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Enrique Flores Amastal Ciudad de México

Enamorado de la belleza
Enamorado de la belleza
aunque la distancia sea
superior entre dos que se aman,
lo ideal es el bosque
donde florece la naturaleza.
Nada de lo que escribo es nuevo,
otros lo han hecho en forma maestra.
¿Acaso lo nuevo sea el tiempo,
los sentimientos, las pasiones
que anidan el alma del escriba?
Aquí ya no hay llanto,
todo quedó aquel día
de tu partida, como un adiós congelado.
Me quedo con el sueño
envuelto en papel,
como si fuera un regalo
para un cumpleaños.
Enamorado de tu presencia
de todos los momentos juntos,
de los caminos inventados,
de los bosques descubiertos,
de todo lo que creímos poseer,
hoy no es más que recuerdo.

Diosa del amor
Nada, ni siquiera el llanto
ablandó lo hierático de tu vida.
Altanera como diosa del amor,
poseedora del don de la vida
niegas al guerrero el descanso.
¿Acaso las batallas nocturnas,
donde el desdén es mayor
que el deseo, y sea solo
tibieza de pasión?
La sequedad de tus labios,
-todavía el carbón ardiente-
y tu cuerpo implora
la suavidad de las manos
que reinventan el silencio.
Qué buscas en las horas
que guardan las pasiones,
doblan el tiempo y lo entregan
al buscador de historias.
Altanera como diosa del amor,
las rosas son bellas y tienen espinas.

Enrique Flores Amastal

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