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Miguel y Rodrigo de Cervantes Saavedra, su hermano

(Tercera y última entrega)

«Son los españoles que aman más la honra que la vida, y temen menos la muerte que la infamia» (Sancho de Londoño, “Discurso…”).

 

De igual forma, explotó sus debilidades y descubrió su propósito dado por Dios, es decir: educarse a sí mismo con la meta de un auténtico líder y un honorable guerrero lo mejor posible mediante el diario ejercicio, el brutal entrenamiento y el mortal combate para cumplir la misión y los objetivos trazados por los destacados oficiales de Felipe II.

«El ingenio lego» entendió que su palabra fue su fuerte lazo, su liderazgo fue un privilegio y su simplicidad fue la clave de su éxito. En pocas palabras, su meta fue seleccionar objetivo de alto valor, derrotar a los enemigos de España y luchar para ganar, puesto que bajo los espléndidos Tercios españoles no había lugar para el fracaso, porque a todo precio tenía que ganar, ganar y seguir ganando.

Miguel conoció que el comandante en jefe y sus soldados, servían a su patria con el honor dentro y fuera del campo de batalla, mantenían la lealtad a su país y sus compañeros de armas esperaban ser liderados con amistad, devoción, ejemplo, integridad, lealtad, perseverancia y sacrificio. Su autodisciplina fue la óptima disciplina y siempre la tuvo en el más alto respeto.

A este respecto, el Coronel de Artillería, José Antonio Crespo-Francés, observa que estas consideraciones del Caballero de la triste Figura laten lo que prescribe el artículo 44 de las Reales Ordenanzas, código de conducta de todo el que se honra siendo soldado, a saber: «se esforzará en alcanzar una sólida formación moral e intelectual, un perfecto conocimiento de la profesión y una adecuada preparación física (llama a esto buenas fuerzas el personaje cervantino) que le permitan cumplir sus misiones con la debida competencia y actuar con eficacia en el combate» (J.B. González, «De cómo don Quijote…», 26-27). En este sentido, unas de las restricciones militares que Miguel y Rodrigo tenían que respetar, fueron:

-«el blasfemar de Dios, y jurar su santo nombre en vano es grandísimo pecado, ningún soldado reniegue ni blasfeme, so pena por la primera vez de treinta días de prisión, por la segunda vez sesenta, además de ser traído a la vergüenza con una mordaza a la lengua, y por la tercera puesto en galera perpetua, o a voluntad;

-ningún soldado juegue a juegos ilícitos que provocan a reniegos, blasfemias, y juramentos;

-ningún soldado beba, de manera, que se emborrache, so pena de ser castigado por infame;

-todos los soldados se confiesen al menos una vez en el año;

-ningún soldado después de recibido por el Capitán, aprobado y asentado por los oficiales del sueldo, no mude compañía sin licencia en escrito de su Capitán, vista y confirmada por el Maestro de Campo, especialmente para ir a otros tercios, so pena de ser desterrado por infame del ejército, y no poder ganar jamás sueldo de su Majestad;

-ningún soldado salga a hacer noche fuera del ejército, o lugar dónde estuviere su bandera, sin llevar en escrito licencia de su Capitán, en la cual se diga dónde va, y los días que ha de estar ausente, so pena si fuere aventajado, de perder la ventaja, y si de paga sencilla el sueldo de un mes, o más;

-ningún soldado deje de presentarse a las muestras contadas las armas, que por orden del Capitán estuviere obligado a servir, propias, enteras, y bien aderezadas, so pena que le sea entretenido el sueldo, o ventaja que tuviere particular;

-ningún soldado, ni otra persona, habiendo enemigos en campaña, ande en el ejército sin cruz, o banda roja cosida, so pena de castigo arbitrario porque no trayendo las cruces o bandas cosidas pueden andar espías seguramente;

-si algún soldado entendiere que otro sirve de espía o trata con los enemigos y no lo descubriere a su superior incurra en la misma pena del principal».

Por consiguiente, la pregunta es: ¿cuál fue su motivación para convertirse en un brillante soldado, un ejemplar líder y un espléndido ganador?

Sin lugar a duda, su deseo surgió de su noble corazón por Dios, Felipe II, España y sus valores personales, implantados por sus queridos padres, entre muchos. Su impulsora fuerza fue el espíritu de amor, confianza, conocimiento, disciplina, fe, poder, oración, sabiduría y verdad; y no el espíritu de celos, cobardía, deslealtad, envidia, hipocresía, inferioridad y miedo, como lo afirman algunos eruditos cervantinos sin algún tipo de apoyo documental.

Gracias a la participación en la expedición a Flandes, Miguel y Rodrigo no solo dejaron la vida estudiantil en busca de una carrera militar, sino también encontraron su nuevo propósito de vida, que fue vivirla con ética militar, fidelidad, honor, solidaridad y persistencia en el empeño, y fomentaron el compañerismo y los valores del espíritu de liderazgo que inspiraban a otros.

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