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Sueños guajiros, equipararnos con Dinamarca en salud

La política gubernamental en materia de salud experimentó un rotundo fracaso con la desaparición del Insabi, institución creada en este gobierno, el cual pasó a formar parte del IMSS-Bienestar. Los expertos en la materia señalan que, desde el inicio de este movimiento, lo que se quería es hacerse de los recursos del Seguro Popular para las metas asistencialistas del presidencialismo.

Lo cierto es que en los números se habla de una contradicción en la política pública de salud. México Evalúa señala en un profundo análisis del tema, que con “con la creación del Insabi se incrementó la población objetivo y el número de padecimientos a cubrir, pero no se establecieron nuevos mecanismos presupuestarios, sino que se debilitó el compromiso del Gobierno para financiar al instituto”.

Lo que haya sido, lo cierto es que, desde un principio, cuando empezó a manejarse que tendríamos un sistema de salud igual o incluso mejor que el de Dinamarca, de los mejores del mundo, ya se sabía que se estaba ante un sueño imposible de lograr. Si el gobierno federal en más de cuatro años no ha podido revertir los estragos que se presentan en hospitales y clínicas, principalmente en las zonas rurales, menos que lo haga en este corto tiempo que tiene para despedirse.

Que más nos hubiese gustado que en México no haya reclamos por el mal servicio, que no faltarán medicamentos, que haya clínicas de primer nivel, que no haya necesidad de que los enfermos de provincia tengan todavía que trasladarse a las grandes urbes como la Ciudad de México o Monterrey, por citar dos ejemplos.

Entre la numerología que nos ofrece la desaparición del Seguro popular y su incorporación al Insabi, a principios de sexenio, la población aumentó de 51 a 66 millones de personas. En el estudio que remarca México Evalúa se hace hincapié que en por este movimiento el gobierno debió aportar presupuesto por cada afiliado en un monto global de 87.4 mil millones de pesos en subsidios para el Insabi en 2022. Pero no, presupuestó sólo 66.7 mil millones de pesos, lo que significó el 24% menos, algo así como 20.6 mil millones de pesos.

A toro pasado las cifras son meras estadísticas, pero que engloban la forma real en que fue tratado el sistema de salud. En el tema de los cuidados intensivos neonatales y trastornos pediátricos iba a la baja en el sexenio anterior, pero a pesar de ello, en 2021 el gasto se desplomó más del 90 por ciento; o por ejemplo, en 2020, el 14 de las salidas de los fondos económicos del Insabi fueron para pagar enfermedades de alto costo, medicamentos e infraestructura. Al primer semestre de 2022 sólo el 1.5% fueron para estos conceptos.

Los recursos para los casos de cáncer de próstata, testicular y de colon y recto se desplomó más del 90% en 2021 frente a 2018. El cáncer infantil fue el tratamiento más castigado con un recorte de 97%, que representa más o menos 450 millones de pesos frente al sexenio pasado, y la menor reducción fue para el VIH/sida de 48 por ciento que en números duros significan mil 722 millones de pesos.

Ello sin contar lo que en la Plataforma Nacional de Transparencia se exhibe referente a que el Insabi en materia de mantenimiento de los centros de salud, únicamente había cumplido con el 42% de la meta que se tenía proyectada hasta finales del 2022.

Todo esto indica que no hubo planeación y, por tanto, desde su creación, el Insabi comenzó a morir, pues nadie se explica cómo fue que se empezaron a eliminar mecanismos importantes para el manejo del presupuesto.

Salud debió ser la institución que velaría por la población, pero, no. El ejemplo claro de que se tienen servidores públicos que aman el protagonismo, que engañaron a la población, se vio con el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell Ramírez, quien, en el manejo de la pandemia, hizo de todo, menos lo indispensable para evitar la muerte de miles de personas.

No es posible que a meses de que prácticamente se haya erradicado la fatalidad del COVID se conozca que fueron más de 800 mil las personas fallecidas, no las más de 160 mil que apenas reconoció oficialmente el sector Salud. Esto es una bofetada a la gente que confió en sus autoridades y por la tanto, pensar que lo que queda del Insabi será de gran utilidad para el IMSS-Bienestar sí que está en chino.

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