zona de la frailesca; es decir, tenía su propia competencia y obviamente la Peñafiel era una gran empresa que producía a menores costos. Además de que ya habían llegado la Coca Cola y Pepsi Cola y ejercían una fuerte presión en el pequeño mercado.
Estos dos fueron los factores que desmotivaron a mi padre; por lo que a mediados de 1969 se dejaron de producir, quedando solo el grato recuerdo del exquisito sabor de los refrescos NAMBI o gaseosas, como se les llamaba.

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