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Editorial

Diputadas y su fanatismo político, un mal ejemplo para la sociedad

La sesión del pleno del miércoles en la Cámara de Diputados se convirtió es un escenario del mundo de las telenovelas, de esas que captan la atención no por la profundidad de lo que se aborda, sino por la compostura irracional de quienes son las representantes del pueblo, las que deben dar ejemplo de civilidad y de respeto.

Durante la comparecencia del secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O, en la Cámara de Diputados, ahora fueron las mujeres legisladoras las que convirtieron la sede cameral en un ring de pelea, donde salió a relucir un vocabulario soez, manotazos e insultos.

Las diputadas del Frente Amplio por México y las de Morena y sus partidos satélites, Verde Ecologista, y del Trabajo, enseñaron que el análisis de los temas financieros se centrara en el fondo político, y si para ello hay que convertirse en seres fuera de sus cabales, pues lo vale la defensa de sus intereses.

La presencia del funcionario federal, quizás el más importante por el tema del manejo de los recursos por la forma en que se reparten para todos los rubros que dan “equilibrio” al sistema político, económico, cultural, educativo y social del país, evidenció las calamidades que se vivirán de acá a que termine el proceso electoral 2024, rebasarán la barrera de la cordialidad y de los buenos modales.

No se augura una ruta conciliatoria. La del miércoles, ha quedado de manifiesto, será intensa, tensa, sin que se descarten escenarios de violencia que pueden terminar en desenlaces desfavorables, pero al mismo tiempo, como un reflejo a la polarización que vive debido al incremento de la violencia en todos los sectores de México.

De qué sirve que en tribuna se pongan la camiseta de demócratas, de humanistas, de defensoras de los derechos humanos, de anteponer el respeto, si son las mismas legisladoras las que rompen las reglas, pero, sobre todo, las que ponderan el mal ejemplo, las malas prácticas.

No nos abocaremos a acusar a nadie en especial, ya usted, amigo lector o lectora, sacará sus propias conclusiones, pero que, en este espacio de la reflexión, del debate, de los análisis políticos y de las negociaciones, lo que protagonizaron las mujeres diputadas no es recomendable para las nuevas generaciones que ya viven “escenarios no recomendables” en la cotidianidad de la vida.

“Perra, puta, enana, mugrosa, sirvienta”, fueron algunas de las agresiones verbales que se dijeron las parlamentarias, como si el trabajo de una trabajadora del hogar fuera denigrante o insultante para quien lo ejerce, o bien que su condición humana le dé derecho a alguien para discriminarla.

No, no es así como se sacará adelante al país de los problemas que lo aquejan. Los improperios no llevarán a ninguna parte, menos que haya violencia física. Quienes nos representan en el Congreso de la Unión hoy más que nunca deben ser intachables en su forma de hablar y de conducirse en cada uno de sus movimientos. Ya es suficiente con el peligro que se vive en las calles del país como para que nos den ejemplo del mal comportamiento.

Lo irrisorio es que una vez que se calmaron los ánimos, que la sesión continuó, algunas de las diputadas que participaron en la gresca cameral, hayan negado en entrevista con los medios, que hayan difamado o utilizado palabras hirientes durante el desencuentro. La verdad qué descaro hacerse el inocente cuando en los audios y videos de los reporteros que cubren la fuente, se escucha y se ven lo expresado.

Como excusa, decir que sé es “una perra” del presidente en defensa de la cuarta transformación”, no es más que un signo de preocupación no por la fiel creencia que se le tiene a la política del mandatario, sino porque este fanatismo se traslada a las calles y ante el inicio del proceso electoral en el país, la polarización puede llegar a extremos no deseados. Justo eso deben cuidar los que nos gobiernan en cualquiera de los poderes para no ser ejemplo de violencia innecesaria. Utilizar cuál púlpito o pódium, ya sea político o religioso, debe ser para entrar en la comunión de la armonía, de la sana convivencia, de los acuerdos, no de conductas violentas que en nada nos llevarán, al contrario, cada día afectarán el proceso de desarrollo que se quiera alcanzar

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