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Rescatemos al arte y la cultura

Roger Heli Diaz Guillén
Chiapa de Corzo, Chiapas
En seguimiento al artículo en el que abordamos las pocas fuentes de empleo formal en las áreas de arte y cultura -existiendo recomendación de no estudiarlas de forma profesional en la perspectiva de fuerza de trabajo- surge el interés de revisar y replantear la importancia del arte como expresión y la cultura como manifestación y existencia de vida diaria de colectivos, pueblos y comunidades; así como su importancia en procesos formativos educativos de niños y jóvenes, destacando que el arte y la cultura son componentes sociales y expresiones que no pueden reducir su sostenimiento y desarrollo, basados en fuentes de trabajo necesarias para el desarrollo económico de México en lo general, aunque en lo especifico, el arte y la cultura son una necesidad social para el desarrollo vinculadas a responsabilidades de estado.
En esta idea, destacamos el hecho de reconocer que el arte y la cultura no son carreras profesionales de gran impacto en el sistema de país, reduciendo la necesidad de los requerimientos a la industria del cine, televisión, teatro y espectáculos; no así a las necesidades de la economía de la industria y el comercio, que determinan la economía nacional, justificando la importancia de su reconsideración en su valor social, no en lo laboral general sino en lo laboral institucional, que parta de la identificación de quienes se benefician y pueden beneficiarse del arte y la cultura como formación profesional y educativa, en su diversidad de expresiones; que aporta el arte y la cultura al desarrollo humano y desarrollo comunitario y nacional y; qué función juegan el arte y la cultura en la vida diaria social.
Este marco de reflexión invita a imaginarnos un “mundo feliz” del perfil de desarrollo, donde todos se dedican a estudiar carreras profesionales para trabajar en las áreas que el sistema económico determina; donde todos estudian carreras “indispensables” como ingeniería, medicina, sistemas computacionales, inteligencia artificial, derecho, contaduría pública y demás necesidades de empresas y transnacionales; donde la información está basada en la televisión o cine a modo, que promueve violencia y “libertad” del género; no hay teatro, poesía, pintura, ni expresiones culturales, galerías y museos.
Sustantivamente, los niños y jóvenes no crean música ni canto, únicamente reproducen letras que trasmiten libertades de conductas contrariaras a las identidades y a la moral. Es decir, un mundo distópico, no deseable y contrario a cualquier utopía donde no existe el pensamiento crítico ni la libertad de expresión del arte y la cultura.
Lo expresado nos ubica precisamente en el mundo anunciado por Aldous Huxley en 1932, donde la amenaza de aceptar perder el interés por el arte y la cultura, por no responder a las necesidades tecnológicas e industriales de desarrollo atenta a “la familia, la diversidad cultural, el arte, el avance de la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía”, como lo destaca un artículo de la universidad veracruzana.
Hoy son tiempos para hacer un recorte de la realidad en estas materias y revalorar su asimilación en la base social e imaginario colectivos, cuyos ejes están centrados en la familia, educación informal y formal, expresiones y patrimonios culturales y comunicación integral e inclusiva.
La administración pública debe profesionalizar el arte y la cultura, para contar con el recurso humano administrativo y comunitario necesario para la transformación de México.

Facebook: Roger Heli Diaz Guillén

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