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Marco Antonio Orozco Zuarth
Diario de Chiapas
El Río Sabinal es testigo de nuestra historia desde los primeros asentamientos zoques, quienes encontraron en este valle pródigo la mejor opción para vivir, teniendo a la mitad un hermoso río que ellos llamaron Quitstimbak.
Un río de aguas cristalinas que creaban pozas ideales para disfrutar y de agradables sombras que originaban los frondosos sabinos que crecían altivos en su ribera e incluso dentro de su cauce.
No se sabe a ciencia cierta cómo se llamaba esa aldea que construyeron los antiguos zoques. Algunos la llamaron Coyatoc, término que es una traducción que significa “lugar de conejos”.
Posteriormente llegaron los mexicas y la llamaron Tuchtlán, cuando observaron la abundancia de conejos que convivían armónicamente con los habitantes y otras especies.
Luego, en 1560, Fray Antonio de Pamplona, proveniente del Convento de Tecpatán vendría a fundar la villa española, a la cual puso por nombre San Marcos Tuxtla.
Así, a lo largo de los siglos ha estado presente y la mayor parte de ese tiempo fue orgullo para los tuxtlecos; sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX perdimos esa percepción, bajo la falsa ilusión de una modernidad que nos llevó a la indiferencia dándole la espalda e incluso denostándolo.
En este año, volvemos a mirar a nuestro río con los ojos de antes, para valorarlo y rescatarlo a través de varias acciones y obras. Los tuxtlecos deseamos que pronto recobre su esplendor.

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