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Editorial

No más profesionales de segunda

Cada año, la esperanza de un mejor porvenir de cientos de miles de familias en el país la centran en el inicio de clases de jóvenes que ingresan a una universidad pública para emprender el camino a una licenciatura. El reto es enorme y muchas veces, la decepción es tan grande que, aunque terminen sus estudios se encuentran con la triste noticia de que no hay campo laboral.

Sí, ese gran problema que padece el país que año con año se enfrentan a la grave crisis de que no hay trabajo, y si se logra conseguir, los salarios no corresponden a las expectativas que les contagiaron en las aulas.

Las estadísticas sobre las oportunidades de emplearse que tienen los egresados de las escuelas es decepcionante y aún así la política pública que debería haber emprendido desde hace más de una década los gobiernos en el poder, ha sido simplemente ignorada y contrario a establecer estrategias o soluciones para responder a la demanda de falta de empleo, son omisas o simplemente les vale un comino que haya o no una política visionaria sobre este problema.

Desde hace tres lustros como mínimo, los especialistas han advertido que el gobierno debe cerrar carreras que tiene saturado su campo de trabajo como normales, pedagogía, derecho e incluso periodismo, ya que no hay garantía de empleos seguros y bien pagados.

En cada familia mexicana debe haber como mínimo una persona que conozcan que a pesar de haber terminado sus estudios de licenciado en abogacía (Derecho), de maestro o cualquier otra, anda “talachando” de taxista o en la prestación de un servicio informal como se le conoce al ambulantaje.

Apenas esta semana, escuelas normales, de enfermería, universidades como la Autónoma de Chiapas, la de Ciencias y Artes de Chiapas, el Tecnológico de Tuxtla o la Politécnica de Chiapas, están en el proceso de selección de sus nuevos huéspedes, cuyas mujeres y hombres llegan con la ilusión de ser unos grandes profesionistas en su vida.

Sin que se preste a ser malagüero, de los miles de estudiantes que egresan y al mismo tiempo los que entran a la aventura de la vida profesional educativa, tienen frente a ellos un gran desafío: encontrar trabajo, cuando estudios recientes revelan que el 34 por ciento de los egresados no tiene empleo, la mayoría de las veces por la falta d experiencia, a la falta de vacantes en su campo de estudio, y, sobre todo, a los pésimos sueldos que se ofrecen.

Las redes sociales son hoy el campo de refugio para miles de jóvenes que ofrecen desde estas plataformas digitales su fuente de trabajo. Algunos, en un aproximado del 10 por ciento, se vuelven emprendedores y otros más quedan en la orilla.

En el Tecnológico de Tuxtla, por ejemplo, ingresan en este semestre 4 mil 500 jóvenes que quieren alcanzar su sueño. Cuántos lograrán salir dentro de cinco años que terminen su carrera, no se sabe, pero los que logren sobrevivir tendrán un panorama difícil en Chiapas porque no hay perspectiva de desarrollo en su campo laboral en la entidad.

La mayoría tendría que emigrar donde la industria les ofrezca una opción de superación personal, es decir, donde logren aterrizar sus conocimientos plasmados en las aulas. Lo mismo pasará con los universitarios de las escuelas públicas que se enfrentan a retos completamente inusuales.

Hay que tomar en cuenta que cada día la población crece demográficamente, pero las opciones de fuentes de trabajo en la misma prácticamente son las mismas. No hay industria, solo las de sin chimeneas, por lo que solo un sector, el del turismo, es el que tiene alternativas de expansión. 

Hoy más que nunca La Secretaría de Educación Pública debe dar un paso al frente para redireccionar su política educativa y el mismo gobierno debe seguir intensificando su política poblacional, para que haya control de natalidad, principalmente en las zonas rurales e indígenas, pues los espacios y oportunidades se reducen.

No se puede seguir solapando que haya más espacios para escuelas normales, cuando el problema de la falta de campo laboral es un asunto generalizado, que se presenta en todo el país. Por lo tanto, hay que irle pensando qué hacer, porque sino se seguirán teniendo fósiles estudiantiles que se abocan a hacer grilla o andar encendiendo edificios y exigir plazas de maestros cuando ni hay ni tienen el perfil para ponerlo en práctica pues toda la carrera se convierten en verdaderos orquestadores de toma de edificios públicos, marchas, movilizaciones, paros y hasta buenos para andar lanzando petardos a las oficinas institucionales sin que dimensionen los problemas que generan con sus actitudes violentas.

En fin, el problema social-educativo ahí está, ahora hay que ver qué soluciones deben aplicarse para redireccionar las carreras que realmente tengan futuro y no se haga como que se trabaje para crear profesionales de segunda.

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